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La cruzada de Boko Haram contra las mujeres

A mediados de octubre, una semana después del anuncio de un supuesto acuerdo con el Gobierno de Nigeria para liberar a las 200 niñas secuestradas en la escuela de Chibok, Boko Haram raptó a 60 mujeres en los pueblos de Wagga y Gwarta, dejando como “compensación” 1.500 nairas (casi 7 euros), por cada una de ellas. El pago sugiere que serán usadas como esclavas sexuales.

La cruzada de Boko Haram contra las mujeres

#BringBackOurGirls. Coloque esa etiqueta en google-imágenes y encontrará a todo el star system con el cartelito en el pecho. De Michelle Obama a Justin Timberlake, de Malala a Puff Daddy, de David Cameron a Ellen De Generis, la campaña viral le dio la vuelta al mundo. ¿Ha producido algún resultado esta manifestación 2.0? No. Más de 200 niñas continúan secuestradas. Muchas de ellas ahora son esposas de sus captores. A pesar de que el rapto fue apenas en abril, tal abominación descendió rápidamente en los #TrendingTopics.

¿Qué pasó el 14 de abril en la escuela de Chikob? “Los atacantes de Boko Haram llegaron al pueblo alrededor de las 21:00 (hora local) y se dirigieron al internado en donde tuvieron un enfrentamiento con armas de fuego con los soldados que resguardaban la escuela y mataron a dos soldados”, dijo Maina Babagana, un residente de Chibok, a la cadena de noticias CNN.

“Nos forzaron a entrar a camionetas y autobuses, algunos de los vehículos llevaban comida y petróleo. Nos dejaron con un convoy en los arbustos”, relató una estudiante que logró escapar y que ahora se resguarda en el anonimato por miedo a represalias. “Un grupo de motociclistas flanquearon el convoy para asegurarse de que ninguna de nosotras escapáramos. Cuando otro vehículo se descompuso y los hombres trataron de arreglarlo, algunas de nosotras saltamos de los vehículos y corrimos a los arbustos. Poco después logramos volver a Chibok”. El hecho generó repudio universal, que encontró en las Redes Sociales su máximo punto de expresión. En Twitter, la etiqueta #BringBackOurGirls generó más de cuatro millones de retuits. La primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, se unió con un mensaje que puede verse por Youtube. Después, la “fiebre” por el tema cayó a menos cero.

El 17 de octubre, sin embargo, apareció una luz. Las autoridades nigerianas anunciaron que habían llegado a un acuerdo con el grupo irregular Boko Haram. La tregua, supuestamente, incluía el regreso de las menores de edad a sus casas. “Acordamos la liberación de las estudiantes de Chibok y esperamos concluir el acuerdo en nuestra siguiente reunión con los representantes del grupo la semana próxima”, aseguró Hassan Tukur, secretario principal del presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan. No hubo una siguiente reunión.

Una semana después del anuncio, Boko Haram volvió al ataque secuestrando a 60 mujeres en los pueblos de Wagga y Gwarta, al norte de Nigeria. Como “compensación”, dejaron 1.500 nairas (casi 9 dólares), por cada privada de libertad. Ese pago, según lugareños, sugiere que serían usadas como esclavas sexuales.

Esclavizar mujeres no fue el único acto violento de Boko Haram durante la semana del “cese de hostilidades”. En varios pueblos asesinaron a residentes por oponer alguna resistencia a sus acciones o, simplemente, porque no eran musulmanes o “lo suficientemente musulmanes”. Finalmente, el 1 de noviembre, Abubakar Shekau, quien se presentaba como líder de la agrupación, desmentía al gobierno nigeriano y aseguraba que las “Niñas de Chibok” habían sido convertidas al Islam.

