El negocio multimillonario del cannabis, ¿pelotazo o burbuja?
Con la legalización del consumo de cannabis en Uruguay, Canadá y buena parte de EEUU, el llamado oro verde se ha convertido en una inversión de riesgo de alta rentabilidad
Con la legalización del consumo de cannabis en Uruguay, Canadá y buena parte de Estados Unidos, el llamado oro verde se ha convertido en una inversión de riesgo de alta rentabilidad. El bróker XTB cifraba en 2019 el valor de negocio mundial del cannabis en más de 340.000 millones de dólares. Su base de consumidores supera los 200 millones de personas. Y empresas y lobbies trabajan por lavar la imagen de una sustancia cuyo futuro se relaciona con los sectores de la salud y el bienestar.
En el último lustro la industria global del cannabis ha comenzado su expansión global a medida que la regulación de su consumo, medicinal y sobre todo recreativo, avanzaba. El monopolio estatal de Uruguay dio el pistoletazo de salida en 2017, pero la entrada de dos gigantes capitalistas como Canadá y buena parte de Estados Unidos ha disparado las proyecciones, tan optimistas como atrevidas.
Hace menos de un año, el bróker XTB cifraba el valor de negocio mundial del cannabis en más de 340.000 millones de dólares, con una base de consumidores de unos 263 millones de personas. Para los analistas de Cowen &Co, el mercado legal del cannabis podría generar 85.000 millones de dólares para el año 2030 solo en Estados Unidos. De forma que la cotización en bolsa de las compañías dedicadas a la planta está por las nubes.
Más de 200 empresas relacionadas con el uso medicinal del cannabis cotizan en los parqués de Canadá y Nueva York con un total de 80.000 millones de dólares en capitalización bursátil, de nuevo, según los datos de XTB. Mientras estalla o no lo que muchos expertos consideran una burbuja, grandes compañías de alimentación, distribución, fármacos, software o fertilizantes están invirtiendo en este negocio. Tan atractivo como volátil debido a los cambios en el marco regulatorio. Y en parte por este motivo, cada vez más diversificado.
La empresa calificadora de riesgos Standard & Poor’s señala que los sectores donde más podría desarrollarse la industria del cannabis son la salud, las bebidas alcohólicas, las gaseosas o los productos de belleza. De hecho, Altria, propietario de la tabacalera Philip Morris, y Constellation Brands, empresa de bebidas alcohólicas cuyas marcas incluyen Corona en Estados Unidos, han dedicado más de 1.000 millones a proyectos sobre el uso legal de la marihuana.
“Todo es marketing. El hecho de que el cannabis esté regulado en algunos territorios normaliza, desestigmatiza, elimina clichés y hace que se integre en nuestra realidad cotidiana”, afirma en este sentido Bernardo Soriano, CEO de S&F abogados y portavoz de la plataforma Regulación Responsable. No obstante, se muestra cauto ante estas proyecciones. “Es un producto de consumo masivo y, por tanto, [si se legaliza] se reportarían unos ingresos mediante impuestos muy importantes y unas cifras globales de negocio enormes. Por eso se equipara a la nueva revolución, el nuevo producto estrella, el llamado oro verde. Pero a día de hoy, todo son expectativas, puesto que solo podemos hablar de mercados regulados muy concretos”, explica.
En esta carrera Canadá ha logrado colocarse a la cabeza. Sus empresas se han preocupado de controlar todas las fases del negocio: desde el cultivo y la recogida, a la extracción, manufactura y distribución en dispensarios, clubes o farmacias. Además, están captando talento y cepas de todo el mundo, incluida España, un paraíso no solo por la calidad de sus plantaciones, sino por su puntera investigación científica.
“Sin duda, la situación del cannabis en España es inédita y atípica puesto que es una sustancia que, pese a ser ilegal, mueve millones, decenas, casi cientos de millones de euros al año. Estamos hablando de que existen miles de empresas vinculadas con la planta directa o indirectamente como bancos de semillas y grow shops; y un tejido social a través de los clubes de cannabis importantísimo. No es comprensible que todo esto ocurra alrededor de una sustancia ilegal”, señala Soriano. “Es una realidad que el consumo de cannabis está integrado en la sociedad y así lo demuestran distintas encuestas oficiales como la del Plan Nacional sobre Drogas, que establece que existe una mayoría social a favor de una regulación responsable del cannabis en personas adultas. Un tercio de la población española lo ha consumido alguna vez, cuatro millones de personas lo consumen al menos una vez al año y 800.000 personas lo hacen a diario. Es una realidad que hay que afrontar”, remata.
