El cambio climático acentúa la pobreza energética en verano
La pobreza energética se suele asociar con el frío y el invierno, pero el impacto de las altas temperaturas en la población tiende a menospreciarse
Asistimos en estos días a lo que parece la promesa de una nueva revolución por la defensa del clima. Siguiendo a Greta Thunberg, estudiantes de medio mundo se han alzado en protestas contra sus respectivos gobiernos por su inacción frente al cambio climático.
Al calor de los ya famosos hashtags #FridaysForFuture y #Youth4Climate, estos estudiantes han conseguido copar titulares en los medios y captar la atención de sus mayores. Además, han demostrado que las nuevas generaciones son cada vez más conscientes del reto climático que nos toca afrontar.
Más allá de que no todo es cambio climático, cada vez son más frecuentes los estudios que apuntan a este fenómeno para explicar muchas de las anomalías climáticas que nos afectan. El IPCC, por ejemplo, nos recuerda algunos de los potenciales impactos y efectos asociados a una subida de las temperaturas de 1,5 ℃ sobre los niveles preindustriales.
Por otra parte, en una de sus últimas noticias, la AEMET asociaba el cambio climático a unos veranos más largos y cálidos. Este incremento de las temperaturas se traduce en que nuestros veranos son ahora, de media, cinco semanas más largos que en la década de los años 80.
Unos veranos más largos y cálidos implican una mayor frecuencia y duración de las olas de calor, lo que inevitablemente se traduce en un mayor riesgo para la salud debido a las altas temperaturas. A causa del efecto isla de calor se espera que estos incrementos de temperatura sean aún mayores en las áreas urbanas, donde ya reside la mayor parte de la población mundial.
En un intento por reducir estos riesgos, ciudades de todo el mundo llevan años desarrollando planes de adaptación y mitigación frente al cambio climático. Sin embargo, el riesgo frente a las temperaturas extremas no afecta a toda la población por igual. De hecho, existen determinados colectivos, entre los que se sitúan los más propensos a sufrir pobreza energética, para los cuales el riesgo puede ser significativamente más alto.
La pobreza energética, también en verano
Tradicionalmente, la pobreza energética se ha relacionado con la incapacidad de calefactar la vivienda y, por tanto, con el invierno. Sus principales causas son los bajos ingresos, los elevados precios de la energía y la baja eficiencia energética de las viviendas. Sin embargo, según la encuesta de Eurostat sobre los hogares Europeos de 2012, un 19 % de los hogares decían no sentirse confortables en su vivienda en verano. Este porcentaje contrasta con el 11 % que, en la misma encuesta, declaraba no poder calentar adecuadamente su vivienda.
Esta situación nos lleva a que, sobre todo en aquellos países donde la severidad del estío es mayor, se deba hablar de la existencia de una pobreza energética de verano. Esta sería la responsable de que los hogares más vulnerables se vean expuestos a temperaturas fuera de los rangos que se consideran adecuados, con los consiguientes riesgos que ello puede tener para su salud.
Todo esto no es nuevo. La ola de calor de 2003 ya demostró en Europa el gran impacto que puede tener para la población estar expuesta a elevadas temperaturas. Estudios posteriores apuntaron a que el impacto fue mayor en aquellas viviendas peor acondicionadas. Situarse en las últimas plantas, en áreas urbanas con menos vegetación o en zonas con bajos niveles de renta parecen ser indicadores asociados a un mayor riesgo.
En este sentido, en uno de nuestros recientes estudios desarrollado junto a investigadores de la University College London, hemos podido explorar el riesgo de sufrir pobreza energética de verano tanto en Madrid como en Londres. Para ello, hemos evaluado tanto la exposición como la vulnerabilidad de la población madrileña y londinense a las altas temperaturas y las hemos comparado entre sí.
Exposición y vulnerabilidad al calor
Ambas ciudades, Madrid y Londres, cuentan con una intensa isla de calor, lo que produce un incremento de las temperaturas en el centro de las ciudades con respecto a las zonas más periféricas. Estas diferencias provocan un mayor riesgo de sufrir problemas de sobrecalentamiento en el interior de las viviendas en las áreas urbanas centrales.
Si esto se conjuga con viviendas que tienen una menor eficiencia energética, el riesgo será todavía mayor. Así, estos dos parámetros son los que se utilizaron como indicadores de exposición de las personas a las altas temperaturas. El factor vulnerabilidad, por otro lado, se expresó a través de la renta de los hogares y la tasa de envejecimiento.
A través del cruce de indicadores de exposición y vulnerabilidad se detectó la existencia de zonas de mayor riesgo para la población frente a las altas temperaturas. El estudio en ambas ciudades demuestra la existencia de hogares con escasos recursos que, además de habitar viviendas que presumiblemente presentan problemas de sobrecalentamiento (por su menor eficiencia energética), se ven expuestos a las temperaturas más elevadas de la ciudad (por situarse en áreas más centrales).
Los resultados muestran que, en Londres, el 1 % de la población vive en áreas de la ciudad en las que se registran las temperaturas más elevadas tanto durante el día como durante la noche y cuya población tiene rentas bajas y habita un parque de viviendas ineficiente frente a las altas temperaturas. Además de esto, el 4 % de su población mayor de 65 años vive en las zonas de la ciudad que registran las mayores temperaturas durante el día.
En el caso de Madrid, el 2 % de la población vive en las zonas donde se registran las mayores temperaturas, en áreas de baja renta y con una baja eficiencia energética de las viviendas. Además, el 18 % de los mayores de 65 años habita edificios con una baja eficiencia, lo que les expone a unas mayores temperaturas en verano.
Estos porcentajes pueden parecer bajos porque retratan una realidad en la que se superponen varios factores e indican elevados índices de riesgo que, sin embargo, tienden a ser menos comunes. Además, no deben obviarse los escenarios de incremento de temperaturas provocados por el cambio climático, en donde estos porcentajes probablemente tiendan a incrementarse.
En este contexto, resulta fundamental que las ciudades continúen desarrollando políticas efectivas de adaptación a las altas temperaturas. Entre las intervenciones prioritarias deberían aparecer aquellas enfocadas a la rehabilitación de viviendas de los hogares más vulnerables. En dichas actuaciones, que deberán ser de bajo coste tanto de instalación como de mantenimiento, la incorporación de estrategias de reducción del sobrecalentamiento debería tratarse con una alta prioridad.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.