De la tierra prometida a la lucha

Boko Haram ha reclutado a una gran cantidad de ciudadanos que apenas si están alfabetizados, mediante la interpretación que hacen del Corán, de los eruditos islámicos y, por supuesto, de la coerción. Ha formalizado relaciones con tribus locales, sobre todo con el grupo étnico Kanuri (mayoritario y que reúne a su vez a otros clanes). Esa comunión le permite ejecutar ataques puntuales y operar al noreste de Nigeria sin mayor dificultad. Su nombre trascendió las fronteras después del asalto a la escuela de Chibok, aunque en un principio sus acciones no eran violentas.

John Campbell, autor del libro “Nigeria: bailando al borde del abismo (2013)”, investigador para el Instituto Ralph Bunche de Estudios Internacionales y redactor del blog “África en Transición”, asegura que todo comenzó con Mohammed Yusuf, “un carismático líder que organizó su comunidad en la mezquita del ferrocarril en Maiduguri, alrededor de 2003”. Allí pretendía establecer “el reino de Dios”, a través de la aplicación rígida de la sharia, aislándose del mundo secular.

El grupo, que era hostil al Estado nigeriano, originalmente se denominaba “Congregación del Pueblo por la Tradición del Proselitismo y la Jihad”. El nombre de Boko Haram, aclara Campbell, vino después y fue “una etiqueta usada primero por el Gobierno y los medios de comunicación y proviene de su rechazo a la educación occidental (significa exactamente la Educación Occidental está Prohibida). El grupo no era violento, aunque tampoco pacifista, hasta 2009”.

En 2009, Yusuf se revela contra el Estado, responsabilizándolo de varios ataques que afectaron a personas de su entorno. La respuesta represiva de la policía tuvo su mayor impacto con la muerte del líder, que fue grabada en video y difundida por las redes sociales, hasta hacerse viral. Siguieron ejecuciones extrajudiciales que obligaron al movimiento a separarse, para resurgir con más fuerza en 2010, bajo el mando de Aubakar Shekau, un lugarteniente de Yusuf y el responsable de planear el secuestro de menores de edad.

¿Por qué se llevan a las niñas?

No existe una respuesta única para explicar por qué Boko Haram secuestra a niñas que deberían estar al lado de sus padres. Por un lado, citan a la sharia para asegurar que la mujer no debe recibir alguna educación, pues su labor en la tierra -según su interpretación-, es criar a los niños y cuidar a los esposos. Las escuelas, entonces, se convirtieron en objetivos de conquista. En 2013, sin embargo, Shekau justificó los raptos como una respuesta a la detención de esposas e hijos de los miembros de su movimiento.

La organización no gubernamental Human Rights Watch publicó el pasado 27 de octubre un informe en el que afirma que las víctimas son obligadas a “casarse, convertirse y soportar el maltrato físico y psicológico; el trabajo forzado y la violación en cautiverio». El documento se basa en testimonios de 46 supervivientes, incluidas las niñas que lograron escapar de la redada en la secundaria de Chibok.

Algunos casos que fueron documentados en vídeo están disponibles en la plataforma YouTube. De las declaraciones se desprende que varias jóvenes son usadas para ir al frente de batalla, cargando municiones. Otras son ultrajadas y obligadas a realizar tareas del hogar en la selva. Las pocas que han logrado sobrevivir a su cautiverio viven con miedo a posibles represalias.

Boko Haram ha copiado prácticas de otros grupos que violan los derechos humanos y cuyos métodos, según la Organización de Naciones Unidas, incluyen reclutar, torturar y asesinar niños. Las edades de las víctimas son sorprendentes. Una imagen ha captado la esencia del problema y fue la portada del periódico británico The Times. Se trata de Ahmed, un niño de 7 años que fue retratado cargando un fusil Ak-47 y, con un cigarro en la boca, pareciera desafiar a la cámara.

El origen y el final: la desigualdad

Andrew Kakabase, profesor de Desarrollo de Gestión Internacional en la Universidad de Cranfield, asegura que los problemas que existen en Nigeria y otros países africanos van más allá del enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. “Es la punta del iceberg”, dice. “¿Qué hay debajo del agua? Es una situación político-social mucho más compleja, que no se puede explicar solo en términos de la brecha religiosa. Hay una mezcla para que se presente un conflicto y da la casualidad de que allí están cristianos y musulmanes”.

