Toine Heijmans: “El éxito en la vida se ha vuelto tan importante que esto pone mucha presión sobre la gente”
Toine Heijmans debuta en la ficción, a sus cuarenta años, con una historia sobre la posibilidad de gobernar el propio destino.
El periodista y escritor holandés Toine Heijmans debuta en la ficción, a sus cuarenta años, con una historia sobre la posibilidad de gobernar el propio destino.
La travesía solitaria de un hombre en el mar
De haber sido escrita en nuestro país, probablemente En el mar (Acantilado, 2018), de Toine Heijmans, hubiera resultado en un largo paseo silencioso, con alguna aparición fantasmagórica en medio de la meseta, por las carreteras secundarias de la España vacía. Pero Heijmans es un periodista holandés que escribe para el diario De Volkskrant, en Amsterdam, es autor de varios libros de no-ficción, aficionado navegante (comenzó a navegar a los siete años) y padre de tres retoños. No solo eso, sino que su propio velero es donde ha instalado su estudio de escritura y donde comenzó a escribir esta alegoría náutica: “Es un lugar perfecto para escribir: pequeño, equipado con una cocina, y sin nadie alrededor. Me encanta el modo en el que se mueve con el viento”, dice Heijmans en conversación con The Objective, desde Texas.
Así las cosas, se entiende que su opera prima, publicada originalmente en su país en 2011 y galardonada en Francia posteriormente con el Premio Médicis 2013, sea áspera como la sal marina, produzca bamboleos emocionales constantes como el mecerse agitado de un velero en la tormenta y dé mucha sed. La prosa de Heijmann sugiere la cadencia de las olas: adormece a veces, marea otras. Pasa de la euforia a la desesperación igual que una tormenta repentina destruye la calma absorta de una tranquila tarde de verano. En el mar es una breve novela clásica de aventuras que acaba convirtiéndose en un thriller, una perfecta brújula analógica a la que, en un momento determinado, un imán vuelve completamente fuera de sí.
El protagonista de la historia, Donald, cuyo nombre –confiesa Heijmans- es un homenaje a Donald Crowhurst, “el primer regatista inglés que compitió solo en una regata a vela vuelta al mundo en 1968”, es un hombre de mediana edad en crisis, harto de su trabajo en una alienante oficina, que decide tomarse un tiempo sabático para realizar el sueño de su vida: navegar solo en su velero. Hagar, su mujer, que le ama y compadece aunque se lamente de que sea su marido un hombre que nunca consiga al cien por cien las cosas, aunque se esfuerce (y mucho), le permite que la última parte de la travesía (apenas 48 horas), la realice con su hija María, de 7 años. Es ahí donde esta novela de comunión con la naturaleza, llena de soledad y silencio, se convierte en una historia de terror. Y es que María desaparece del barco… y es en ese punto en el que en la mente de Donald resuenan las palabras que siempre le dice su mujer: “Cuánto me gustaría que actuaras como un hombre adulto. Un hombre que toma decisiones”.
Ya no se nos permite hablar del fracaso
Como sabemos, el mapa nunca es el territorio, pero en la narración que nos ocupa esto es más cierto que nunca. Sin desvelar demasiado la trama para no destripar al eventual lector “el secreto” de la novela, sí que podemos decir que las aventuras acontecen a tres niveles: al nivel físico (en la naturaleza), al nivel mental (en la introspección del narrador) y al nivel del discurso (Donald es un hombre que sigue aferrándose desesperadamente a los códigos masculinos dictados por el patriarcado).
Según Heijmans esta no es la mejor opción, la de no confrontar los problemas y mirar para otro lado. Pero esto precisamente es lo que hace Donald en la novela: su ansiado viaje hacia la libertad no es más que una forma de huida, atravesada por la nostalgia, cargada de una imposible épica (post)romántica. “Donald quiere escapar de las normas de la sociedad –dice Heijmans- y no se da cuenta de que las leyes del mar y de la naturaleza son mucho más estrictas. Quiere sentirse libre, navegando, pero no es libre, tiene que obedecer a la naturaleza, porque realmente la naturaleza no se preocupa por él. Este es el error que creo que comete Donald”.
El punto de partida de la novela, es la crisis personal de Donald: la crisis de su masculinidad. Hagar, su mujer, le permite que se vaya solo tres meses en el velero porque “esperaba recuperar al hombre de antes, más alegre. Mejor padre. Y estaba dispuesta a todo por conseguirlo”. Pero Donald es incapaz de aceptar su fracaso. Dice Heijmans que lo que quiere es “protegerse de la verdad”. Lo que Donald plantea como un viaje de modificación interior, acaba convirtiéndose en una pesadilla, porque es incapaz de aceptar sus limitaciones, su debilidad; cierra los ojos frente a la obviedad del desastre, se pone una inútil coraza. Dice Donald en un momento de la narración: “Me he inventado una historia y he terminado por creérmela”. Esa historia es la del hombre-héroe, autosuficiente, que no acepta su complejidad emocional, orgulloso, proveedor, incapaz de pedir ayuda.
Una frase puede que lo resuma todo: “El problema del ser humano es que lo humaniza todo”, dice Donald. O sea, como se ve: empatía cero. Y aun añade: “Sabemos cosas que preferimos no contar, ni siquiera a nosotros mismos”. Negar la realidad, como se verá en la novela, es el primer paso hacia la neurosis.
“Donald quiere ser un superhombre y creo que un montón de hombres quieren ser superhombres. Es lo que la sociedad les pide hoy día: ser exitosos. Mirando a la generación de gente más joven, la generación de los así llamados millennials, veo que el éxito y ser los mejores es algo que ahora es más importante que nunca. Del fracaso no se puede hablar. Y esto es lo que creo que le pasa a Donald, y lo que le trastorna, y se embarca en esta aventura porque cree que también es bueno en ello”.
Pero no. Porque Donald fracasa y no lo quiere aceptar. Se esfuerza en aparentar lo que él piensa que es su rol de padre (un modelo traído de la masculinidad hegemónica), pero esto no es lo que le demandan ni su mujer ni su hija, a quienes les gustaría otro tipo de hombre, un hombre nuevo.
La feliz paradoja, sin embargo, es que “a Donald le salvan Hagar (su esposa) y María (su hija), o sea que es salvado por el amor de dos mujeres”, confiesa el escritor y periodista holandés sobre el desenlace de su primera novela. No obstante, es un triunfo pírrico, o aparente, porque la novela cierra con una alargada sombra negra sobre las cabezas de esta familia holandesa. ¿Serán capaces de salir adelante y salvar la estructura familiar?
Un homenaje a Moby Dick
Toine Heijmans es lector de James Salter, “un escritor que cuenta historias”, pero también confiesa que lee “novelas de aventuras y historias de viajes, me encanta el escritor Colin Thubron. También el holandés Tommy Wieringa”. En su opinión, “Moby Dick es el mejor libro que se haya escrito nunca”. El propio libro aparece en la narración y, además, el velero de Donald, el protagonista de En el mar, se llama Ismael, como el narrador de la novela de Henry Melville.
También hay un homenaje menos obvio -a pesar de que en la novela aparezca uno de sus poemas- al poeta romántico holandés J. Slauerhoff, “un hombre fantástico, pero rudo, que no podía vivir en el mar ni en tierra firme”. Más o menos como el protagonista de esta novela marina, quien en un momento dado escribe: “Durante las primeras horas de una travesía por mar se piensa en el otro lado, pero basta que el otro lado se acerque para que ya no se quiera ir”.