Un día de playa en el verano de la Covid-19
En el año de la pandemia todo está sujeto a cambios, incertidumbre y medidas de seguridad, y las vacaciones no escapan a eso. Vivimos un día de playa en el verano de la Covid
El ritual era bien parecido en todas las orillas: coger la sombrilla, la crema, el sombrero, el libro, los juguetes de los niños, las bebidas fresquitas, las sillas, toallas y demás elementos playeros y bajar con esperanza en pos de encontrar un hueco suficiente en la arena. Ahora, a todos los preparativos propios para pasar una jornada junto al mar se le suman las medidas de seguridad que la prevención del virus nos impone. ¿Cómo estamos viviendo estas restricciones en uno de los terrenos más libres que conocemos, como es la playa?
En la de Denia, en la Comunidad Valenciana, unas flechas azules estampadas en las tablas de madera de las entradas indican la dirección por la que circular: unas marcan el acceso y otras, la salida. Una vez en la arena, otro cartel delimita la zona en la que podemos instalar nuestro campamento; hay una zona reservada para ello, otra para la práctica deportiva y una más, de unos cinco metros de ancho y junto al mar, para pasear. Esther Lázaro es una de las veraneantes que conoce bien esta zona, pues lleva más de dos décadas veraneando aquí. Ella encuentra una parte positiva dentro de tanta restricción: “A mí me molestaba mucho que se me metieran en la toalla y ahora, mira, como se cumplen las distancias, estoy encantada, disfruto de mi parcelita de arena, se puede pasear tranquilamente…”, cuenta mientras disfruta de uno de esos paseos por la orilla, eso sí, enfundada en su mascarilla porque desde finales del mes de julio en este municipio de la costa alicantina su uso es obligatorio en la playa salvo para estar bajo la sombrilla junto a nuestros convivientes y, claro está, en el momento del baño.
Vayamos a eso, a pasear. La orilla se ha convertido en un ir y venir de gente enmascarada. Los hay que llevan también sombrero y gafas: de ellos no queda un solo centímetro de rostro a la intemperie, y por momentos la escena adquiere un aire de carnaval extraño. También están quienes parecen instalados en otro verano y hacen caso omiso de la obligatoriedad de llevar esta prenda tan poco playera, pero rápidamente son advertidos por el personal que la Comunidad Valenciana ha contratado para velar por el cumplimiento de esta medida en toda la costa. “Nuestra misión es controlar todo lo que ocurre en esta zona de estos cinco metros de playa y vigilar básicamente que nadie se sitúe aquí, además de que se respete la normativa de distancia de seguridad entre sombrillas”, cuenta Marta, una de las integrantes de estas patrullas. Su compañero Jona añade: “Por lo general la gente responde bien cuando les advertimos, aunque sí hay algún caso aislado que no acaba de adaptarse a las normas. Aunque la gente cumple, por lo general”.
¿Y el agua? Lógicamente, en el agua nadie lleva mascarilla, pero el mar se ha teñido de alusiones al tema del momento. Un bañista comenta con otro, al que acaba de saludar a una prudente distancia de más de tres metros, que el mar está “como siempre” pero que todo lo demás ha cambiado y seguirá cambiando: “Luego vendrá la nueva normalidad de la nueva normalidad de la nueva normalidad… porque nos queda para rato”, dice sin ocultar un deje de preocupación.
Cerramos los ojos y lo notamos: hay menos ruido en la playa. Se juega menos, hay menos algarabía, tanto dentro como fuera del agua. Un padre sigue incansable a su hijo de tres años en todos los recorridos que este, intrépido, realiza entre la orilla y su toalla. Cuando se acerca a otro niño de la sombrilla aledaña con intención de jugar, su padre le coge de la mano y se lo impide: este año aún no podrá hacer amigos.
Intentamos también encontrar algún extranjero al que preguntar, pero no resulta tarea fácil: en el verano de la Covid no se ven tantos por la playa, según la plataforma Exceltur, formada por algunas de las principales empresas turísticas españolas, España recibirá este año a unos 32 millones de turistas internacionales, lo que supone un descenso del 61,8% respecto al pasado año. Al fin, localizamos a una pareja de suizos, Heidi y Rico, que dicen estar encantados con cómo se está llevando la situación en esta playa. Rico cuenta que lleva quince años viniendo a este municipio de la costa alicantina y que este verano, como medida de precaución, evita algunas plazas “donde pueda haber más gente”. Heidi, por su parte, nos dice que en Lucerna no han adoptado tantas medidas como aquí: “Estoy muy a gusto, porque las restricciones son buenas y la gente guarda la distancia perfectamente, está muy bien organizado. Mejor que en Suiza, donde en los lagos hay mucha gente y están muy cerca unos de otros”, relata, y añade: “Aquí estamos mucho más tranquilos, todo el mundo lleva mascarillas en la calle y en las tiendas”.
A pesar de que el calor aprieta con crudeza estos días en toda la costa levantina, el clima general es de optimismo entre los afortunados que pueden disfrutar de unos días de asueto junto al mar: “Esta es la circunstancia que nos ha tocado y nos tenemos que adaptar, hay que hacer todo lo posible por que el virus no se siga propagando… Y aunque echo de menos la libertad de venir sin mascarilla, por lo demás lo estamos asumiendo con bastante normalidad el común de la gente”, dice Ángela Ramírez, otra veraneante habitual de esta costa. Esther Lázaro la refrenda y habla de la suerte de estar junto al mar tras los largos meses de confinamiento: “Es un privilegio los que podemos venir al mar, con lo sanador que es… Tenemos mucha suerte de estar bien, sanos, vivos y disfrutando de la naturaleza”.