Miguel Ángel Quintana Paz: «Se ha boicoteado un hospital, ¿qué será lo siguiente?»
Hablamos con el filósofo y presentador de nuestro Café vienés sobre las elecciones madrileñas, las guerras políticas y el futuro del país
A Miguel Ángel Quintana Paz la conversación le relaja: se acomoda, escucha, dispara. El filósofo colecciona las palabras, afiladas como cuchillas, y las reserva a conciencia para sus dianas: la izquierda, por lo general; a menos que la izquierda sea otra cosa que una izquierda woke, vigilante, agraviada. Claro que eso, nuestros lectores, bien lo saben. Le interesa Vox, y el qué será de la derecha. Les atribuye una estrategia napoleónica y arriesgada, sí; pero observa una estrategia inteligente. Luego veremos por qué. A Quintana Paz le aburre Gabilondo, como candidato y como filósofo, y eso, vamos a verlo, tiene un motivo. Las elecciones del 4 de mayo están a tiro de piedra y converso con el wittgensteniano columnista de la casa–a la conclusión de su Café vienés con Félix de Azúa– sobre Ayuso, las opciones de la izquierda y el futuro político de Madrid. Otro día, quién sabe, charlaremos del Tractatus.
Le hemos dado mucha importancia a estas autonómicas.
Bastante. Se les ha dado. No sabemos quién acierta y quién falla con estas elecciones, no tenemos los resultados; pero creo que falla la izquierda. Ya desde la campaña. La izquierda les da importancia, pero cree que va a perder y empieza a culpar a los madrileños, que es lo que tenía que empezar a hacer en el minuto uno después de la derrota. Esto, a su vez, socava sus opciones. Aunque Gabilondo ha comprado prácticamente el paquete de Ayuso. Ha dicho que no habría cerrado bares y restaurantes y que no va a subir impuestos, y esa es una victoria de Ayuso. La derecha y el centroderecha se lo están tomando como una reorganización interna. Tres son multitud: tiene que haber dos. Y quien parece que se queda sin silla es Ciudadanos.
Tanta importancia que parecen unas generales.
Ricardo Calleja escribió hace poco sobre esto en El Mundo. Creo que tiene buena parte de razón. Vamos hacia una situación en que las autonomías se van a convertir en pequeños castillos de resistencia. Parte de la decadencia de nuestra democracia es que el poder judicial está cada vez más arrinconado, que la separación ejecutivo-legislativo hace tiempo que no está dividida, y además se utilizan decretos-ley continuamente, que la prensa establishment depende mucho del Gobierno de turno. ¿Cuál es el contrapoder? El que queda: el autonómico. Curiosamente, sin estar previsto, las autonomías se van a convertir, y esto es paradójico con Vox, en centros de resistencia frente al Gobierno.
Esto tenía su lógica en autonomías con partidos nacionalistas. Pero Madrid era Suiza.
Y suma a eso que Vox está en contra de las autonomías. Sin embargo, empezó a recibir atención a través de las andaluzas y hoy en día es hegemónico en Murcia. Si quiere jugar a este juego, debe hacerlo desde las autonomías que quiere eliminar. Yo creo que tiene toda la lógica. Si no, ¿desde dónde? ¿Desde las televisiones o las redes sociales? Eso llega hasta donde llega.
No parece distinto al anticapitalismo de Nike…
(Ríe) Ya, parece contradictorio en términos lógicos. Pero el anticapitalismo de Nike sirve para vender zapatillas. A las empresas no les importa perder dinero porque a las empresas no les interesa sólo el dinero: buscan también el poder. Si tienen que renunciar a una parte para que la sociedad vaya hacia donde ellos quieren, bien. Es un pensamiento bastante miope de la derecha, a veces: creer que lo único que importa es el dinero. Estamos en épocas hobbesianas. Aunque tampoco creo que sea contradictoria la posición de Vox respecto a las autonomías: es voluntariamente estrambótica. Las autonomías tendrán que acabarse, pero cuando tengamos los votos. O sea, nunca. Son como los judíos a la espera del mesías: llegará algún, no perdamos la esperanza; si lo hiciéramos, no seríamos judíos.
«El deseoso de un regreso a la calma puede votar a Gabilondo, pero me parece de un chavesnogalismo muy tonto»
Ayuso irrumpió entre bromas.
Recuerda ese artículo de Cayetana donde la pone, prácticamente, de community manager a la que han elevado.
