La noche madrileña se apaga: «Si el ocio nocturno es tan peligroso, que lo cierren directamente»
[Los locales de ocio nocturno de Madrid cierran sus puertas voluntariamente desde este viernes hasta el domingo como señal de protesta por las medidas decretadas por la Comunidad de Madrid].
Es un cierre resignado, a la espera de explicaciones. Nace del desconcierto y de la indignación. Es, también, un cierre inevitable. De «voluntario», sin embargo, tiene bastante poco. La nueva normativa para los locales de ‘ocio nocturno’ se aprobó el miércoles de la semana pasada y entró en vigor con su publicación en el BOE ese mismo jueves. Rafael Riqueni, propietario del Reptilia, un bar de copas que abrió con un amigo hace ya cuatro años, se enteró por WhatsApp esa misma tarde. No lo vio venir: «Esto no te permite abrir, ni te da opción a nada. No tengo margen de tiempo para reinventar el negocio», me cuenta. El pasado fin de semana, tan solo abrieron un 4% de los locales de ocio nocturno en Madrid.
El Ocean Rock Bar, centro neurálgico de la noche en Malasaña, no abrirá hasta septiembre. Me cuenta Alberto Luque, uno de los dos propietarios, que las idas y venidas de la Comunidad de Madrid les han llevado a un callejón sin salida. Decidieron reabrir en julio, probar cómo iba, pues parecía que la vida empezaba a rodar. Sacaron a toda la plantilla del ERTE. De repente, esto: la obligación de cerrar a la 1:30, hora en la que habitualmente empieza a entrar gente en el bar. Ahora, como la Comunidad no ha decretado el cierre directamente, no pueden devolver a los empleados al ERTE. Tampoco tienen bagaje a la hora de negociar el alquiler con el casero ni pueden seguir cobrando la ayuda a autónomos por cese de actividad (una inyección mensual de 600 euros con la que sí contaron durante los meses de confinamiento). «Nos culpan de todo, pero no nos dan alternativas», explica.
Los contagios se disparan entre los jóvenes y el dedo acusador apunta al ‘ocio nocturno’, un término que nadie sabe muy bien qué engloba, pero que, como tantos otros, ha entrado en el vocabulario colectivo. Sin embargo, las cifras dicen que su porción del pastel no es tan grande: es responsable del 6,2% de los brotes y el 8,2% del total de nuevos contagios producidos durante la semana del 27 de julio al 2 de agosto. Por eso asociaciones como Noche Madrid y España de Noche reclaman a las administraciones que diferencien los brotes en los botellones o fiestas irregulares de los que se producen en empresas y locales de ocio.
Rafa en el Reptilia; Alberto en el Ocean; Manuel Durán en el Malaica, del que también es propietario. Distintas caras de una misma historia. Todos el mismo aire resignado, a medio camino entre el desconcierto y la indignación. «Se lavan las manos de cara al público y consiguen no tener que darnos ayudas». Su petición es simple: «Si el ocio nocturno es tan peligroso, que lo cierren directamente».
Tras los meses de confinamiento, Rafa ni siquiera tenía pensado abrir el Reptilia. Pero aumentaron el aforo al 75% y pensó: ‘Bueno, por lo menos durante el verano’. En marzo pidió un aval ICO para ir tirando, con un tipo de interés al 3%. «Al fin y al cabo es como cualquier préstamo, pero con un tipo de interés algo más bajo», me explica. En marzo tendrá que empezar a pagar una cuota de 500 euros al mes. Parece lejano, tiempo suficiente; pero seamos realistas: ¿Quién sabe cómo estarán las cosas en marzo?
Los tres coinciden, también, en la falta de criterio a la hora de apuntar a unos u otros sectores. En el Ocean, me cuenta Alberto, cumplían con todas las normas de seguridad cuando abrieron a principios de julio. Aguantaron abiertos poco más de tres semanas, y en ese tiempo tuvieron cinco inspecciones policiales. Las superaron todas. «Además, no tiene sentido –desde el punto de vista sanitario– que no hayan reducido el aforo, simplemente el horario», añade Rafa. «Si vas a las ocho de la tarde a un bar de copas vas a hacer y beber lo mismo que a la una de la mañana».
La única cuestión sobre la mesa ahora mismo es sobrevivir. Las grandes discotecas pueden permitirse no abrir porque tienen las cuentas más saneadas y una infraestructura empresarial detrás que las protege. Esto a quien más afecta es a bares de copas y a discotecas pequeñas. A aventuras de quienes deciden abrir un sitio en el que pasan cosas. «No quiero sacarles un pastizal al Gobierno, me conformaría con que me diesen algo menos de lo que suelo ganar al mes», explica Rafa. Sabe que, ahora mismo, la solución sólo pasa por inyecciones de dinero directo. «Las rebajas fiscales no se empiezan a notar en pequeños negocios hasta mucho más adelante, es inútil en esta situación. A mí, que estoy yo solo con el portero y los camareros que van y vienen hasta que esto vuelva a arrancar, no me supondría nada», concluye. «Mi futuro ahora se basa en buscarme otro trabajo para ir tirando y en aguantar por algo en lo que creo».