La crisis ambiental de la que nunca has oído hablar
El drenaje ácido de minas es una crisis mundial poco conocida. La ONU lo ha calificado como el segundo mayor problema que enfrenta el mundo después del calentamiento global.
El drenaje ácido de minas es una crisis mundial poco conocida. La ONU lo ha calificado como el segundo mayor problema que enfrenta el mundo después del calentamiento global. En Estados Unidos, se estima que 22.000 kilómetros de ríos y miles de embalses de agua dulce se ven afectados por esta formación de aguas ácidas, ricas en sulfatos y metales pesados por el drenaje ácido de la mina. Los ríos y lagos en Arizona, Patagonia, Papúa Nueva Guinea, Guangdong en China y el Río Tinto y Odiel en España, por nombrar sólo algunos, han sido contaminados por el drenaje ácido de la minas. En Sudáfrica, el problema es crónico.
Los drenajes ácidos de antiguos minados de carbón y minería metálica son una de las principales fuentes de contaminación de las aguas superficiales y subterráneas en el mundo. Debido a que este problema puede persistir durante décadas e incluso cientos de años una vez finalizado el ciclo productivo, con las consecuencias en los humanos que esto conlleva, sobre todo, en los países en desarrollo, existe la necesidad de prevenir su formación y aplicar el tratamiento más adecuado cuando se ha formado, según el Instituto Geológico y Minero de España.
Una crisis mundial
El primer ministro de Rumania, Mihai Tudose, planteó recientemente la posibilidad de reabrir el enorme campo de oro Rosia Montana (Montaña Roja). La zona había sido explotada desde la época romana hasta la última operación estatal cerrada en 2006. La solicitud del gobierno anterior para hacer de la zona Patrimonio Mundial de la Unesco ha sido retirada allanando el camino para nuevos desarrollos.
Rosia Montana se encuentra en las montañas de los Cárpatos y, con 314 toneladas de oro, alberga el mayor depósito de este metal de Europa; incluso una solicitud del gobierno anterior de hacer de la zona patrimonio mundial de la Unesco ha sido retirada allanando el camino para nuevos desarrollos. De esta forma, una explotación minera de este tipo supone millones de puestos de trabajos. Pero, ¿vale la pena realmente?
Llegados a este punto no podemos olvidar el pasado tóxico de Rosia Montana. En la década de 1970, una mina de cobre en la zona necesitaba un lugar para almacenar sus residuos contaminados con cianuro y el pueblo vecino de Geamana fue evacuado e inundado. Desde entonces permanece sumergido en aguas tóxicas siendo uno de los mayores desastres ecológicos de Rumania, superado sólo en 2000, cuando una mina de oro en Baia Mare, en el norte del país, derramó unas 100 toneladas de cianuro en un río. Este último incidente fue descrito como el peor desastre medioambiental de Europa desde Chernóbil.
Por su parte, la industria de explotación minera es una de las actividades económicas más importantes de Perú. Las minas existentes en el norte, en el centro y en el sur del país han creado un gran problema ambiental. Por ejemplo, las actividades de extracción en minas de cobre en Cuajone y Toquepala exponen grandes cantidades de contaminantes que producen el drenaje de ácido de mina cuando se ponen en contacto con agua y oxígeno. Los residuos mineros de la extracción de cobre y de las operaciones de las refinerías contaminan el río Locumba. Otro problema sabido es la contaminación del lago Junín y el río de Mantaro, que indirectamente, reciben efluentes de la mina de Colquijirca. Estas extracciones han causado un enorme daño a la biodiversidad de la región y puso en peligro los medios de subsistencia de 70.000 indígenas Awajúns y Wampís.
Por su parte, las multinacionales prometen un desarrollo sostenible, sin embargo, la realidad es otra y la limpieza en la mayoría de estas corrientes de agua llevará décadas y costará millones de euros. Así, sin una cuidadosa y comprometida previsión de las empresas y gobiernos de diferentes países lidiaremos con la contaminación crónica de nuestros ríos, arroyos, lagos y suelos durante siglos.