Y algo hizo clic.
Mi tesis es que Ayuso aprendió a ser como es en Twitter. Se hizo un nombre en Twitter. Yo la empecé a seguir. Era muy activa y hacía cosas medianamente originales, no era el típico diputado que retuitea las cosas que dicta el partido. A esa gente no la sigo porque me aburre. A ella le vi cierta cosa. Ella aprende en Twitter que, cuando te atacan, huir es una mala estrategia. Como ante una jauría de perros: si huyes, se envalentonan. Hay que plantar cara. Veo a la tuitera cuando, en el Parlamento, es tan brusca, tan chulesca, tan madrileña. Veo una continuidad. Y eso, en este momento, resulta útil.
¿En qué sentido?
En otro momento, probablemente, habría resultado extravagante. Como esa crispación propia de las redes se ha expandido al resto de la sociedad, resulta plausible. No olvidemos que otro político tuitero fue Trump. Era muy difícil distinguir al político tuitero y al Trump político. Ayuso pega con el tiempo y con Madrid.
Y revitaliza un PP que pierde votos y autoestima con Vox.
Efectivamente. Ayuso consigue ese voto. Lo que puede enviar un mensaje totalmente equivocado a Pablo Casado: que las cosas van bien para él. Y ¡no, para nada! El triunfo de Ayuso implicaría que va fatal para él. Sería el triunfo de alguien que no sólo es lo contrario a lo que es él, sino que muestra lo que se debe hacer para ampliar base. Si Casado se vuelve a poner radicalote, nos lo vamos a creer todavía menos de lo que nos lo creemos ahora. Pero hay que decir algo bueno sobre Casado: después del artículo de Cayetana, que se metía con una decisión suya, la mantuvo al frente.
¿Crees más alejada a Ayuso de Gabilondo que de Monasterio?
No lo sé. Precisamente Gabilondo… creo que es un bluf. Es verdad que estoy marcado por el hecho de que es filósofo.
¿Por qué?
He intentado leer su obra y he ido a conferencias suyas. Gabilondo es, para mí, un bluf filosófico. Cuando le quitas la faramalla y la incomprensibilidad, o los intentos de incomprensibilidad, o la terminología filosófica, o bien dice obviedades, nos vamos a morir, qué mal, o bien dice patentes contradicciones. No aporta nada. Que alguien que dice cosas absurdas o cosas obvias triunfe en filosofía es un error de la filosofía española. Interpreto igual su política: una cosa que parece ser, pero que no es. Cuando fue ministro de Educación, parecía que iba a hacer un gran Pacto de Estado y quedó en nada. No ha podido. Bueno, a los políticos se les paga para que puedan. No hay que medirlos únicamente por sus intenciones. Gabilondo gusta por ser una especie de autoridad moral. ¿Por qué? Aparte del aire, del aspecto.
Representa la tranquilidad, la moderación.
Lo intenta, sí. Pero eso es coger el discurso de Ciudadanos, que va mal. Precisamente porque no es real. La gente de Ciudadanos no era eso. Era gente de centroderecha que veía la corrupción del PP y decidió apostar por ellos. Todo era mucho más simple. Parece que ahora están olvidando esa corrupción, o al menos parece que Ayuso no representa eso, y vuelven al PP sin problema. Este chavesnogalismo… creo que a la gente no le importa. Me parece que Gabilondo, tratando de pescar en esas aguas, se equivoca.
Como sea, es probable que gane un bloque de izquierdas.
Absolutamente.
Tal vez haya un voto que se movilice contra un gobierno de Ayuso con Vox.
Bueno, es que la campaña contra Ayuso es señera. Se ha boicoteado un hospital. Un hospital para salvar vidas en una pandemia. Se ha llegado a estos extremos. ¿Qué es lo siguiente? Es verdad que el deseoso de un regreso a la calma puede votar a Gabilondo, pero me parece de un chavesnogalismo muy tonto. Es no darse cuenta de que es dar la razón a quienes generan la crispación. Es como pagar a la mafia para que garantice tu seguridad. Pero puede pasar, claro. Hay una obsesión contra Ayuso que puede triunfar. Se vio con el tema de las vacunas. Ximo Puig había hecho lo mismo.
«Las guerras, cuando te las declaran, las juegas: sí o sí»
¿Le puede ocurrir a Ayuso como a Trump: derrota y olvido?
