Arte contemporáneo, cocina sefardí y Antonio Machado para redescubrir Segovia
Todos conocemos el Acueducto, la Catedral o el Alcázar de Segovia, pero la ciudad Patrimonio de la Humanidad tiene otros muchos encantos por descubrir. Para disfrutar de una escapada o de una larga estancia, proponemos cinco planes diferentes que incluyen paseos por refrescantes rutas verdes, el desconocido azud donde la célebre obra de ingeniería romana recoge su agua o la Casa-Museo donde el poeta sevillano pasó más de una década
Tan cerca de Madrid y bien comunicada con el resto de España, Segovia es un destino perfecto tanto para escaparse un día a comer como para dedicar varios días a visitar su abundante patrimonio.
Para salir del circuito más conocido, que incluye la citada obra de ingeniera romana, su espectacular Catedral gótica o su imponente Alcázar, recopilamos cinco propuestas distintas para conocer o redescubrir esta ciudad de muchas otras maneras. Desde una exposición inmersiva de arte contemporáneo a unas tapas en la Judería, además de dos rutas por zonas verdes y la pensión donde el escritor Antonio Machado vivió durante más de una década.
1. Tradición y vanguardia en la exposición Hereditas
El Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente acoge hasta el 26 de septiembre el proyecto expositivo Hereditas, una compleja intervención de Gonzalo Borondo (Valladolid, 1989) que reflexiona sobre el valor del museo como espacio para preservar nuestro patrimonio y la capacidad del arte para devolver la vida a los objetos que perdieron su función original. Y lo hace con una experiencia inmersiva que dejó a esta visitante asombrada ante la mirada multidisciplinar de este artista.
Concretando, Borondo recupera testimonios originales del pasado para revelar su origen. Por ejemplo, la escultura de San Agustín de Hipona de mitad del siglo XVI que abre la muestra no solo presta atención el delicado trabajo, atribuido a Adrián Álvarez, sino que también exhibe su reverso, el tronco de madera sobre el que se talló la imagen. A continuación, columnas, trozos de yeserías, hornacinas o tapices aparecen expuestos tal como eran o son recreados en clave contemporánea. Y utiliza lenguajes y soportes muy diferentes para sumergir al público en una sugestiva experiencia que incluye pinturas, animaciones, ilusiones ópticas, sofisticadas tecnologías digitales o efectos sonoros. Como cuando el esqueleto de un crucificado cobra vida gracias a unas delicadas y electrizantes proyecciones en vidrio.
«Los cristianos rezan a la estatua de un santo, buscando protección. Lo llamamos Fe. Los paganos hacían lo mismo ante el tronco en que se tallaba. Lo llamamos Superstición. Nosotros, visitantes de un museo del siglo XXI, veneramos la institución que nos proporciona esta experiencia. Lo llamamos Cultura. Es la creencia más rara de las tres y si no nos lo parece es porque es la nuestra», afirma José María Parreño, crítico de arte y comisario de la exposición, al inicio de esta exposición, un tributo a la naturaleza como fundamento e inspiración de la cultura y la religión.
Para rematar, Hereditas ha sido diseñada pensando en los diferentes usos que tuvo este museo desde el siglo XV: de palacio urbano de Enrique IV y casa nobiliar a Hospital de Viejos o escuela de artes y oficios. De manera que la muestra permite redescubrir la historia de este espacio y generar un nuevo lugar donde los vigilantes de las salas asisten emocionados a esta transformación.
2. Una ruta verde por el Valle del Clamores y el Río Eresma
Segovia está rodeada por dos valles de enorme riqueza ambiental y paisajística: el del Río Eresma, al que dedicó sus versos Antonio Machado, y el del Clamores, hoy seco tras ser soterrado a mediados del siglo XX. En estos días de calor, es muy recomendable recorrer este refrescante cinturón verde, un paseo circular y bastante asequible de aproximadamente una hora que comienza en el barrio de San Millán, a escasos minutos del Acueducto, y termina en este punto.
Desde el puente de Sancti Spiritu se ve el camino que, bajando por la Cuesta de los Hoyos, conduce a una pequeña explanada con una vegetación exuberante y unas vistas privilegiadas de la Muralla, que por cierto, conserva algo más de dos kilómetros de su perímetro. Ajenos ya al ruido de la ciudad, olmos, almeces, acacias o saúcos son hogar de ruiseñores, petirrojos, mirlos, herrerillos, jilgueros o verderones. Y más adelante aparecerá, por la derecha la torre de la Catedral, y por la izquierda, al otro lado de la carretera, el Pinarillo, el antiguo cementerio judío.
