Cuando Juani de Lucía y su empresario marido pisaron a mediados de los setenta la zona de Sankt Pauli, alucinaron con lo que se veía por allí. El barrio rojo de Hamburgo andaba repleto de sex-shops, burdeles y shows de sexo en vivo, completamente legales y abiertos las veinticuatro horas del día, y a ambos se les iluminó rápidamente la bombilla. Al regresar de aquel viaje, los dos decidieron alquilar en pleno Paralelo barcelonés un local que antes había sido un popular tablao flamenco regentado por La Bella Dorita, y frecuentado por celebridades como Lola Flores, María Callas, Aristóteles Onassis o el rey Balduino de Bélgica. ¿La idea? Abrir allí un local de espectáculos pornográficos al estilo de los que habían contemplado en Alemania.
Aquel atrevimiento —al que bautizaron con el nombre de Sala Bagdad (por aquello de evocar ‘Las mil y una noches’)— revolucionó en cuestión de días el pacato ocio nocturno de la ciudad. «Lo abrimos un mes justo después de la muerte de Franco, el 20 de diciembre de 1975. Todo estaba prohibido entonces. Durante la dictadura, no se podía mostrar ni un topless y la gente se iba a Perpiñán [para poder disfrutar de lo que aquí se les prohibía]. [Abrirlo] fue un riesgo muy fuerte, pero desde el principio hubo ya colas en la puerta», asegura Juani.
El legendario club arrancó su andadura con algún que otro problema con la policía y con lo que la empresaria llamaba «un espectáculo sexy», consistente en un show de variedades y otro de sexo en vivo. «Aquí estaba empezando el destape y no había artistas que pudiesen hacer porno», señala. «Al principio, traíamos a artistas alemanes de las salas que entonces triunfaban en Hamburgo. Después, ya fuimos ‘reconvirtiendo’ a la gente de aquí y montando espectáculos para que pudieran hacer porno».
No resulta exagerado afirmar que en el escenario del Bagdad se han forjado las principales figuras del erotismo patrio e internacional. «Bagdad ha sido una fuente de creación», comenta orgullosa Juani, que dirige los espectáculos y realiza también los castings y vestuarios. «De aquí han salido actores porno como Nacho Vidal, Ramón Nomar, Toni Ribas o Sophie Evans. Ten en cuenta que en una película, cuando montan un set, si el actor no está preparado se puede retrasar todo por unos minutos más. Cuando sales al escenario, no. El propio Nacho Vidal, que según comenta Juani apareció un buen día de principios de los noventa en su local «con la idea clara de convertirse en actor porno y triunfar en el mundo entero», lo pasó regular al principio.
Hablando de éxito, muchos tienen claro que el del Bagdad radica en la constancia de su dueña y, sobre todo, en el contacto entre clientes y actores sobre el escenario. Una interacción del público que, según recuerda Juani, dio comienzo allá por 1978, con una espectacular artista negra estadounidense llamada Princess Rolls-Royce: «Tenía una copa de champán gigante que ocupaba todo el escenario. Ahí dentro ponía espuma y se bañaba ella, subía a un cliente y, para comenzar, lo bañaba». Fue el éxito de este tipo de puestas en escena atrevidas e innovadoras lo que condujo a que las artistas quisieran continuar satisfaciendo los deseos de sus admiradores.
Quienes conocen la sala saben que por allí ha desfilado lo más granado del mundo erótico. Nadie ha podido olvidar los divertidos espectáculos en directo del italiano Holly One, el actor porno más bajo del mundo —fallecido en 2006 como consecuencia de un paro cardiaco—. O los del Faquir Kumar, quien trabajó durante dos décadas en el Bagdad y era capaz de colgarse en el pene —previamente atravesado con un estilete— una campana de treinta kilos. Los numeritos de alto voltaje de la artista Carmen Snake, que colabora en la sala barcelonesa desde 2009, tampoco han dejado nunca indiferente a nadie. «Además de hacer un striptease, yo sacaba una serpiente y bailaba de forma muy sensual con ella colocada sobre mi cuerpo desnudo. Una vez saqué [de entre el público] al actor Macaulay Culkin, que había acudido con su hermana y un amigo, y casi lo desnudé. Bailé con él y le puse mi serpiente sobre su cuerpo. Se lo pasó genial», cuenta la estríper y actriz, que hace poco participó en el rodaje de Nieva en Benidorm, la nueva película de Isabel Coixet.
Aunque tres cuartas partes de los asiduos al Bagdad son extranjeros, la artista tarraconense afirma que «allí van todo tipo de personas: mayores, jóvenes, chicos solos, chicas solas y parejas de todas las edades. Los chinos, por ejemplo, siempre entran, pagan entrada, pagan bebidas y luego se duermen en las sillas».
A pesar de la importante caída de espectadores de los últimos años —motivada, según su propia dueña, por la crisis política catalana—, la popularidad del Bagdad sigue estando casi a la altura de la que ostenta la Sagrada Familia. De hecho, y hasta el pasado mes de marzo —cuando estalló la pandemia—, la sala funcionaba prácticamente todos los días del año. ¿Podría enfrentarse el Bagdad a un futuro incierto por el impacto socioeconómico de la Covid-19?. «El sexo no va a caer nunca», responde Juani sin titubeos. «Por más sexo virtual que puedas tener, o por más películas que puedas ver en una pantalla, cuando llegas a una ciudad como Barcelona, sales a cenar y te apetece ir a tomar una copa o te apetece ver a chicas y chicos desnudos que hacen un espectáculo del que tu amigo, si quiere, puede participar. Es obligado que si uno sale a desconectar un rato y a pasárselo bien le haga una visita a un local de espectáculos tan singular como es el nuestro».