Es posible. Son casos que muestran parte de su éxito en su eficacia. En el momento en que dejan de ser eficaces, fuera. Le pasó a Zapatero.
Sería un golpe para la derecha.
Pero voy a decir lo contrario. Si gana Ayuso, va a ser una explosión casi orgiástica. Si pierde, le puede pasar como a la derecha post-Trump: ¿hacia dónde va a ir? Ni idea.
No es tan fácil construir un nuevo ídolo.
Ni construir un nuevo discurso. Ayuso tiene discurso y consigue que los demás se metan en su discurso. Y no sólo en el sentido que hemos dicho antes, de que Gabilondo acepte sus premisas. Los que no aceptan sus premisas, aceptan discutir el tema de Ayuso. Eso de «comunismo o libertad». Ya estás en su marco. ¿Cuánto hace que la derecha no logra algo así? Es un inicio de lo que en The Objective llamé PSOE state of mind.
Si muere Ciudadanos, desaparece un punto de encuentro entre PP y PSOE. Y tal vez no sea una vuelta al bipartidismo, pero eso de multipartidismo se queda corto.
Sí, podríamos decir tetrapartidismo o algo así. Tampoco es que hubiera nunca un bipartidismo perfecto, siempre estuvo Izquierda Unida, algún asteoride… En cualquier caso, Ciudadanos no era un partido de centro cuando surgió. Era todo lo contrario. Cuando surgió en Cataluña, era un partido combativo, ultra. Enseguida fue recibido por la izquierda como recibe lo nuevo: ¡facha! Igual que por parte del nacionalismo. Ciudadanos era un partido antiestablishment en un momento en el que el bipartidismo triunfaba. El mero hecho de creer que con otro partido podías gobernar era muy antiestablishment. La palabra centro la utilizan ahora. Ciudadanos se agarra a la opción de centro porque está fracasando. Pero no creo que le vaya a servir.
A fin de cuentas, ¿qué es el centro en España?
¡O en general! Es imposible. Hay quien dice que es centro porque no crispa. ¿Cómo que no? En el momento en que dicen algo contra ti, o callas (lo que va a aumentar la crispación, porque van a seguir diciendo cosas terribles sobre ti) o respondes (alimentando la crispación). Las guerras, cuando te las declaran, las juegas: sí o sí. Puedes participar en ellas con rendición o batallando. Y estamos en un momento en el que las guerras se declaran. No hay paz. Pero ni siquiera con dos partidos sería necesario el centro, puesto que habría unos consensos. Creo que el centro es una obsesión de periodistas y políticos. Al ciudadano de a pie le da igual.
¿Tenemos más preguntas que respuestas?
(Ríe) Claro, claro. ¡Lo que estamos diciendo se puede ir al garete! ¿Va a seguir Ciudadanos? ¿Va a ganar la izquierda? ¿Se va a hacer Vox liberal y va a olvidar el obrerismo? ¿Volverá Ayuso a Twitter y se verá que es mala tuitera? En cualquier caso, la situación será interesante.
***
Alto ahí. La conversación no ha terminado. En realidad, la parte que sigue comenzó antes que la parte que precede. Quiero decir, no hay una segunda parte, ni una primera: hay un todo. Pero, en cualquier caso, esta segunda parte sucedió antes. La división está hecha de este modo porque, bueno, vinimos a hablar del 4 de mayo; en adelante, leeremos a Quintana Paz sobre la izquierda identitaria, la derecha reaccionaria, algunos problemas sin solución y la decadencia de Europa.
¿Ves a Vox superando, a nivel nacional, al PP?
Quién sabe, ¿verdad? Igual en diez años, si la gente se cansa de una derrota tras otra del centroderecha. Y más ahora con estas victorias con multipartidismo, donde puedes ser el primero sin ser muy numeroso. Ahora, con un veintitantos por ciento, puedes ganar. Si la pregunta es «¿puede llegar Vox a un veintialgo?»: sí, puede. Y el PP tener otro veintitantos.
Pero los roles están muy claros: se sabe quién gobierna y quién acompaña. Se hace difícil imaginarlo al revés.
Y eso va a despistar mucho en Madrid. Ayuso se va a llevar mucho voto que sería de Vox. Pero ¡eso no es Casado! Creo que Vox está desarrollando una estrategia bastante inteligente. Vox no quiere ser una mayoría absoluta: es imposible en España. No puede serlo, ni por asomo. Hay que ver si Vox consigue hacer su maniobra napoleónica, envolvente, y saca votos de barrios obreros donde tampoco el PP –tal vez Esperanza Aguirre en su día– lo ha conseguido.
