¿Por qué viajar solo aunque tengas pareja?
Un número cada vez más creciente de españoles prefiere viajar en soledad a hacerlo con su pareja
Tú a la playa o de turismo y yo en casa: cada vez es más frecuente que los miembros de una pareja decidan viajar por su cuenta durante las vacaciones, algo para lo que existen casi tantas razones como relaciones. Les contamos cuáles son los motivos que impulsan a ello, y también los mejores consejos para que esta opción no perjudique la unión.
“Este verano voy a viajar solo, sin mi pareja y, aunque no es algo que haga frecuentemente, tampoco es la primera vez. Sin embargo, este año por mis circunstancias personales siento que necesito pasar más tiempo conmigo, y un viaje siempre es la mejor opción.”, cuenta Ignacio Vargas, veterinario e investigador de la Universidad Complutense, que aún tiene por decidir el destino, pues duda entre Alemania, Dinamarca y Suecia (o, si las fronteras se complican, tiene como plan B el Camino de Santiago).
Como él, un número cada vez más creciente de españoles prefiere viajar en soledad a hacerlo con su pareja, tal y como demuestra la encuesta realizada por la plataforma de reserva de actividades Musement, según la cual el 53,6% de los consultados prefieren irse de viaje dejando a la pareja en tierra. ¿Por qué es cada vez más común esta decisión? “Antes no era nada habitual y las razones para ello ahora pueden ser muchísimas, pero una fundamental es que se han desmontado los mitos románticos, como el de la media naranja, según el cual la pareja se amaba más si lo hacía todo junta. Sin embargo, ahora hay evidencia de que las parejas fusionales, que hacen todo absolutamente juntos, suelen sufrir crisis a causa de no haber dejado un espacio individual dentro de la relación”, explica Lorenlay Fraile, psicóloga de pareja que lleva diez años de ejercicio tratando de mejorar la vida sentimental de quienes acuden a su consulta. Por ello, su recomendación pasa por conservar un espacio personal, que es tan importante como el común, y en el que cabe, por ejemplo, la práctica de deporte, las reuniones con los amigos o, por qué no, los viajes por separado.
A esta situación nos ha llevado también un cambio en el paradigma de las propias relaciones; nuestros padres, generalmente, se emparejaban desde jóvenes, y ahora cada vez más parejas se forman en edades más adultas, con los gustos construidos y la independencia más marcada: “Eso implica que los integrantes de la pareja han tenido la ocasión de haber viajado solos, o viajar con sus amigos… Y uno no tiene por qué cambiar los hábitos que ha tenido durante mucho tiempo por el hecho de estar en pareja. Algunas parejas que trato lo hacen así: combinan años en los que viajan juntos y años en los que lo hacen por separado. Así refuerzan aquello que tenían antes de formar la relación”, dice Fraile.
Otra de las razones que explican este incremento se la debemos a la liberación de la mujer, que para viajar ya no tiene que sumarse necesariamente a la rueda de su marido: “Ahora la mujer tiene posibilidades de encontrar sus espacios, gustos y no tiene que depender de lo que la pareja pueda querer ni tiene que acoplarse a ella por tema de dependencia económica”, apunta la terapeuta.
“Yo llevo muchos grupos de australianos y canadienses, y en su mayoría tienen más mujeres que hombres, ¡y es porque hay muchas mujeres que viajan solas! Muchas hacen un viaje con amigas al año y otro con su marido, y me dicen ‘es que mi marido no aguantaría este trote, o no le gusta tanto la Cultura, la Historia…’”, cuenta Beatriz Quirós, guía turística oficial de la Comunidad de Madrid. En ese sentido, la experta psicóloga apunta que uno de los beneficios es precisamente ese, poder realizar las actividades que más nos gustan, del modo en que nos gustan: “No tienes que estar debatiendo con tu pareja por conflictos de intereses, ni estar supeditándote para complacerla, además de que te ayuda a conocerte a ti mismo en otra situación, saber si tus gustos son los tuyos o te estás adaptando demasiado: al separarte de ella puedes mirarte mejor a ti”, afirma Fraile, que añade además otra ventaja principal de encarar la experiencia: viajar en solitario aumenta nuestra autoestima, ya que “se producen nuevas conexiones neuronales ante todo lo nuevo, tienes que tomar decisiones propias y se refuerza la autonomía personal al tener que decidir sin contar con el otro. Asumir ciertos riesgos aumenta mucho la seguridad en uno mismo”.
