Mascarillas, un reto para la economía circular en España
A través de iniciativas sostenibles, varias empresas buscan “cerrar el ciclo” de la producción de mascarillas en España
Desde que comenzó la pandemia de Covid-19, la mascarilla se ha convertido en parte de nuestra vida cotidiana. Al día se utilizan en España millones de estas protecciones, muchas de las cuales terminan en el fondo de los océanos.
Desde hace algunos años la Unión Europea avanza hacia la implementación de economías circulares, pero ahora este tipo de estrategias se han visto frenadas debido a la gran cantidad de residuos sanitarios que generamos. ¿Es posible producir mascarillas de una forma más sostenible?
El taller
«Yo he vendido mascarillas a personal sanitario de la Paz, del Infanta Leonor, de todo Madrid. Ahora no se vende nada». En el interior de su taller al norte de Madrid, María Cabrero cose sobre tela con todo tipo de estampados y tamaños. Desde el inicio de la pandemia confecciona sus mascarillas con tejido hidrófugo y dos capas de algodón.
Cabrero, costurera de profesión, comenzó a fabricar mascarillas de manera voluntaria durante el confinamiento porque «sentía que tenía que hacer algo». También cosía gorros de tela para las enfermeras que trabajaban en primera línea. Al principio lo hacía con lo que tenía, como telas TNT y cordones de zapatos, hasta que fue más sencillo obtener los materiales. Entonces decidió darle una vuelta a su negocio y dedicarse casi por entero a la fabricación de material sanitario reutilizable.
Desde que las autoridades sanitarias desaconsejan las mascarillas de tela por no proteger lo suficiente, las ventas de pequeños productores como Cabrero han sufrido un duro golpe. En verano vendía alrededor de cien unidades al mes. Ahora, no llega a 30.
Cabrero se queja las pocas posibilidades de competitividad de su sector. «Solo homologar el material cuesta entre 900 y 2.000 euros», explica. «Eso no lo podemos hacer las personas como yo. Muchos ni sabemos cómo hacerlo», añade. Ahora, entre clases de confección y máquinas de coser, esta costurera de 61 años debe buscar una nueva manera de reinventar su negocio.
Made in Spain
La mascarilla de tela ha disminuido drásticamente sus ventas, pero eso no ha hecho que la producción española de protecciones homologadas haya salido beneficiadas. De hecho, muchas de las industrias de material sanitario nacionales encuentran serios problemas para seguir funcionando.
«Ya están cerrando muchas de las empresas que se dedican a esto», asegura Denis Pérez, fundador y codirector de la fábrica burgalesa de material sanitario Iberomask. El problema está en la imposibilidad de competir con los grandes productores asiáticos, cuya mano de obra «es diez veces más barata».
Iberomask es una excepción. Empezaron a fabricar con el inicio de la pandemia, y desde entonces han ido encontrando «nuevos clientes y formas de venta» y mejorando paulatinamente sus números. Hoy fabrican en torno a medio millón de mascarillas diarias, que se distribuyen a entre 15 y 20 empresas del sector hospitalario, farmacéutico o alimentario.
Iberomask seguirá produciendo, afirma Denis, «hasta que la demanda caiga a cero». Algo que por el momento parece lejos de suceder. De hecho, desde el 30 de marzo la normativa de llevar esta protección se ha vuelto en España todavía más estricta.
Quitar las cuerdas
La mascarilla ha pasado a ser una parte fundamental de nuestra vida. Es también, junto a los plásticos de un solo uso, uno de los objetos más efímeros de cuantos utilizamos en el día a día. Su vida útil es de cuatro horas en el caso de las quirúrgicas e higiénicas, y de ocho si se trata de una FFP2. Prácticamente desde que las extraemos de su envase ya se consideran residuos.
Carlota, de seis años, se esmera en retirar las gomas de su mascarilla antes de tirarlas al cubo de la basura. «Le quito las cuerdas para que no se ahoguen los peces», explica. En su escuela, en la localidad de Torre de Miguel Sesmero en Badajoz, les han hablado del desastre medioambiental que implica el uso masivo de estos objetos.
