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Las Huelgas, un monasterio único donde la poderosa abadesa solo respondía ante el Papa

Visitamos el imponente conjunto monacal, declarado Monumento Histórico Artístico en 1931 y hoy gestionado por Patrimonio Nacional, para recordar su historia y admirar su iglesia, los dos claustros, el panteón donde los reyes castellanos se enterraron y su museo de telas, con indumentaria civil de la Edad Media magníficamente conservada

Las Huelgas, un monasterio único donde la poderosa abadesa solo respondía ante el Papa

Patrimonio Nacional

Al oeste de la ciudad de Burgos y a unos tres kilómetros de sus murallas se sitúa el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, un impotente conjunto monástico cuyo espectacular patrimonio refleja su singular historia. Fundado por el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet en el siglo XII, este cenobio cisterciense acumuló tales privilegios, autonomía y poder que sus abadesas gobernaban la vida monacal, pero también medio centenar de villas y sus tierras, gracias a su propio fuero impartían justicia y controlaban impuestos. En resumen: estaban por encima de la curia episcopal y solo debían obediencia al papa de Roma. 

«El Monasterio de Santa María la Real de Huelgas en Burgos fue concebido por sus fundadores, Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, con unos objetivos muy precisos: dar cabida a una comunidad femenina de religiosas cistercienses y servir de lugar de retiro y de enterramiento para la familia real, es decir, ser el panteón real de los reyes de Castilla», cuenta María Jesús Herrero, conservadora de Patrimonio Nacional y autora de la Guía del Monasterio de las Huelgas. 

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‘Virgen de la Misericordia con los Reyes Católicos y su familia’, tabla atribuida a Diego de la Cruz en la que se aprecian los retratos de los Reyes Católicos bajo el manto de la Virgen. A la derecha aparece una abadesa con su báculo que ha sido identificada como Leonor de Mendoza, abadesa del monasterio de las Huelgas de Burgos entre 1486 y 1499. | Imagen vía Wikipedia.

Según algunos historiadores fue la reina Leonor quien insistió en conseguir esta fundación con el fin de que las mujeres de la nobleza tuvieran un lugar donde retirarse y, al menos dentro de la vida monástica, alcanzar los mismos niveles de mando que los hombres. Para garantizar su independencia, los reyes donaron cerca de 50 lugares al sur del Río Arlanzón en el paraje de Las Huelgas, forma en que se denominaba al terreno de cultivo no trabajado y dedicado a pastos. Este patrimonio material crecería con el tiempo presidido por el imponente monasterio, cuyo aspecto de fortaleza subraya su torre fortificada y los restos del recinto amurallado.

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Foto: Lourdes Cardenal vía Wikipedia.

«La variedad de poderes y privilegios de la abadesa de las Huelgas, tanto en lo temporal como en lo espiritual y eclesiástico, están muy bien delimitados a partir de la carta fundacional de 1187 y la donación por parte de Alfonso VIII, refrendada por el Papa Clemente III y los posteriores. La abadesa solo debía rendir cuentas ante el papa y en los territorios y monasterios de su jurisdicción ejercía un poder absoluto, como un ‘príncipe eclesiástico y civil‘», explica la conservadora del monasterio. «Otras abadías como las de Fontevrault en Francia o Conversano en Italia tuvieron abadesas con mucho poder, pero siempre sujetas a un Vicario. La abadesa de las Huelgas es un caso único y excepcional en la Edad Media cuya jurisdicción eclesiástica era calificada de cuasi episcopal vere nullius, es decir, no sujeta a un obispo», añade.

De este modo, las abadesas de Las Huelgas disfrutaron de una autonomía y poder tan elevados que estaban por encima de los obispos castellanos, dependiendo directamente del papa. Poseían su propio fuero, por el cual controlaban los impuestos o la justicia, nombraban alcaldes y a las distintas autoridades civiles. También tenían autoridad sobre los sacerdotes de su señorío, dándoles ellas la licencia para impartir los sacramentos. Y como muestra de su poder, algunas abadesas lucieron un tocado especial parecido a una mitra y un báculo, símbolos reservados a los obispos. 

La abadesa María Ana de Austria con el báculo. | Imagen vía Wikimedia Commons.