Tal y como recomienda Turismo de Segovia, si nos fijamos en la roca se aprecia cómo la erosión fluvial y otros fenómenos geológicos han generado las características formas del valle a modo de cuevas, que sirvieron en su día como refugio y hoy dan cobijo a grajillas, chovas piquirrojas o palomas bravías. A continuación, nos encontramos con la pradera de San Marcos, donde confluyen los ríos Clamores y Eresma y el Alcázar se levanta espectacular dibujando frente a nuestra mirada la proa de un gigantesco buque.
Ya en el Eresma el paseo continúa por el santuario de la Fuencisla y la iglesia de la Vera Cruz, interesante templo románico de una única nave con planta dodecagonal, el convento fundado por San Juan de la Cruz, el Monasterio de Santa María de El Parral o la Real Casa de Moneda. Construida en 1583 por Felipe II, actualmente aloja el Centro de Interpretación del Acueducto y es una parada ideal para tomar algo con su terraza de verano sobre el río.
Desde aquí parte la Alameda del Parral, primer paseo arbolado público de la ciudad creado, precisamente, con motivo de la visita del monarca al Real Ingenio de la Moneda. Al final de la Alameda del Parral se encuentra la antigua Fábrica de Borra, desde donde se puede continuar la ruta por la Senda de los Molinos o volver al centro por el barrio de San Lorenzo y la avenida Vía Roma, que como no podía ser de otro modo, termina en el Acueducto.
3. Perderse en la Judería y descubrir la cocina sefardí
Habitada por población judía desde el siglo XI hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos, son muchos los atractivos de la Judería de Segovia. Empezando por perderse en sus estrechas callejuelas medievales, cuyas viviendas han sido rehabilitadas y restauradas, o descubrir más sobre su presencia en el Centro Didáctico de la Judería, situado en el interior de la casa del ilustre Abraham Senneor.
Persona de confianza de los reyes Isabel y Fernando, rabí mayor, alguacil de la aljama de Segovia, recaudador de rentas y juez mayor de todas las aljamas del reino de Castilla, Senneor fue un hombre de gran influencia en la ciudad y en Castilla. Su gran poder económico le permitió proteger activamente a los judíos cuando la situación se hizo cada vez más difícil, a finales del siglo XV. Y ofreció grandes sumas de dinero a los Reyes Católicos para evitar la expulsión, aunque no tuvo éxito. Como curiosidad audiovisual, El ministerio del tiempo se inspiró en este personaje para crear a Abraham Levi, otro judío que en la serie reveló el secreto de las puertas del tiempo a Isabel La Católica para protegerse de la Inquisición… aunque terminó siendo quemado en un auto de fe.
De vuelta a la realidad, Senneor se convirtió al cristianismo en 1492 y cumplidos ya los 80 años para evitar la expulsión. Se bautizó con el nombre de Fernán Pérez Coronel y sus padrinos, los reyes, lo nombraron regidor de Segovia, miembro del Consejo Real y contador mayor del príncipe don Juan. Además, recibió la hidalguía, un privilegio que le permitía entrar en el estamento nobiliario y que heredarían sus descendientes solo un año después, en 1493, cuando murió. Su nieta, María Coronel, fue la esposa de Juan Bravo, líder de la Revuelta Comunera que este año celebra su 500º aniversario, pero esa es otra historia.
Resumiendo, la comunidad judía desarrolló una actividad próspera en Segovia durante tres siglos, llegando a tener cinco sinagogas, mikvé y matadero propio. Su aljama fue una de las más ricas y pobladas de toda Castilla y su fecunda actividad comercial colaboró con el crecimiento de la ciudad. El recinto original de la Judería estaba cerrado por siete puertas desde la actual calle de Judería Vieja hasta la Puerta de San Andrés. Y además de empaparnos de historia, en este paseo recomendamos prestar atención a su comida. O mejor dicho, descubrir la original reinterpretación que El fogón sefardí hace de su cocina con sus premiadas tapas: milhojas de berenjena con cordero al curry, soufflé sefardí de almodrote de berenjena, gulas salteadas sobre salsa roja o pastela de pollo de corral sobre mermelada de piquillo y salsa pepitoria. Una delicia.