El rebranding del cannabis
El inversor trajeado y con formación universitaria o el nerd tecnológico capaz de anticipar cómo evolucionará el mercado están tratando de sustituir el estereotipo del fumeta con rastas en la industria del cannabis. El objetivo: cambiar la percepción de esta industria para favorecer la regulación y así acceder a una parte cada vez más grande de la población mundial. ¿Pero quién ha operado este lavado de imagen? ¿Los movimientos sociales que llevan años luchando por poner esta cuestión sobre la mesa o las empresas y lobbies que ahora han descubierto el potencial de esta industria?
“En España todavía a día de hoy existe mucha confrontación entre el modelo asociativo y más activista y el modelo comercial y empresarial. Históricamente los que han luchado por los derechos de regulación han sido los activistas. Pero la realidad es que por mucha presión social que se haga, si las empresas no están comprometidas y financian o apoyan estos movimientos, hacen campañas y reuniones, y aprovechan sus influencias, la regulación no va a llegar nunca. Y eso tenemos que entenderlo todas las partes para luchar juntos por el mismo objetivo”, asegura Juanma Fernández, director comercial de MJ Freeway en España y Europa, multinacional dedicada al software de cumplimiento.
“Ofrecemos una solución completa de software normativo orientado específicamente al cannabis. Por supuesto, adecuado a las normativas de cada gobierno porque operamos en Estados Unidos, Canadá, Colombia, Puerto Rico o España. De forma que ofrecemos software para los operadores y software de control gubernamental a los órganos reguladores. Además de consultoría y asesoría para adaptar tu negocio a la normativa vigente”, explica Fernández, que en nuestro país trabaja con clubes cannábicos y las empresas autorizadas para investigar y exportar cannabis.
“Nosotros acuñamos el término seed to sale, de semilla a venta, que es la tecnología en la que se basan todas las regulaciones donde el cannabis es legal. El objetivo es conseguir la trazabilidad desde la semilla hasta la venta del producto, de manera que, cuando plantas una semilla e introduces esta información en el software, esa semilla tendrá un código único no modificable hasta el producto final a lo largo de todas las etapas: semilla, brote, vegetación, floración, después la flor que se corta, se poda y se manda a una empresa de manufactura para venderla o convertirlo en otro producto, o se envía a una planta de extracción y se convierte en gominolas, gel o pomada. Ese producto final tendrá el batch lot, un número de lote, que en caso de que una partida defectuosa o cualquier otro acontecimiento, se podría detectar y retirar con seguridad”, señala.
Este es, de hecho, uno de los principales argumentos de la industria para defender la regulación y legalización del cannabis. “Al final, tienes un producto con más información, control y seguridad en la distribución. Acabas con el mercado negro o lo reduces a una mínima expresión. Y das una educación de cómo se puede consumir, sus beneficios y sus perjuicios”, defiende Fernández. Y volviendo a la diversidad de productos derivados del cannabis, destaca: “En España tenemos la imagen de que consumir cannabis es fumar un porro y no es así. En Estados Unidos el año pasado la flor fumada se redujo a un 25-30% del total del consumo de cannabis. Lo que quiere decir que el 70-75% se consume de otra manera: vaporizado, ingerido o de uso tópico”.
Precisamente, relacionar el cannabis con la industria de la salud, el bienestar y el autocuidado es una de las estrategias más exitosas de rebranding de la planta en Norteamérica. La compañía canadiense 48 Nrth, que vende cannabis orgánico en diferentes formatos como flores, cigarrillos, cremas o vaporizadores, no solo cuida la imagen y el packaging al máximo, sino que aconseja a sus usuarias las actividades que mejor acompañan a sus productos: escuchar tu nueva playlist, leer un libro o charlar con ese amigo al que hacía tiempo que no saludabas. Su público objetivo, como ha explicado su CEO, Alison Gordon, son precisamente las mujeres, un perfil que probablemente se acerque al cannabis por primera vez atraído por sus beneficios terapéuticos más que por el colocón.