“Hay 1.500 millones de musulmanes en el mundo, concentrados en una franja que se extiende desde Indonesia hasta Marruecos, además de minorías significativas en varios países europeos, Estados Unidos y Australia. Resulta difícil calcular cuántos de ellos apoyan el islam político, pero los extremistas que respaldan la violencia (yihadistas) son claramente minoritarios a pesar del ruido mediático de sus (intolerables) acciones”, recalca Ángeles Espinosa, Licenciada en Ciencias de la Información, con master en Relaciones Internacionales.

En el artículo “Estado islámico: nueva generación del yihadismo”, el periodista Maximiliano Javier López advierte: “El surgimiento de este movimiento islámico de carácter visceralmente ultraconservador es similar al de otras organizaciones de la misma índole. Las condiciones de vida caracterizadas por la suma precariedad, el fracaso de los proyectos de gobierno basados en el nacionalismo islámico secular y la constante injerencia de poderes extranjeros como Estados Unidos y sus aliados han servido de caldo de cultivo para el fortalecimiento de una visión del Islam anti-moderna y fundamentalista”.

Según el Banco Mundial, cerca del 54% de la población de Nigeria es “extremadamente pobre”, a pesar de contar con extensas reservas de petróleo y gas natural. De hecho, en 2014 desplazó a Sudáfrica como la primera economía africana. No obstante, aduciendo que la distribución de los ingresos no es equitativa entre el norte y el sur, los islamistas consideran que los cristianos y el gobierno se benefician a costa de las tribus originarias.

Jakob Zenn, abogado experto en derecho internacional, asesor en la lucha contra el extremismo violento y analista de asuntos para África y Europa para The James Town Foundation (una organización que trata temas estratégicos para Estados Unidos, con fuentes independientes), respondió 5 preguntas esenciales sobre Boko Haram. Una de estas planteaba: ¿Hay acuerdos posibles para el cese de las confrontaciones?

“Hay probablemente varias facciones dentro de Boko Haram y los miembros actuales del grupo que tienen ciertas quejas sobre la base de los enfrentamientos con el gobierno en 2009 o con otros funcionarios que se pueden resolver mediante la discusión y la negociación”, señala Zenn, quien advierte: “Esto sería un reto debido a que otras facciones presionarían para que cesen tales negociaciones. Sin embargo, si se llevan a cabo con sinceridad y en confidencialidad, podrían dar lugar a ciertos éxitos que llevarían a aislar algunos de los elementos más extremos de Boko Haram”.

Pero no son los únicos extremistas. Según Amnistía Internacional las fuerzas del Estado actúan de igual manera que los grupos insurrectos. En su último reporte, publicado el 18 de septiembre, esta organización afirma que “el Ejército y la policía de Nigeria torturan por sistema a mujeres, hombres y menores de edad –de hasta 12 años incluso– con métodos muy diversos que incluyen palizas, disparos y violaciones”.

Naunihal Singh, experto en temas de conflictos en África, escribió las siguientes líneas para The New Yorker: “Las niñas han sido casi olvidadas por los ciudadanos, las celebridades y los políticos de otros países que alguna vez, apasionados, se manifestaron por su liberación, inundando Internet con más de cuatro millones de tweets bajo la etiqueta #bringbackourgirls. Un hashtag viral, al parecer, es una fiebre que se acaba rápidamente. Mientras tanto, las niñas, vistas por última vez en un vídeo dado a conocer un mes después de que fueran capturadas, permanecen en cautiverio, en el mejor de los casos, bajo condiciones difíciles e inhumanas”. Cuando escribió su artículo habían pasado solo tres meses desde el secuestroen Chibok, 2014 no estaba por finalizar.

Jován Pulgarín

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