Repetir lo de Le Pen en Francia.
Sí. O lo que consiguió Trump. Comenzar a coger voto del obrero que no entiende a la izquierda que habla de lo woke. El voto obrero que padece más el fenómeno de la multiculturalidad, de los emigrantes, porque está en esos barrios. Y el voto obrero que ve que el mundo, en términos globales, va objetivamente peor. Es un electorado insatisfecho; un electorado, por tanto, que puede acabar en cualquier sitio. Y Vox puede dar un discurso muy distinto al que tiene que dar al PP cuando va buscando en el centro. El PP da mensajes de tranquilidad: no va a cambiar nada, será lo de siempre. Yo creo que esa pinza es buena para los dos. Es, al menos, la única manera de que pueden llegar al poder uno u otro.
La izquierda se ha alejado de la clase obrera.
Y a Vox todavía le falta. Vox, en el fondo, tiene que coger un voto de derecha liberal, un voto de derecha más extrema y este voto del que hablamos.
Y se le puede escapar de cualquier parte.
Exactamente. Y la elección de cualquier parte puede generar una animadversión extrema. Pongamos un ejemplo. Una figura liberal como Espinosa de los Monteros puede generar rechazo dentro del voto más obrerista. Puede suceder lo mismo con Buxadé, que tiene a lo mejor este componente falangista, y cualquier cosa que diga o haga le puede chocar al voto liberal. Son unos equilibrios difíciles. Pero, al menos, tienen una estrategia. El PP, sin embargo, se queda en el lugar donde esta estrategia le coloca.
Le queda su tradición.
El propio Casado decía el otro día: «El multipartidismo es lo peor que le ha ocurrido a España en los últimos años». Una frase un poco tonta, ¿no? (Ríe). ¡Hay cosas peores! El covid, qué sé yo. ¡El multipartidismo no ha matado a nadie! Pero, aunque la frase sea absurda en sí misma, tiene sentido. Casado llama a un electorado aturdido por el tipo de política que estamos viendo y que quiere volver a lo de antes. Es conservador. No en el sentido de Scruton, sino de regresar a las cosas de siempre. El mensaje de Vox es, sin embargo, que las cosas van muy mal y que hay que dar un giro de timón. Como hizo Trump. O como hizo Le Pen, efectivamente.
Apelando a las emociones, sobre todo.
Conozco a gente que vota a Le Pen como diciendo: «¡A tomar viento! Vamos a ver qué pasa». Francia lleva arrastrando problemas que se están haciendo endémicos. Es un voto muy emotivo, va más allá de la ideología. Al menos el obrerista tiene su ideología y sus deseos de darle la vuelta a su situación económica en este mundo cada vez más globalizado y que va a menos.
«Si eres el único que da soluciones, aunque sean falsas, ya estás avanzando sobre los demás»
En Francia tiene fuerza la teoría del reemplazo. La realidad no es la misma en España. Ni siquiera parecida.
No sería inteligente centrar la estrategia ahí, donde la figura de la inmigración se vincula con la delincuencia. Pero se produce otra cosa que demuestra que, a veces, tus enemigos son tus mejores aliados. Al haber un panorama mediático muy monocorde, donde se da muy poco juego a discursos variados, donde no se quiere decir la nacionalidad de quienes han cometido un delito (por el miedo a que se condene no sé qué), das la razón al razonamiento de que quienes cometen el delito son extranjeros, y que eso significa cosas sobre los extranjeros. El periodista se coloca por encima, cree que puede decidir lo que el público puede pensar o no, y el que revela el dato le resulta más atractivo al público que aquel que lo oculta. Pero sí, tienes razón. En el año 1998 teníamos un uno coma algo por ciento de extranjeros en España. Una cifra bajísima, cuando en Europa llevaban dos generaciones.
¿Seguro que no es un dato japonés?
Parece absurdo. En los 2000 hay un despegue y, ahora mismo, somos el undécimo país del mundo en cuanto a inmigración. Pero esos números engañan. La mayor parte de la inmigración es hispanoamericana y, evidentemente, no es lo mismo que la argelina. Yo creo que esa idea del reemplazo, Sumisión de Houllebecq, no cuadra en España como en Francia. Lo que sí creo que se padece en España, sin embargo, son dificultades en el empleo, dificultades para la clase media. Ocurre aquí y en todas partes. El otro día leí que 150 millones de personas, a nivel global, han salido de la clase media.
