El "sueño" de Martin Luther King cumple 53 años
Un 28 de agosto de 1963, un joven de 32 años, ministro de la Iglesia Baptista y ya por entonces conocido líder de los derechos civiles de los negros, cambió el destino de millones de ciudadanos, con un discurso revolucionario e histórico. Se cumplen ahora 53 años del famoso ‘I have a dream’ (Yo tengo un sueño) que Martin Luther King Jr. pronunció ante unas 250.000 personas – según las crónicas de entonces – en una de las mayores manifestaciones de la historia de Estados Unidos «por la libertad».
Washington D.C. Miércoles 28 de agosto de 1963. Numerosas personas – en torno a 200.000, según los medios de comunicación de entonces – se han congregado ante la estatua de Lincoln para participar en la Gran Marcha a favor del empleo y la libertad de la comunidad afroamericana. La mayoría de los asistentes son negros pero también hay mujeres y hombres blancos. No saben que asisten a un momento histórico.
En un ambiente festivo y pacífico en el que no falta la música, el contenido de las intervenciones de los miembros del Movimiento de los Derechos Civiles es una llamada de atención al Gobierno de Estados Unidos y al conjunto de la sociedad para resolver con urgencia la situación de desigualdad y de abusos que padecen a diario 20.000.000 de ciudadanos negros. Entre esos discursos destaca ‘I have a dream’ (‘Yo tengo un sueño’), pronunciado por Martin Luther King Jr. Tenía 32 años. Sus palabras, que medio siglo después siguen teniendo la fuerza de entonces, se convirtieron en uno de los mayores actos revolucionarios a favor de la igualdad.
Un siglo antes de esa multitudinaria marcha pacifista contra el racismo, en 1863, el presidente Abraham Lincoln había firmado la Proclamación de la Emancipación, declarando la libertad de los esclavos negros en los Estados Confederados. Un siglo después de aquel histórico acto, King denunciaba que el mandato seguía sin cumplirse.
Cien años después los negros no somos libres, cien años después las vidas de los negros continúan segregadas. Cien años después, los negros seguimos en la pobreza y carecemos de prosperidad”.
Martin Luther King Jr. (MLK) llevaba años defendiendo los derechos de los negros mediante actos de «desobediencia civil» pacífica, siempre pacífica. Ese era su sueño. Al igual que Mahatma Gandhi, a quien admiraba, King recordó en su famoso discurso que la violencia sólo trae más violencia, que los «sueños» pueden y deben lograrse de forma pacífica. Aquel memorable 28 de agosto fue, y sigue siendo, uno de los mejores alegatos a favor de la justicia social, de la igualdad, pero también un llamamiento a la concordia, a la hermandad de blancos y negros.
El revolucionario discurso fue seguido con atención por el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy que, frente a la preocupación de los sectores más conservadores, comprendió que aquella marcha supondría «un paso adelante para 20 millones de ciudadanos negros». «La nación tiene que sentirse orgullosa de lo que ha pasado hoy aquí», manifestó Kennedy, que esa misma tarde recibió en la Casa Blanca a Luther King y al resto de los líderes del Movimiento, ante quienes se comprometió a agilizar su política contra el segregacionismo en las escuelas y a buscar soluciones al desempleo que afectaba de modo especial a la comunidad negra.
Nacido el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia, Martin Luther King era hijo de un ministro baptista, estudió teología en la Universidad de Boston. Desde muy joven participó en actos en defensa de la igualdad y en contra de la segregación racial en el país y, en particular, en los estados del Sur. Al igual que su padre, fue pastor baptista y en 1954 se hizo cargo de una iglesia en la ciudad de Montgomery, Alabama. Al año siguiente comenzó a destacar al organizar el famoso boicot de los autobuses en Montgomery contra la segregación racial, que duró un año, como respuesta a la detención de Rosa Park, una mujer negra que se sentó delante en un autobús y se negó a sentarse atrás, donde los negros estaban obligados a viajar.
Casado con Coretta Scott King, MLK tuvo cuatro hijos: Yolanda, Martin Luther King III, Dexter Scott y Bernice Albertine. Y para ellos, Martin Luther King quería lo mejor y deseaba que pudieran vivir en paz y tener los mismos derechos que cualquier otro ciudadano estadounidense. Ese era uno de sus sueños.
«Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por su forma de comportarse.»
Aquel discurso marcó un antes y un después en la historia del país. Para bien y para mal. Para bien, porque el compromiso que Kennedy no pudo cumplir porque fue asesinado en noviembre de 1963, lo puso en marcha su sucesor un año después. El 2 de julio, el presidente Johnson firmó el Acta de los Derechos Civiles de 1964, que ponía fin – al menos legalmente – a la segregación racial. Y unos meses después, en el mes de octubre, MLK se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz, que le fue concedido por «liderar el movimiento de resistencia contra el prejuicio racial en EEUU».
Un sueño roto por los disparos
‘I have a dream’, repitió MLK. Soñaba con que las colinas de Georgia, que los Estados de Misisipí y de Alabama – tres de los estados donde más sufrían los negros el odio, el racismo y la violencia de los blancos – se convirtieran en lugares «donde los niños y niñas negras puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos como hermanos ¡Hoy tengo un sueño!. Esa es mi esperanza».
Una esperanza que para Martin Luther King Jr. se quebró el 4 de abril de 1968 cuando fue alcanzado en la cabeza por un disparo realizado por un francotirador cuando se encontraba en el balcón del Motel Lorraine, en Memphis, saludando a sus seguidores. La policía detuvo a James Earl Ray quien, en un primer momento, admitió haber disparado contra King. Años después se retractó asegurando que había recibido dinero por matar al activista de los derechos civiles de los negros. El asesinato del Premio Nobel de la Paz desencadenó una ola de violencia por todo el país. Precisamente lo que él nunca hubiera querido que ocurriera.
Han pasado 53 años desde aquel famoso discurso. ‘I have a dream’ sigue siendo el sueño de la comunidad negra en Estados Unidos. Es verdad que en este medio siglo se han producido importantes avances en los derechos civiles de los negros, es verdad que Estados Unidos tiene un presidente afroamericano, pero también es verdad que persisten los guetos en muchos Estados, y que la violencia policial contra los negros se ha convertido en un serio problema para la estabilidad del país. Los casos de Ferguson en 2014 y en Staten Island en 2015, provocaron revueltas y manifestaciones en varias partes del país para protestar por la brutalidad policial, generalmente contra negros. Muertes que se han repetido este año y que han originado actos de violencia por parte de ciudadanos negros contra policías, como los ocurridos a primeros de julio en Dallas, con un resultado de cinco agentes muertos.