También el sector del lujo se ha subido a este tren como demuestra la empresa estadounidense Canndescent, con sede en California. Desde su web, prometen, literalmente, cambiar tu estado de ánimo a través de sus cinco líneas de productos: Calm, Cruise, Create, Connect y Charge. Y acompañan su pulcro diseño de inspiradoras citas de Confucio.
La oportunidad ¿perdida? de España
El pasado mes de febrero se celebró Cannabis Europa Madrid, un foro global donde inversores, empresas, laboratorios, científicos y pacientes discutieron la oportunidad que representa la legalización del cannabis medicinal en nuestro país: según sus predicciones, un mercado potencial de 40 millones de euros que podría alcanzar los 500.000 pacientes. “Ahora mismo las empresas están invirtiendo en el aspecto quizá menos rentable de la regulación, que es el medicinal”, apunta Soriano sobre este consumo, minoritario si lo comparamos con toda la población que potencialmente incluiría la regulación recreacional. Pero una inversión mucho más segura. Pues el cannabis medicinal ha sido en muchos países la punta de lanza que está haciendo avanzar la normativa para satisfacer la necesidad acuciante de los pacientes. Siendo, además, una forma de estar ya posicionados ante la eventual regulación integral.
En este sentido, Fernández y la mayoría de los expertos favorables a la regulación del cannabis consideran que España está dejando que otros países la adelanten, perdiendo la oportunidad de liderar una industria en la que ya partía con ventaja. “Ha habido una profesionalización del sector en Estados Unidos y Canadá que ha mejorado mucho los flujos de trabajo y los procesos. En España estamos a la sombra de todo esto porque al no haber regulación, no hay seguridad jurídica, no hay inversores, no hay empresas más allá de las semillas, los fertilizantes y los cultivos, que son las más fuertes en la industria española. Es curioso porque si vas a una feria en Barcelona”, Spannabis, “hay decenas de miles de personas, cinco o seis pabellones llenos de empresas y es alucinante lo que hay construido alrededor de algo que no es legal hoy”, señala el director comercial de MJ Freeway.
“Hay empresas canadienses que están llegando a acuerdos con empresas españolas, que solicitan las licencias a la Agencia Española del Medicamento para poder exportar la producción a otro país con un mercado legal. Las empresas extranjeras están aprovechando esa situación que nosotros no podemos aprovechar porque no todo el mundo puede acceder a una licencia. Es algo laborioso y además se tienen que cumplir muchos requisitos ambiguos. Lo que significa que la Agencia del Medicamento se reserva el derecho a otorgar a su juicio”, añade Fernández sobre la decena de empresas que cuentan con licencias para cultivar plantas de cannabis en nuestro país, ya sea para fines de investigación o para la producción y/o fabricación de cannabis y sus productos con fines médicos.
El siguiente paso, en opinión de ambos, es empezar a hablar de una posible regulación. “El cannabis, obviamente, no es una sustancia inocua, tiene que estar controlada, tiene que regularse de una manera responsable en personas adultas y hay que velar porque esa regulación se haga efectiva, con unas normas, un cumplimiento y un control por parte de la administración, sobre todo, protegiendo a las personas menores”, afirma Soriano.
“Dicho esto, los mayores enemigos de la regulación del cannabis son la ignorancia y la incoherencia. La ignorancia de realmente saber la peligrosidad de esta sustancia y cómo las personas adultas se pueden relacionar con ella. Y la incoherencia de que haya otras sustancias más nocivas que estén reguladas y el cannabis no”, continúa diciendo el portavoz de Regulación Responsable. “Para luchar contra esta ignorancia y esta incoherencia habría que informar a los partidos políticos sobre qué está pasando en otros lugares donde ya se ha regulado. Y analizar todas estas realidades de una forma seria para adaptarlas a la nuestra de una forma responsable”, sentencia.
En la misma línea, Fernández concluye: “A mí no me gustaría que el cannabis se convirtiera en una sustancia liberada. Creo que es un error que se ha cometido con el alcohol y el tabaco, que se han normalizado mucho, se han mostrado mucho en televisión y están muy presentes en nuestra vida. Con el cannabis deberíamos hacerlo diferente sabiendo lo que es, siendo responsables y regulándolo con seguridad”.