No existe la iluminación navideña sostenible
¿Por qué las luces se encienden cada vez más pronto, en noviembre, y no se apagan hasta pasada la festividad de Reyes?
Hace años era tradición montar el belén y el árbol de Navidad durante el puente de la Inmaculada. Los niños esperaban expectantes para poner las figuritas en los lugares adecuados y decorar el árbol con las bolas, las guirnaldas y la estrella con su cola. Mientras, en la calle, el frío ocupaba su lugar natural a finales del otoño.
Actualmente esta imagen ha cambiado. Los niños han crecido y ya están para otras cosas y las temperaturas suaves se alargan hasta bien entrado el invierno. Por eso, para recordar que la Navidad está a la vuelta de la esquina, las administraciones municipales, desde hace ya unos años, instalan millones de luces en las calles, primero en el centro y poco a poco en los barrios periféricos.
Pero no nos engañemos. No lo hacen para fomentar el espíritu festivo y solidario de estas fechas sino para promover el consumo. ¿Por qué las luces se encienden cada vez más pronto, en noviembre, y no se apagan hasta pasada la festividad de Reyes?
Definición de sostenibilidad
Acabada la Cumbre por el Clima de Madrid (COP25), en un mundo en crisis climática[contexto id=»381816″], con los niveles de concentración de CO₂ cerca de 411 ppm y subiendo, cualquier nueva acción humana ha de ser evaluada para comprobar su sostenibilidad[contexto id=»381730″].
Es necesario asegurar que satisface las necesidades de las generaciones actuales, pero sin afectar la capacidad de las futuras. En términos operacionales, debe promover el progreso económico y social, respetando los ecosistemas naturales y la calidad del medio ambiente.
De acuerdo con este criterio acuñado por las Naciones Unidas, la iluminación navideña de las ciudades no es sostenible. Es posible que los millones de luces instaladas por los gobiernos municipales incrementen la actividad económica como se pretende, pero también es seguro que lo hace sin respetar el medio ambiente y el bienestar de la población.
Demasiada luz nocturna
El exceso de luces de Navidad está relacionado con el problema de la contaminación lumínica. Ciudades ya de por sí muy contaminadas lumínicamente como Vigo o Madrid compiten por ver cuál de ellas llena más las calles de luces multicolores.
Estas ciudades añaden miles de lúmenes de flujo luminoso al cielo nocturno, afectando a zonas medioambientalmente muy sensibles como el Parque Nacional de las Islas Atlánticas o el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Otras urbes como Murcia lanzan descaradamente haces de luz al cielo, incumpliendo la legalidad.
La verdadera sostenibilidad consistiría en no incrementar el desastre ambiental que ya producen con el exceso usual de luz de sus calles. Por ejemplo, por cada lumen de luz de Navidad instalado deberían rebajar un lumen de la luz de las calles. Así se ha hecho en la Grand Place de Bruselas, donde han apagado la luz de la plaza para admirar los edificios iluminados.
Afectados por la contaminación lumínica
Que la luz artificial nocturna contamina es ya una evidencia científica. La intrusión lumínica en los ecosistemas que necesitan la oscuridad para vivir afecta a anfibios, tortugas marinas, plancton, mamíferos, aves y, sobre todo, a insectos.
En el caso de las aves, es muy conocido el problema con las pardelas en Canarias que, en su primer vuelo, quedan desorientadas por el alumbrado de las ciudades costeras. O la catástrofe de las miles de aves migratorias atrapadas por los haces luminosos que conmemoran cada 11 de septiembre los atentados de Nueva York.
En las zonas de plantas iluminadas por la noche, las visitas nocturnas de insectos polinizadores se redujeron en un 62% en comparación con las áreas oscuras. Y ello ocurre cuando las zonas iluminadas crecen a nivel mundial un 2,2 % al año.Pero la cuestión es todavía más sangrante en el caso de los insectos. Un estudio reciente denuncia la disminución de los polinizadores en todo el mundo, siendo la contaminación lumínica una de las causas.
Hemos sido capaces de poner en peligro el futuro de nuestros alimentos y de las plantas silvestres en general. Los humanos, como seres vivos de actividad diurna, tampoco nos libramos de los efectos nocivos de la luz artificial nocturna sobre nuestro sistema circadiano. Esta inhibe la producción de melatonina.
La cronodisrupción producida está relacionada con problemas de insomnio, obesidad, depresión o diabetes. Las luces led blancas con un exceso de componente azul que se instalan en muchas ciudades y pueblos son los mayores disruptores del ciclo día/noche de nuestro organismo. Y, por cierto, la mayoría de luces de Navidad o son blancas o son directamente azules.
Luces navideñas y transición energética
Resulta increíble que en un contexto de cambio climático evidente, y cuando es necesaria una transición energética feroz –se deberán cerrar las minas de carbón y el petróleo se dejará en sus pozos, para usar únicamente recursos 100 % renovables–, las administraciones estén fomentando luces no necesarias que consumen recursos no renovables y que emiten CO₂.
Se nos dirá que los led instalados no suponen un gasto excesivo, ni consumen mucho. Incluso que son sostenibles. Pero es un mal ejemplo que se da a los ciudadanos: si este exceso es posible, cualquier extra también lo será. Demuestra que los dirigentes no están dispuestos a cambiar el modelo de producción y consumo actual para dejar un planeta habitable para nuestros hijos y nietos.
En definitiva, hay que elegir bando: si queremos estar al lado de los negacionistas con Trump o seguir lo que nos dice la ciencia y estar al lado de Greta Thunberg. La decisión es nuestra y el resultado de nuestras acciones se verá en pocos años.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.