La doble cara de la música callejera: ¿arte urbano o molestia vecinal?
El Ayuntamiento reducirá a 450 el número de licencias otorgadas a los músicos para que toquen en la calle de manera legal
“La ciudad sin música es una ciudad sin vida”. Así lo han manifestado los músicos callejeros de Madrid, quienes desde hace unos meses tienen cada vez más complicado el poder tocar en las calles de la capital. La normativa ZPAE (Zona de Protección Acústica Especial) ha vuelto a modificarse este miércoles para favorecer a los vecinos que se quejaban de formar parte del público de conciertos indeseados.
La doble cara de la música callejera, en la que por un lado se encuentra la vida de los músicos y, por otro, el descanso de los vecinos, ha vuelto a entorpecer este acuerdo entre ambos colectivos. Ante las más de 300 denuncias que la Policía recogió durante los últimos meses del año 2019, el Ayuntamiento había dejado de renovar las licencias que permitían a los músicos tocar en las calles, incumpliendo así sus propias normas.
Hasta ahora había un total de 900 autorizaciones en la capital, una cifra que con la nueva revisión se ha visto reducida a 450. Si el Ayuntamiento recibe más solicitudes de la ofertadas, estas pasarán a ser sorteadas entre los músicos. El concejal del distrito Centro, José Fernández, ha señalado que las licencias de la nueva etapa se darán a partir del 1 de marzo, si todo marcha según lo previsto.
Además, el Consistorio buscará una fórmula para dar permisos a los músicos que estén de paso en la ciudad. Autorizaciones «excepcionales» y «puntuales«, que podrían ser unas cincuenta, y que el distrito Centro analiza ahora con el área de Medio Ambiente y Movilidad y con la Policía Municipal.
Tocar en las zonas más concurridas como la calle Fuencarral, la plaza del Dos de Mayo, la de Santa Ana y la calle Mayor ha quedado prohibido y quienes lo hagan serán sancionados con una multa de 600 euros. Pero esto no acaba aquí, sino que tocar también tiene sus límites en ubicaciones y horarios determinados.
En las zonas autorizadas está permitido tocar de 12:00 a 21:00, excepto entre las 14:00 y las 15:00. Además, no podrán hacerlo más de dos horas en un mismo sitio.
A orilla de la calle Mayor, la asociación La Calle Suena ha salido este miércoles a protestar por un nuevo acuerdo entre los vecinos, el Ayuntamiento y el arte callejero. Aseguran que, como colectivo, “siguen trabajando en la promoción de una música callejera basada en el respeto y convivencia” como hasta ahora lo habían hecho junto a asociaciones de vecinos y la Administración Pública.
A ritmo del acordeón, la trompeta o la guitarra, los músicos se han manifestado en la lucha de lo que es su “pan de cada día”. “La gente trabaja de esto y es su vida”, manifestaba Irene, de 28 años, que además de ser profesora, ha asegurado que se saca un dinero extra tocando y cantando en las calles o en el metro.
“Llevábamos unos años con buena convivencia con la anterior medida y ahora vamos a volver a dar un paso hacia atrás”, aclaraba la joven, quien añadía que esta restricción de licencias les ha sorprendido a todos por igual.
Para Ignacio Sánchez, la música es un elemento fundamental en su vida y según él, también en la vida de las ciudades. Recalca que desde el Ayuntamiento les “están poniendo muchas trabas para poder realizar su trabajo” y se queja de que “quienes realmente no han cumplido el acuerdo, son ellos”.
Ignacio, que se gana la vida tocando el saxofón en las calles con una banda de jazz tradicional, asegura que «lo mejor de tocar en la calle es la espontaneidad, porque la gente valora lo que haces”.
Algo parecido siente Diego Aragón, de 28 años, que acompañaba a sus amigos de profesión con su trompeta en la mano. El joven asegura que las calles sin música serían un error y se llenarían de ruido, pero lo que a Diego realmente le molesta es que se les trate como a “delincuentes” por el hecho de ser denunciados al hacer su trabajo: “No lo somos. Somos músicos y artistas que queremos tocar en la calle y que dejen de criminalizar esto”.
Para el trompetista, la calle también es su oficina y toca con su banda a menudo en el Rastro: “Hay muchos sentimientos en la calle, nunca es fácil y no siempre es bonito, pero cuando alguien se para a escucharte de verdad, es un sentimiento que no se paga con el dinero que te echan”.
Mientras el colectivo La Calle Suena, asociaciones de vecinos del centro y la Administración Pública han mantenido la reunión para debatir y aclarar la nueva normativa, cerca de una decena de músicos han amenizado la espera. Entre ellos se encontraba Javier Cuesta, de 43 años, quien además de músico, es padre de dos hijos. A pesar de que suele tocar con una banda en la capital, a veces sale a la calle a “sacar un dinero extra”: “En unas siete u ocho horas en la calle ganamos sobre 20 o 30 euros. No es una maravilla, pero por lo menos nos ayuda”.
El granadino contaba a The Objective que a veces se le hace cuesta arriba tener que pagar el piso, los gastos y además mantener a uno de sus hijos. Aunque para él la música es “casi” todo, tocar en determinadas circunstancias se le hace cuesta arriba: “Reconozco que a veces me da vergüenza, porque parece que estás mendigando y no es así, simplemente estamos trabajando”.
Javier denuncia que actualmente se encuentran desamparados por la ley y en una situación ilegal que le ha llevado a ser multado hasta en tres ocasiones, al igual que su compañero de profesión, José María, quien a sus 74 años todavía no se ha despegado de la música: “Cuando me sancionan les digo que la multa pesa mucho y no me cabe en el bolsillo, porque son 600 euros. Así que no las firmo y me voy”.
Simone Rossi, representante de la organización convocante, es miembro además de dos bandas callejeras: Atacapaca y Jingle Dgango. El músico cree que la paralización previa de estas autorizaciones se debía a un exceso de su uso: “Como de repente todo el mundo pedía una autorización para poder tocar en la calle, el Ayuntamiento estimó oportuno que la solución para esto sería negarlas por completo. Ya no toca nadie”, ha sentenciado.
Desde el Consistorio aseguran que el objetivo es «garantizar la cultura y al mismo tiempo también el descanso de vecinos y el trabajo que se realiza en los comercios y oficinas», ha explicado el responsable de los distritos Centro y Salamanca, que llama a prestigiar la música de calle como una forma de cultura.
Músicos como Simone, Javier, José María o Irene se encuentran preocupados por una situación que tiene todavía un futuro incierto para la mitad de los músicos que quedarán sin licencia, a partir del próximo mes. Tal y como aseguran, tocar en la calle es su trabajo y necesitan saber que van a poder seguir contando con él: “La música es un honesto oficio que quiero seguir haciendo, olvidémonos de la música como poesía o como arte. La música es mi pan”, ha culminado Simone, quien ha añadido que “muchos turistas, cuando piensan en Madrid, piensan en su música callejera”.