Guatemala camina tras el peor desastre natural sufrido en los últimos años
Nadie respira bajo el suelo. Dos semanas después de la tragedia, la cifra de muertos deja de aumentar. La búsqueda de los cuerpos sin vida se declarada finalizada debido a los factores contaminantes del aire, al riesgo de deslizamiento y al agotamiento de los 483 rescatistas destinados.
Corrían las 21:30 horas del pasado jueves 1 de Octubre, cuando un inmenso alud provocado por las fuertes lluvias resgistradas, sepultaba por completo casas y familias de la colonia de viviendas El Cambray 2, en Santa Catarina Pinula, ubicada a unos 15km de la Ciudad de Guatemala.
Tras dos semanas desde el inicio de las labores de rescate, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, CONRED, calcula que el número fallecidos hasta la fecha asciende a 280, la cifra de desaparecidos es de 70, y se estima que 472 personas han sido afectas y 445 evacuadas.
“Es un tanto difícil de reconocer, pero la recuperación de los cuerpos a éstas alturas, es prácticamente nula” afirma el Vocal Interdepartamental de los Bomberos Voluntarios de Guatemala, Mario Cruz. El portavoz de los Bomberos Voluntarios asegura que “además del estado de putrefacción de los cuerpos y el riesgo de contagio de enfermedades, los movimientos existentes de tierra ponen en demasiado riesgo la entrada al lugar de los rescatistas”.
Las medidas de seguridad para entrar a la zona afectada son altamente estrictas como resultado del riesgo permanente a un nuevo desprendimiento por grietas en el peñón. Las autoridades guatemaltecas no han solicitado la presencia de ayuda internacional por el momento, sólo el contingente mexicano integrado por 66 trabajadores y 10 perros rescatistas, se ha desplazado a la zona para ofrecer su ayuda durante más de 7 días hasta que regresaron de la misión. Ricardo de la Cruz es Director General de Protección Civil de Gobierno Mexicano, en su opinión el “balance es positivo de acuerdo con la labor y el protocolo seguido por el gobierno de Guatemala”. No obstante, no se atreve a decir si el alud pudo haber sido evitado, “eso le corresponde ahora al gobierno guatemalteco, esa no es nuestra labor aquí”.
El acceso de periodistas al lugar del derrumbe se hace efectivo durante el descanso para el almuerzo. Las máquinas cesan su actividad y sólo el sonido del viento permite escuchar el aullido de los supuestos 15 perros que permanecen con vida entre y alrededor de los escombros. La morgue provisional situada junto a los puestos de la Policía Nacional Civil y del Ejército de Guatemala desprende con el calor, un hedor insoportable por el estado avanzado de los cuerpos. Mientras, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala, INACIF, solicita a través de las redes sociales la urgencia de hielo para conservar los cadáveres hallados.
Las excavadoras y toda la maquinaria desplazada siguen recogiendo los más de 45 mil metros cúbicos de arena contabilizados por los Bomberos Departamentales Municipales. Toneladas y toneladas de tierra seca entremezclada con enseres personales, ropa, juguetes, coches destrozados, cables, hierros, etc. Cuatro voluntarios acompañan de cerca a cada máquina para buscar los cuerpos de manera manual y exhaustiva.
La vida sigue en Santa Catarina Pinula
A las afueras de El Cambray 2, se encuentra la localidad de Santa Catarina de Pinula. La vida en el pueblo sorprende por su frágil pero aparente normalidad, lo que contrasta con la presencia constante de personal humanitario y medios de comunicación. Sin embargo, el ambiente resulta estremecedor a los ojos del de fuera. Médicos Sin Fronteras, Fundación Familia Maya, la Cruz Roja de Guatemala, diversas asociaciones de vecinos y otras ONG venidas de los diversos departamentos del país han acudido para entregar medicamentos, comida, ropa y otros víveres en las áreas de acopio.
Jorge Augusto Pérez, tiene 40 años y es oriundo de Santa Catarina Pinula. Él lleva en la zona del alud desde la noche del derrumbamiento, “todavía estamos con el corazón en la mano y dolidos; hay muchas personas que no han sido rescatadas y seguimos sacando cuerpos de ahí abajo”. “En lo personal, he derramado lágrimas cómo Guatemalteco, pero me siento vivo” asegura con emoción en sus palabras.
El albergue municipal acoge a las familias afectadas, desde personas mayores hasta bebés en cunas, a los que se brinda apoyo psicológico y espiritual entre otros cuidados. En el cementerio del pueblo persiste al trasiego de familias y dos nuevos féretros reciben un último adiós de sus seres queridos. Rocael Martínez, es desde hace años vendedor de helados en la localidad. Su trabajo le permite conocer a la mayoría de los vecinos y cuenta como a menudo bajaba a vender helados a los niños del Cambray 2. “La pasada semana fui al velatorio de 6 de los niños afectados y cuando los padres me enseñaron los fotos, me di cuenta de que eran mis clientes, todavía estoy estremecido” señala Rocael.
El reparto de medicinas está destinado exclusivamente a los vecinos afectados del Cambray 2, lo que ha generado cierta tensión entre las personas que viven fuera de la zona y solicitan también la entrega medicamentos. Un grupo de trabajadores contratados por la municipalidad para la limpieza del lugar, destierran el gran debate de la tragedia: “esto ya se avisó anteriormente, pero las familias se empeñaron en quedarse, tampoco sabían lo que venía más adelante…”
Los estudios de CONRED ya alertaron en noviembre de 2014
El vecindario de El Cambray 2 se encontraba edificado en una zona rodeada por cerros de 115 metros de altura y el río Pinula experimenta crecidas con fuerza durante las temporadas de lluvia intensa. El día del derrumbamiento, el lodo y el agua caída hicieron la zona vulnerable al desplome y el terreno cedió sepultando todo aquello que encontraba a su paso.
La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, CONRED, había previsto desde 2008 que esa comunidad se encontraba en riesgo y en noviembre de 2014 declaró el lugar zona de alto riesgo. Según Naciones Unidas, Guatemala es el país latinoamericano con mayor riesgo de desastres naturales debido a las condiciones del terreno y al clima.
En un país dónde la situación de pobreza multidimensional se estima en un 70.3%, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, la gran mayoría de la población no tiene los recursos suficientes para adquirir terrenos en las zonas seguras. Los afectados cambian de identidad, la realidad es la de siempre: los pobres pagan.