4. Descubrir el azud del Acueducto
El Acueducto de Segovia, obra extraordinaria de ingeniería que casi dos milenios después se conserva como uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad, tiene en la plaza del Azoguejo su imagen más icónica. Pero más allá de sus 167 arcos de piedra granítica, constituidos por sillares unidos sin ningún tipo de argamasa mediante un ingenioso equilibrio de fuerzas, el Acueducto, en su totalidad, mide cerca de 17 kilómetros, tomando sus aguas a unos 15 kilómetros de la ciudad y finalizando su recorrido en un tramo subterráneo que surte la zona del Alcázar.
Por partes, el Acueducto de Segovia fue construido aproximadamente entre los siglos I y II d.C., siendo utilizado hasta fechas recientes. Recoge sus aguas mediante un azud, esto es, una presa de derivación de parte del caudal, en el Río Frío. Para visitarlo, lo más recomendable es comenzar la ruta desde Revenga, subir por el Valle de la Acebeda y, desde allí, llegar hasta la zona de captación, tras la cual se encuentra un decantador que, utilizando la gravedad, desarena el agua para que deje atrás los residuos. El agua continúa entonces su camino de forma subterránea con el canal del Acueducto, que conduce el agua desde el azud hasta los depósitos de la ciudad.
Después de recorrer distintos parajes naturales, el Acueducto llega mediante desnivel a Segovia: desde los 1.260 metros de altitud del azud y los 1.000 de la ciudad. Antes de elevarse sobre los arcos, el agua pasaba por otro decantador que terminaba de limpiarla.
El recorrido termina intramuros de manera subterránea desde el Postigo del Consuelo hasta el actual Alcázar, desarrollando un sofisticado sistema de distribución mediante arquetas, que a su vez, se subdividían en derivaciones de menor entidad que abastecían fuentes y aljibes de casas particulares. Si se fijan en el suelo, verán dibujado el recorrido soterrado con una veintena de placas.
5. Tras las huellas de Antonio Machado
El 25 de noviembre de 1919 Antonio Machado llegó a Segovia para ocupar la cátedra de francés en el Instituto de Bachillerato de la ciudad. El escritor venía de Baeza y a los pocos días de llegar se alojó en la pensión regentada por doña Luisa Torrego, su hogar hasta 1932 y hoy la Casa-Museo de Antonio Machado gracias a la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, que la adquirió para convertirla en recuerdo permanente del poeta.
La casa mantiene el aspecto y los muebles que tenía en época, y la habitación de Machado de conserva intacta. Además, ilustran el recorrido fotografías del poeta, de su familia o de sus alumnos segovianos, cuadros que le dedicaron diversos artistas, una pequeña biblioteca donde se conservan todas sus obras en castellano y también alguna traducida a diferentes idiomas, así como distintas objetos personales como los billetes de tren que utilizaba o las cartas que escribía a Guiomar. De manera que la visita permite descubrir cómo era la vida en una casa de huéspedes a principios del siglo XX y recorrer la vida de Machado.
En lo que respecta a su estancia en Segovia, el poeta comenzó a relacionarse pronto con los intelectuales de la ciudad, junto a quienes fundó la Universidad Popular Segoviana, que hoy continúa su labor cultural como la mencionada Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. Esta experiencia educativa, pionera en la España de la época, incluyó entre sus propuestas una biblioteca circulante o misiones pedagógicas. Además, el Machado presidió una tertulia en el antiguo Hotel Comercio o el Café de la Unión. Y como anécdota, fue quien, al declararse la II República, izó la bandera en el ayuntamiento de Segovia.
Desde el punto de vista literario, Machado escribió en esta casa gran parte de su obra teatral, creó dos de sus personajes más famosos –Juan de Mairena y Abel Martín– y dedicó sus versos a su nueva musa: la mencionada Guiomar. A finales de los años 20 la también poeta Pilar de Valderrama Alday, que vivía en Madrid, conoció a don Antonio durante un viaje a Segovia. Como ella estaba casada y era madre de tres hijos, mantuvieron una relación epistolar durante casi una década. El primer amor y la única esposa de Machado fue Leonor Izquierdo, que falleció en Soria en 1912 con solo 18 años, tres años después de haberse casado, a los 15, y cinco después de haberse conocido, a los 13.