La tragedia de las niñas esclavas en Birmania
Khin Khin Tun es una joven birmana de 14 años que, junto a su hermana, vivieron un calvario en la casa donde vivían como empleadas del hogar. Ahora, la mujer para la que trabajaban será juzgada por quemar a la joven con agua hirviendo después de acusarla de haber robado una naranja. Este terrible suceso no es, desgraciadamente, un caso aislado sino el reflejo de la situación de miles de niñas y niños menores de edad explotados como empleados domésticos en Birmania.
Khin Khin Tun es una joven birmana de 14 años que, junto a su hermana, padeció un calvario en la casa donde vivían como empleadas del hogar. Ahora, la mujer para la que trabajaban será juzgada por quemar a la joven con agua hirviendo después de acusarla de haber robado una naranja. Este terrible suceso no es, desgraciadamente, un caso aislado sino el reflejo de la situación de miles de niñas y niños menores de edad explotados como empleados domésticos en Birmania. «Aye Soe Soe cogió una botella y vertió el contenido sobre el brazo izquierdo de mi cuerpo. Me dijo que dijera la verdad. Cuando contesté que no tenía la naranja, me pegó», contó a la agencia AFP unos días después del comienzo del juicio contra su jefa en Mawlamyine.
Hacía tres años que Khin Khin Tun trabajaba para Aye Aye Soe y su madre, Tin Pyone, propietarias de una tienda de comida. Su padre la envió con 11 años a ella y a su hermana a trabajar como criadas porque necesitaba el dinero. «Cuando grité que me estaba quemando me pegó en la cabeza. Había mucha sangre», añade la joven.
Khin Khin Tun trabajaba más de 17 horas al día sin siquiera percibir un salario
Al comienzo, Khin Khin Tun cobraba 30.000 kyats (unos 20 euros) al mes a cambio de más de 17 horas de trabajo diarias, pero en cuanto falleció su padre dejó de percibir su salario. Y empezaron las palizas. Como Khin Khin Tun y su herman, decenas de miles de niños trabajan en condiciones infrahumanas en Birmania. La lucha contra esta situación que vulnera los derechos humanos es un desafío para el gobierno democráticamente elegido y liderado por la Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, en el poder desde hace casi un año.
Frotar heridas con pimiento
Según Piyamal Pichaiwongse, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), «la vigilancia es casi imposible, pero la mejor forma de protección es la educación y la reducción de la pobreza«. El año pasado, el país quedó conmocionado por el caso de dos adolescentes secuestradas y golpeadas durante cinco años en casa de un sastre de Rangún. Su historia llevó al gobierno a ordenar una investigación pero, por el momento, no se ha adoptado ninguna medida concreta.
En el caso de Khin Khin Tun y su hermana, contó a las autoridades que su jefa las acusaba a las dos de robar comida, las ataba y las quemaba con pedazos de madera incandescente cuando negaban las acusaciones. También las obligaba a pegarse entre ellas hasta sangrar. Después tenían que frotar las heridas con pimiento molido o vinagre. «Si nos negábamos a pegarnos, nos pegaba ella. No teníamos elección», recuerda Khin Khin Tun, con lágrimas en los ojos. «Querían que nos odiáramos», añade. La tía de las dos menores fue la que dio la voz de alarma ante la terrible situación y presentó una demanda, convencida de que abusaron de ellas «por ser niñas pobres».