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María Moliner, la mujer rebelde que se levantó contra el patriarcado de la RAE

María Moliner, en lugar de protestar con lamentos ante las imprecisiones de la RAE –ante su elitismo, conservadurismo y misoginia–, los desafió transformando su malestar en palabras consumadas. La bibliotecaria aragonesa se rebeló escribiendo el mejor diccionario que se conoció en la época, el Diccionario del Uso del Español (DUE), con el sudor de su frente y sin ayuda de nadie.

María Moliner, la mujer rebelde que se levantó contra el patriarcado de la RAE

María Moliner, en lugar de protestar con lamentos ante los pecados de la RAE –su elitismo, conservadurismo y misoginia–, los desafió transformando su malestar en palabras consumadas. La bibliotecaria aragonesa se rebeló escribiendo el mejor diccionario que se conoció en la época, el Diccionario del Uso del Español (DUE), con el sudor de su frente y sin ayuda de nadie.

Pero María Moliner, lejos de recibir por su hazaña el reconocimiento de los académicos –salvo por algunas excepciones, como Dámaso Alonso o Rafael Lapesa–, tuvo que lidiar con críticas y reproches. “En una institución que está tan anclada en unas costumbres y unos estereotipos, el hecho de que alguien llegara para corregirles no les gustó”, sostiene Vicky Calavia, autora del documental María Moliner. Tendiendo palabras. “Tampoco les gustó que quien lo hubiera hecho fuera mujer, por supuesto”.

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Poster de ‘María Moliner. Tendiendo palabras’. | Cortesía de Vicky Calavia.

A María Moliner habría que imaginarla con las cuartillas repartidas por toda la casa, esperando el momento de agruparlas para hacer de aquello el diccionario supremo del español. Una aventura que pronosticó que le llevaría unos pocos meses, con seis bastaría. Pero la precisión de su misión lingüística fue mayor que la de sus cálculos: no concluyó la obra hasta 15 años más tarde, en 1966.

A menudo se ha escrito sobre ella que fue una mujer que nació demasiado pronto, lo que en términos históricos significa que se desarrolló intelectualmente en un periodo comprendido entre la fábula de Adán y Eva y hace cuatro días. En aquella España todavía franquista, su labor heroica no le alcanzó para ocupar un sillón de la RAE. La invitación nunca llegó porque todavía se imponía la testosterona sobre los argumentos.

Inmaculada de la Fuente, biógrafa de Moliner y autora de El exilio interior. La vida de María Moliner (Editorial Turner), lo explica con minuciosidad: “Josefina Carabias lo anticipó en sus crónicas: la entrada de una mujer en la corporación académica suponía un reto tras décadas de veto explícito o implícito a la mujer, y era la gran ocasión para que los académicos renunciaran a ese privilegio. Pero tenían enormes resistencias a dejar paso a la mujer, aunque fuera nada menos que la autora de un diccionario. Carmen Conde [la primera mujer que ingresó en la RAE: 1978] calificó de ‘misoginia’ y ‘putrefacción’ el hecho de que no saliera. Supuso una gran decepción para la minoría de mujeres universitarias e intelectuales. Lo curioso es que los académicos no entendieron esa frustración social, pensaron que era ruido exterior, y no supieron ver que se habían equivocado por defender a sus propios candidatos e intereses, como se ha visto después”.

Frente a la evidencia sexista, algunos miembros se apresuraron a adornar sus votos contrarios con argumentos academicistas. A muchos no les agradaba que alguien que no fuera lingüista –¿qué más había de hacer para ser considerada como lingüista?– se sentara entre ellos. “Su aparición produjo una formidable sorpresa”, afirma De la Fuente. “Nada les hacía suponer a los académicos que una licenciada en Historia y bibliotecaria, una no filóloga profesional, se embarcara en una obra colosal. La mayoría apreció aportaciones en su obra y manejaba el DUE como consulta. Pero no le dieron el respaldo académico”.

“El DUE fue un acicate para que los académicos se pusieran las pilas y despertaran de su letargo”

Nunca aceptaron que una sola mujer hubiera superado el trabajo de tantos hombres: “María Moliner les dejaba en evidencia. Como escribió Hipólito Escolar, uno de los socios de Gredos [editorial que publicó su diccionario], hizo más por el español en quince años que ellos en décadas”. El colombiano Gabriel García Márquez, en términos más sencillos, vino a expresar lo mismo: “Su diccionario es dos veces mejor que el de la RAE”.

Con su diccionario, María Moliner no hizo otra cosa que tender puentes. Entre la divinidad académica y el lenguaje de la calle, entre el castellano anquilosado y el español bullicioso de América. “María Moliner hizo la gran labor de acercar la lengua a mucha gente”, dice Calavia. “Incluso a todos los escritores iberoamericanos que tenían mucha manía a la RAE por aquello de que eran muy excluyentes con ellos. Se acercaron a nuestra lengua algunos como Julio Cortázar o Gabriel García Márquez gracias a Moliner. Tiene un valor fundamental”.

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Cubierta de ‘El exilio interior. la vida de María Moliner’ (Turner).

El éxito de las dos primeras versiones del Moliner entre los intelectuales –recordamos que han pasado 50 años, llegaron en 1966 y 1967– terminó por abrir los ojos a la RAE, que se aferraba al español como si fuera una ciencia sólida, almidonada e impermeable. “La gente culta y universitaria confiaba más en el DUE por la sutileza de sus definiciones y la claridad con que la autora abordaba palabras comprometidas y términos políticos –libertad, dictadura…–, que en el oficial estaban redactados a menudo de forma más ambigua”, argumenta De la Fuente. “El DUE fue un acicate para que los académicos se pusieran las pilas y despertaran de su letargo”.

El olvido en que la tuvo la RAE fue probablemente un castigo más severo para el español que para ella misma, que siempre se tomó los problemas menores con ligereza. Su muerte el 22 de enero de 1981 dejó un vacío enorme en nuestras letras y, del mismo modo que sucedió con García Márquez y otros gigantes, llegó años después de sufrir una circunstancia particularmente trágica: el avance de la edad vino acompañado de una pérdida acelerada de la memoria.

A ella, que fue capaz de incluir más de 82.000 entradas en su primer diccionario.

Dice Calavia que de la investigación rigurosa del trabajo de la bibliotecaria le quedó marcado que fue una trabajadora incansable, “inasequible al desaliento”, enérgica pese a ser menuda y delgada. “Otra persona no es capaz de hacer eso por sí sola”, continúa. “Me parece una heroína. Una heroína que tiene un sueño y lo cumple”.

Antes de marcharse, María Moliner declaró su amor infinito al Diccionario de Uso del Español: “Mi único mérito”. Sin embargo, lo desmienten quienes la conocieron. Dicen de ella que fue un alma compasiva que crió con ternura a sus cinco hijos, que cuidó de su marido sin descanso ni condiciones hasta su muerte y que encajó cada golpe con elegancia y sin clamores. Su ejemplo, dice De la Fuente, nos dejó una lección de vida: “Los obstáculos no importan cuando la aventura intelectual y humana vale la pena”.

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