Modelos 'in between': la apuesta de las marcas al compás de una generación que exige autenticidad
Las modelos de talla media representan al porcentaje de tallas más extenso y han sido, hasta hace relativamente poco tiempo, olvidadas
Años 90. Estética grunge. Kate Moss. Wyona Rider. Kurt Cobain. Smells like teen spirit. Una época de espíritu rebelde y distopía futurista, en la que la sociedad caminaba paralela a la industria de la moda y sus iconos. Las top models pasaron a ser objeto de admiración popular como hasta ese momento lo habían sido los artistas. Era, sin embargo, una relación muy tóxica. Se impusieron modelos de cuerpos inalcanzables y poco saludables. La apología a las drogas también estaba presente.
Llegó el nuevo milenio y, en su segunda década, el auge de las redes sociales. Las tornas comenzaron a girar. «Antes, cuando solo había revistas, la comunicación era unidireccional. Las redes sociales lo han convertido en una conversación», nos cuenta Estel Vilaseca, directora de moda en LCI Barcelona y subdirectora en Vein Magazine. De esa conversación, surgió el movimiento body positive para reivindicar los cuerpos reales, diversos. Aparecieron las primeras modelos curvy. La industria de la moda dio sus primeros pasos hacia una mayor naturalidad. Ahora, la moda abre las puertas a las modelos in between, modelos de talla mediana cuyos físicos se corresponden con tallas consideradas normativas en la industria, en una horquilla que va de la 38 a la 42.
Las modelos in between o, literalmente, de talla media, representan al porcentaje de tallas más extenso y han sido, hasta hace relativamente poco tiempo, olvidadas en el espectro de representación en el que las modelos de pasarela llegaban hasta la talla 36 y las plus size partían de la 42.
Esto es una respuesta a las demandas de una nueva generación de consumidores que pide una mayor autenticidad. También a las necesidades de nuevos canales de venta, especialmente el comercio online. «La moda retail, al tener bastante de su comercio en ecommerce, necesita más diversidad de modelos para vender su ropa». Es una rama de la industria más conectada con la realidad de los cuerpos, por lo que les da una mayor visibilidad. Marcas de lencería como Black Limba han jugado un papel muy importante en la aceptación distintas clases de cuerpos, utilizando las redes sociales como aliadas.
Todavía hay mucho camino por andar. Nos cuenta Vilaseca que en España la talla media es una 40-42, y en Zara esa es, muchas veces, la talla más grande. «Esto no se borra de un día para otro. Donde más se notará es en las próximas generaciones, que estarán expuestas a iconos mucho más diversos mientras crecen», explica.
Son muchos años, muchos mensajes, pasarelas, películas, revistas de moda… ensalzando un modelo único muy marcado: una mujer blanca, alta, delgada y con el pelo rubio. De ahí que ese camino por andar vaya recorriéndose paso a paso. «Aunque está claro que los cambios no se hacen de un día para otro, creo que la gente joven rechaza este tipo de belleza tan estereotipada, esos modelos tan rígidos», nos cuenta.
«Las redes sociales han dado pie a que se diversifique la belleza», coincide Olga Tamarit, periodista especializada en moda. «Puedes ver un montón de mujeres con sus personalidades, estilos, formas de cuerpo… Todo esto tiene una repercusión en las nuevas generaciones de consumidores, hace que demanden una mayor autenticidad». Para Tamarit, lo más complicado está en que cada mujer de el paso y se identifique y se acepte como es. Es ahí donde empieza el cambio.
La moda siempre se ha mostrado como algo a lo que aspirar. Sin embargo, el enfoque de esta aspiración cambia a medida que los modelos en la industria se diversifican. «La moda que funciona es la que conecta a nivel emocional contigo. En un momento en el que la ética y la sostenibilidad son tan potentes, empieza a haber una nueva generación que conecta más con que la marca sea comprometida y tenga unos valores. La percepción del lujo, de lo que tiene valor, va cambiando», explica Vilaseca. Mientras que en los 90 y en la primera década de los 2000, las modelos eran pura imagen, ahora comienzan a tener voz. Vilaseca está segura de que, de ahora en adelante, «no vamos a tener supermodelos que no tengan un discurso».
La conversación de la que hablábamos antes, iniciada en las redes sociales, quita peso al diseñador a la hora de dictaminar. «Antes el diseñador tenía un papel muy fuerte en decidir estilos de mujer y siluetas. Ahora estamos en la época de la co-creación. El diseñador tiene que tener un diálogo con sus clientes», asegura Vilaseca.