«Desde su primera abadesa, doña Sol (1187-1203), el señorío de las Huelgas abarcaba 14 pueblos grandes y 50 pequeños y estaban sujetos a su autoridad 13 monasterios. Sus posesiones se extendían desde la Llana de Burgos hacia Toledo y Santander», explica Herrero. «En el orden temporal a la jurisdicción de la abadesa le correspondía nombrar Alcalde Mayor o Juez ordinario en los lugares y villas que dependían del monasterio. En el orden eclesiástico, entre otros privilegios, podía presidir la elección de abadesas de monasterios, otorgaba licencias para confesar o predicar, nombrar confesores y capellanes. Es decir, administraba en todos los campos de la vida conventual femenina de la orden», cuenta la conservadora.

La relación de la Corona de Castilla con el convento se tradujo, como Leonor pretendía, en que varias infantas de la familia real fueron abadesas de las Huelgas, empezando por su hija Constanza, que sucedió a la mencionada Sol. Además de ser el panteón real, aquí también se nombraron caballeros y se coronaron los reyes Alfonso XI y su hijo Enrique de Trastámara. «El monasterio y su entorno han sido y siguen siendo escenario, desde su fundación, de diversas ceremonias y fiestas importantes. En 1219 fue armado caballero en las Huelgas Fernando III el Santo, su hijo Alfonso X en 1254 y el príncipe Eduardo de Inglaterra en 1255. Para esta ceremonia se utilizaba una imagen articulada de Santiago, que se conserva en la capilla de su mismo nombre», explica Herrero. «Las visitas  de los reyes eran un acontecimiento de especial trascendencia y para ello se abría la llamada Puerta Real, que se conserva tapiada y solo se abre cuando un rey visita el monasterio», añade.

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Imagen vía Patrimonio Nacional.

El Monasterio de las Huelgas conservó sus privilegios durante siete siglos, hasta que en 1873 el papa Pío IX (1846-1878) suprimió todas aquellas jurisdicciones exentas de España a través  de la Bula Quae Diversa. No obstante, el monasterio continúa activo hoy en día con unas 10 monjas, lejos del centenar que lo habitaba en el Medievo. «La comunidad de religiosas sigue dedicada a una vida de oración, al servicio a los demás y el trabajo según el lema de la orden del cister ora et labora. Es la casa matriz y cabeza de todos los monasterios cistercienses de España», comenta Herrero.

La visita al Monasterio, de las vidrieras de la iglesia al Museo de Telas Medievales

Fruto de su historia, la visita que ofrece actualmente Patrimonio Nacional a las dependencias del Monasterio de las Huelgas es una cita ineludible. La primitiva iglesia mudéjar, parcialmente conservada en la actual capilla de la Asunción, de estilo almohade, contrasta con el claustro románico conocido como las Claustrillas, que consta de 12 arcos por lado apoyados en columnas dobles, típicas de este estilo, con capiteles con motivos vegetales y castilletes.

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Imagen vía Patrimonio Nacional.

En el primer tercio del siglo XIII se construyó el monasterio gótico definitivo, en la sobria arquitectura característica de la orden cisterciense, con una gran iglesia de muros reforzados y espectaculares vidrieras, claustro y dependencias entorno a éste, entre ellas la sala capitular. Al sur de la iglesia se alza este segundo claustro, el de San Fernando, que es ya de claro estilo gótico, con bóvedas de yeserías mudéjares.

En lo que respecta al comentado panteón real, «destacan numerosos sepulcros con una rica decoración escultórica y pictórica, como el de Fernando de la Cerdá, el sepulcro doble de los reyes fundadores o el de Doña Berenguela», señala Herrero.

Otro de los grandes atractivos de este monasterio se encuentra  en la cilla o granero monacal. Se trata del Museo de Telas Medievales, donde se expone un amplio recorrido por la indumentaria civil de la Edad Media reconocida internacionalmente por el alto grado de conservación y la riqueza de las piezas, así como el pendón de las Navas de Tolosa, la batalla que en 1212 supuso el declive del dominio musulmán en la Península Ibérica. Las piezas expuestas proceden fundamentalmente de los ajuares funerarios de los reyes e infantes de Castilla de los siglos XII, XII y XIV enterrados en el monasterio, distinguiéndose el conjunto del mencionado Fernando de la Cerdá (1255-1275), hijo de Alfonso X. 

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Imagen vía Patrimonio Nacional.

En resumen, visitar Burgos y el Monasterio de las Huelgas, que en 2019 recibió a más de 65.000 personas, es una forma excepcional de recorrer nuestra historia y nuestro arte descubriendo por el camino una cuestión prácticamente desconocida: el inmenso poder que ejercieron sus abadesas. «Es un monasterio único y singular por su fundación y por su concepción, lleno  de historia, de arte, de paz, de recogimiento y acogida para todas las personas que quieran disfrutar de la belleza exterior e interior  de sus muros», concluye Herrero.

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