Quizá por ello la satisfacción de quienes dan el paso sea visible, a veces tanto como para guardar para siempre un recuerdo y contarlo emocionada, como le pasa a la guía turística: “No se me va a olvidar nunca la cara de felicidad de una mujer cuando metió los pies en una playa del parque natural del Algarve (en Portugal). Nunca había salido de su Canadá natal, ya que a su marido no le gustaba viajar, y en su primer viaje se reía con una magia y una ilusión… Era como una niña de 10 años jugando con el agua, aunque tuviera 60”.
¿Ha influido el confinamiento? ¿Viajamos más por separado para compensar tanta compañía?
¿Y qué pasa con esas parejas que han compartido los mismos metros cuadrados repetidos día tras día, en un bucle doméstico que ha durado casi tres meses? ¿Tienen aún ganas de viajar juntas o prefieren darse aire? “Pues una cosa es que lo deseen y otra que lo decidan. Sí que he notado que a muchas parejas les ha hecho mella el tener que estar conviviendo, sobre todo aquellas con hijos, donde la convivencia ha estado muy saturada y el espacio individual ha sido prácticamente nulo. Esas parejas sí manifiestan ese deseo de tener un espacio personal, lo que pasa es que no siempre es posible, y más si se tiene hijos”, desarrolla Fraile, quien explica que en parejas sin hijos cuya relación se ha erosionado a fuerza de la costumbre de la cuarentena, sucede justo lo contrario: “En su caso, o bien están decidiendo la separación, que he tenido algún caso, o bien van a pasar juntos las vacaciones para reforzar el vínculo”.
¿Y si uno de los dos no está de acuerdo?
“Mi pareja de momento no tiene previsto hacer ningún viaje sola, aunque seguramente hagamos también algún viaje juntos. Hemos hablado de esta decisión mía y la ha entendido desde el primer momento”, cuenta el investigador Ignacio Vargas. Y esa, precisamente, es la clave que los expertos recomiendan a las parejas que decidan viajar por separado: como en todo, es precisa mucha y buena comunicación. Sobre todo para ahuyentar los dos fantasmas posibles que pueden derivarse de esta experiencia, como son los celos y la envidia.
“Debe ser algo consensuado, porque hay varias posibilidades: que ambos tengan esa necesidad, o que a uno de los dos no le guste tanto la idea, o le dé más miedo… Por eso tiene que ser algo negociado, nunca impuesto. Y tratar de encontrar un término medio: a lo mejor al principio un fin de semana y ver qué pasa, cómo afecta o no a la relación… Y luego puede ser una semana, diez días, quince días…”, cuenta Lorenlay, que recomienda también que el destino elegido no coincida con un lugar que la pareja desee conocer: “Si uno de mis sueños es viajar a Nueva York y mi pareja decide ir a Cuba, lo llevaré mejor que si decide ir precisamente a Nueva York. Y también puede aprovecharse esa oportunidad para viajar de un modo diferente: uno puede ser más mochilero, y el otro optar más la comodidad… Así que podemos aprovechar esa oportunidad de viajar solo para viajar según nuestro modelo”, cuenta la experta.
Por su parte, Quiróz, cuenta que ella también ha optado por viajar sin su pareja: “La primera vez que viajé sola tenía pareja y me fui de mochilera a Argentina y a Chile seis semanas. Me fui sola, para vencer mis miedos, ya que cuando vas con tu pareja no te puedes desinhibir tanto… Y descubrí que tú eres tú, tienes muchos momentos para pensar, tienes tus sentidos totalmente activos, eliges lo que quieres hacer, vas diseñando tu plan de viaje. Yo, por ejemplo, no le doy prioridad a las comidas ni a hacer compras, pero sí se la doy a ver sitios, a conocer gente… yo me meto en los escondrijos a preguntar a la señora por qué hace esto y lo otro. Todas estas cosas te aportan en ese sentido, es verdad que a veces el ir sola no tienes a nadie con quien comentar, pero también es más fácil hacer amigos”, concluye Beatriz, con una gran sonrisa que se le pierde en las memorias de sus viajes.