¿Desde cuándo?
Desde los noventa. En España lo vamos a ver cada vez más. El temor de una clase media que comenzará a ser clase media-baja o baja. Ese discurso sí va a ser muy español. Y ya lo era, porque era muy fácil perder el empleo, no encontrar otro y rápidamente caer.
Raramente se habla de estos problemas sin solución… o con soluciones imposibles.
Es volver a lo de antes. Lo que decía sobre la inmigración. Cuando PP, PSOE o Podemos están ocultando los grandes problemas, son aliados de quienes se atreven a ponerlos de manifiesto. Aquí además esta el asunto de las pensiones, con nuestra pirámide demográfica, que es bastante peculiar. Viene a lo mismo: si se acaban las pensiones, se acaba el futuro de la clase media, que no tendrá otro sustento cuando se haya jubilado. Hay una serie de nubarrones en el horizonte que estos partidos tradicionales ocultaban, pero que este multipartidismo va a permitir que al menos se analicen.
Y llegan las soluciones sencillas.
Bueno, luego dices: ¿la solución de Vox es la adecuada? Porque una cosa es ver el problema y otra cosa es encontrar la solución. Si eres el único que da soluciones, aunque sean falsas, ya estás avanzando sobre los demás. Me deja perplejo. Entiendo mucho mejor a Vox, pudiendo hacerlo mejor o peor, que a los otros. ¿Por qué el PP no saca un programa de apoyo a la clase media serio? ¿Por qué el PSOE no empieza a hacerlo, estando en el Gobierno y con todas las ventajas que eso tiene? ¿Por qué no toma la avanzadilla y se garantiza la hegemonía que le otorgaría ser el que nos salvó de…? A Podemos lo entiendo: ya trae una trayectoria de visiones alternativas y de lo woke. Es una inercia de la que es más difícil que salgan. Pero ¿los otros dos?
Da la impresión de que el PSOE, desde el Gobierno, sí trata de hacerlo: sus planes con los fondos europeos, las renovables…
Pero las renovables no son una solución para la clase media. Y la subida del diésel, sin embargo, es un problema. Y los peajes que probablemente se implanten también lo son. Los mensajes que mandan a quienes temen perder su clase media, yo mismo, incrementan las amenazas. No me da soluciones. El Gobierno hará esto porque lo dirá Europa, o por lo que sea; pero a mí sólo me lanza amenazas. Significa que van a cobrar más impuestos, por ejemplo; pero ¿qué me vas a dar a cambio? ¿Y qué hay de las pensiones? Y algunos medios, como El País, van sacando temas como Vas a vivir sin nada y vas a ser feliz. Lo de voy a ser feliz ya lo veré, pero eso eso de que voy a vivir sin nada es mi temor, no me lo confirmes.
«Creo que nos vamos a quedar con una Unión Europea, pero una Unión Europea profundamente decadente»
Y hay temor hacia nuestro propio modelo, nuestras democracias liberales, en un escenario compartido con Rusia y China. Y un cambio de modelo, a su vez, sería traumático.
Pero un cambio… ¿hacia dónde?
¡Cómo voy a saberlo!
¡Nadie lo sabe!
¿Qué explica que Michel no cediera su asiento a Von der Leyen en la visita a Erdogan?
Se le pasaría por la cabeza, sin duda. Pero inmediatamente valoraría cuánto le iba a costar hacer algo que puede ser erróneo y cuánto le iba a costar no hacer nada. ¡Es lo que pasa siempre! La democracia liberal va fracasando, sí. ¿Buscamos otros modelos o arreglos fuertes? No. Y el planteamiento será el mismo: ¿cuánto me va a costar hacer un arreglo fuerte? Me va a costar mucho más que no hacer nada.
Algo decadente, sí.
¡Europa es decadente! Es la descripción de decadencia: tu propia debilidad te impide poner fin a la debilidad. Yo creo que vamos a seguir viviendo dentro de democracias liberales, solo que profundamente decadentes. Creo que nos vamos a quedar con una Unión Europea, pero una Unión Europea profundamente decadente, que ya ha empezado a perder miembros, con cada vez menos capacidades políticas dentro y con cada vez menos respeto fuera. Desgraciadamente, este es el panorama.