Se estima que, al mes, hay en España más de 600 millones de mascarillas en circulación. Según el informe anual de la fundación Ecomar, en torno a un 1% de ellas termina en el mar. O lo que es lo mismo, 72 millones al año, que tardarán más de 300 en desaparecer. El resto va a parar a vertederos y se incinera junto con los demás residuos no reciclables.
A pesar de las campañas de sensibilización en escuelas como la de Carlota, la realidad es que no existe una estrategia de consumo sostenible para el material sanitario. Desde el comienzo de la pandemia, la necesidad de protegerse ha sido el único motor de su producción. Además, la potencialidad de contagio de estos materiales los convierte en residuos tóxicos y de complicado tratamiento.
Agenda 2030
La crisis sanitaria supone uno de los mayores obstáculos en el camino hacia la eliminación de los plásticos de un solo uso en España, así como un duro golpe para la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC) aprobada en junio de 2020.
«Justo cuando estábamos saliendo de la crisis y ya se veía el horizonte abierto a la circularidad, ha venido esta pandemia y lo ha frenado absolutamente todo», afirma José Vicente López Álvarez, coordinador del Grupo de Innovación Ambiental de la Universidad Politécnica de Madrid y ex director de la cátedra Ecoembes, ya extinta.
«Justo cuando estábamos saliendo de la crisis y ya se veía el horizonte abierto a la circularidad, ha venido esta pandemia y lo ha frenado absolutamente todo»
La EEEC, aprobada en relación con la Agenda Europea 2030, pretende avanzar en la consecución de los ODS estableciendo objetivos como la reducción en un 20% del consumo nacional de materiales o la disminución en un 15% de la generación de residuos respecto a 2010. Los expertos, sin embargo, se muestran pesimistas.
«En temas de gestión de residuos la Unión Europea está en un 48% del reciclaje de plásticos y nosotros en un 34 o 35 %», explica López. «Es muy complicado llegar al objetivo o del 50 o el 60, porque para eso se requieren muchas inversiones, y ahora mismo hay otras prioridades». El año 2020 dejó a España con una tasa de paro del 16,13% y una cifra de 3,71 millones de desempleados, según la EPA.
Desde organizaciones como Greenpeace denuncian también la paralización de la Ley de Residuos, cuyo anteproyecto se aprobó en el verano de 2020 pero cuya tramitación lleva ya cuatro meses de retraso.
Cerrar el ciclo
Desde hace algún tiempo han empezado a surgir iniciativas sostenibles que buscan reciclar las mascarillas. La idea de un estudiante coreano para fabricar taburetes, un proyecto de la Universidad RMIT en Australia para construir carreteras, o la fabricación de la primera mascarilla FFP2 totalmente biodegradable son algunos ejemplos. Esta última, una creación española fruto de la colaboración entre el CSIC y la empresa Bioinicia.
«Las empresas tienen ahora una motivación medioambiental y también sanitaria a la hora de decidir reciclar sus mascarillas», afirma José Manuel Muriel, gerente de Orka Residuos y cofundador de la empresa Recicla Mascarilla. «Saben que dejar materiales potencialmente contaminados en cualquier sitio puede ser peligroso», añade. Otra de las motivaciones, admite, es el prestigio y la buena imagen de las compañías.
En Recicla Mascarilla recogen las mascarillas usadas de unas sesenta empresas, un número que prevén vaya en aumento en los próximos meses. Se trata de una iniciativa reciente, fruto de la fusión entre la plataforma de gestión de residuos Orka y la startup Nantek, en Euskadi. Mediante un proceso térmico de degradación obtienen una materia prima para fabricar combustible, en un proceso con un 90% de eficiencia.
Esta y otras iniciativas similares apuntan a un interés creciente por el reciclaje de mascarillas en España. Sin embargo, todavía queda un largo camino por delante. Conseguir reciclar las mascarillas de los particulares, como apunta Muriel, sería un gran paso en esta dirección.