Astroscale, conciencia medioambiental en el espacio
El cohete alemán V-2 número de serie MW 18014 fue, en 1944, el primer objeto artificial conocido en cruzar la barrera espacial. En los menos de 75 años que el hombre lleva enviando naves, cohetes, satélites y demás objetos al espacio, este ya se ha llenado de tanta basura que se calcula que hay más de 17 millones de piezas flotando más allá de la atmósfera. Pero una compañía japonesa con sede en Singapur está trabajando en la solución. Astroscale, una empresa fundada en 2013 «con el objetivo de desarrollar soluciones innovadoras para luchar contra el número creciente de escombros espaciales», se ha propuesto cuya, según explica en su web, «contribuir activamente al uso sostenible del medioambiente espacial desarrollando tecnologías en órbita innovadoras para retirar de forma segura la basura espacial más peligrosa en órbita». Espera lanzar su primera misión espacial en 2019.
El cohete alemán V-2 número de serie MW 18014 fue, en 1944, el primer objeto artificial conocido en cruzar la barrera espacial. En los menos de 75 años que el hombre lleva enviando naves, cohetes, satélites y demás objetos al espacio, este ya se ha llenado de tanta basura que se calcula que hay más de 17 millones de piezas flotando más allá de la atmósfera. Pero una compañía japonesa con sede en Singapur está trabajando en la solución. Astroscale, una empresa fundada en 2013 «con el objetivo de desarrollar soluciones innovadoras para luchar contra el número creciente de escombros espaciales», se ha propuesto «contribuir activamente al uso sostenible del medioambiente espacial desarrollando tecnologías en órbita innovadoras para retirar de forma segura la basura espacial más peligrosa en órbita», según explica en su web. Espera lanzar su primera misión espacial en 2019.
De los millones de piezas que sobrevuelan el planeta, solo 500.000 superan el tamaño de una canica, según la NASA, pero su velocidad –se mueven, de media, a 40.000 kilómetros por hora- y el hecho de que vuelan sin control las hace peligrosas para los astronautas. Y con la irrupción del turismo espacial y su previsible auge en las próximas décadas, el riesgo no solo lo correrán los astronautas, sino cualquier ciudadano con mucha menos preparación. Para entender el peligro que esto supone, basta con recordar el argumento de Gravity, en la que una nave espacial sufre un accidente después de ser alcanzada por una serie de lluvias de basura espacial provocadas por la destrucción de un satélite enviado al espacio por el hombre.
Una vez planteado el problema, ¿cómo se soluciona? Mapear los alrededores de la Tierra es el primer paso. Si bien agencias grandes como la NASA se dedican a buscar las piezas de mayor tamaño, nadie se preocupa demasiado por las pequeñas. De hecho, Astroscale es la primera empresa privada en hacerlo. Una vez peinada la zona, la idea es enviar una nave que busque las piezas de basura espacial y utilizar un brazo magnético para ir recolectándolas.
¿Y qué ocurre con esa nave que se ha enviado al espacio para limpiarlo? Irónicamente, la solución que propone la compañía nipona es devolverla a la Tierra para hacerla explotar a su entrada en contacto con la atmósfera, de modo que toda esa basura espacial y la nave que la contiene terminen en nuestro planeta, convertidas ya en polvo metálico.
Los efectos cotidianos de la contaminación espacial
Pero más allá de astronautas y pudientes turistas espaciales, la acumulación de residuos más allá de la atmósfera también tiene otro efecto, mucho menos peligroso pero que afecta de manera más directa al común de los ciudadanos: la interferencia con las señales de los satélites. El hecho de que los datos que envíe un satélite se crucen con basura afecta a distintas áreas de la vida cotidiana, desde la calidad del GPS de tu smartphone hasta la nitidez de la imagen de tu televisión. De hecho, la idea de Astrospace es alquilar sus servicios a distintas organizaciones que quieran optimizar sus telecomunicaciones.
La de Astroscale no es la primera iniciativa para limpiar el espacio. Ya en 2014, la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) probó con éxito en España un radar para rastrear basura espacial y, el año pasado, Rusia y Brasil firmaron un convenio para construir en el país sudamericano un observatorio para monitorear este tipo de residuos, pero por primera vez la iniciativa privada se mete en el mercado de los basureros espaciales.