Conversexo es una nueva iniciativa en Barcelona para sacar el sexo y los afectos de las consultas de los psicólogos y las aulas, llevándolos a un terreno más horizontal, entretenido y desacomplejado de una charla entre amigos.
Hace unos meses, en una terraza de Barcelona, un vendedor ambulante se acercó a nuestra mesa con un ramillete de abre-latas de madera con forma de pene. “El tamaño sí importa”, bromeó mi amiga. “¿Importa?”, pregunté. El hombre se fue con sus penes, pero el debate estaba servido. “Ni poco, ni mucho. Porque si es muy grande empalaga”, comentó una de ellas. “Dirás empala”, apuntó la graciosa. “Una vez quedé con un tío y cuando se bajó los pantalones le dije: ‘¿Con eso me piensas follar? Y me fui”. La una aplaude, la que tiene novio se sonroja, y los clientes de la mesa de al lado fingen que están a lo suyo pero es pura pose. Y yo, que era la graciosa, me puse muy seria de pronto y la regañé: “¿Te das cuenta de que si hubiera sido al revés ese tío hubiese sido un cerdo? Un colega me contó que después de hacerle un ‘cunnilingus’ de hora y media a una chica que acababa de conocer, ella le mandó a paseo…”. “¡Una crack!”, coincidieron todas.
Para Pedro Uribe Roncallo, creador de Conversexo, no hay mejor lugar para charlar sobre sexualidad, diversidad y afectos que en los bares. ¿Será porque vivimos en una sociedad líquida? “Son menos académicos, más democráticos y puedes tomarte una cañita amigable y espontánea”, cuenta. Lo que nunca imaginó es que una iniciativa que surgió en Chile en 2013 de la mano de la Fundación Iguales como una espacio para compartir experiencias desde la diversidad y la equidad sexual, acabase cuatro años después cruzando el charco: Hoy Barcelona es conversexual.
“La mayoría de la gente cree que las charlas de sexo son lugares serios donde les van a enseñar a ponerse un condón. Yo, en cambio, pienso que el aprendizaje nace de compartir experiencias en un ambiente relajado, mucho más simétrico y con humor” , añade. Y como de lo que se trata es de romper tabúes y hablar sin miedos, a los recitales de poesía y charlas filosóficas del barcelonés Club Cronopios se les ha unido otra disciplina, la ‘penealogía’.
Entre penes y centros
Vivimos en una cultura falocéntrica, aunque no siempre fue así. Antes de la invención de la agricultura, el sedentarismo, la monogamia y que los hombres llegaran a la conclusión de que eran padres de sus hijos y no de la tribu al completo, había un matriarcado. Hembras y varones convivían en una protosociedad más o menos armónica y equitativa. Se adoraba a la Diosa Madre, esa portentosa Venus de anchas caderas y enormes pechos, y el falo, que al instaurarse el patriarcado se convertiría en eje central y palanca de nuestras vidas, era poco más que una herramienta.
“El falo representa a quien detenta el poder -dice Pedro-. En las corrientes de psicoanálisis más modernas se habla de mujeres fálicas, que son poderosas, duras e implacables. Y eso es muy interesante, porque plantea cómo este poder es ejercido por alguien independientemente de su género y su orientación sexual. Tiene que ver con su posición en el mundo”.
Solo es necesario echar un vistazo a cuanto nos rodea y a nuestra manera de funcionar en el mundo para darnos cuenta de su influencia. Los cetros no son discos, ni los dichosos tacones de aguja achatados; ni Dios está abajo, sino arriba. Para muestra, una catedral gótica, o sin ir más lejos, la Torre Agbar, miembro viril de la marca Barcelona. Porque hay que “tener huevos” para ascender en la escala social. El hombre está hecho no a la medida del mundo, sino a la de su pene.
“Históricamente, la virilidad no se ponía en duda y las mujeres estábamos en una posición subordinada: nosotras éramos las procreadoras y ellos los grandes ‘inseminadores’ que si te dejaban preñada se llevaban el aplauso. Pero en los años sesenta y setenta, cuando empezamos a reivindicar el placer femenino, lo fálico deja de tener ese lugar central. Sin embargo, todavía hoy algo queda. Hay hombres muy narcisistas que no dejan de mirarse los genitales y otros con penes muy pequeños que lo pasen fatal para encontrar pareja sexual”, afirma la terapeuta Núria Costa, invitada del tercer Conversexo, que tuvo lugar el pasado mes de noviembre.
En la Edad Media, el tamaño del pene era causa de divorcio. ‘Las partidas del rey Alfonso X ‘El Sabio’, en el alto medievo, recomendaban analizar el miembro del marido cuando quería “deshacerse” de la esposa acusándola de ‘supuesta’ frigidez. Entonces, si la mujer volvía a contraer matrimonio y las relaciones sexuales eran satisfactorias con el nuevo amante, unos centímetros decidían quién debía ser el cónyuge.
¿Elegimos todavía hoy a nuestras parejas sexuales por el tamaño de su pene? ¿Existen penes que encajen como anillo al dedo? Y, sobre todo, ¿mentimos cuando decimos que el tamaño no importa?
Una nueva sexualidad
A la consulta de Núria Costa acuden muchas parejas angustiadas porque sus relaciones sexuales son dolorosas o no sienten lo suficiente, pero no se resignan a que el sexo sea un segundo o tercer plato en sus vidas. “Hay cuerpos más o menos compatibles y penes que son más o menos grandes en función de la pareja, pero una relación afectiva no va solo de eso. Hay muchas prácticas y posturas que pueden hacerse y los cuerpos se van adaptando poco a poco. Tenemos que explorarnos y entender que hay otras zonas erógenas y a veces mucho más placenteras, y que no se reduce a la genitalidad”, apunta Costa. ¿Será que la penetración no es la última frontera sino el más trillado de los caminos?
Para Pedro Uribe, hay muchos tipos de sexualidad no penetrativa, aunque se haya convertido en el único modo de entenderla: “Hay algo social que hemos construido alrededor del pene y somos cómplices de darle tanta importancia. Y no solo me refiero al tamaño, sino a cuestiones como la duración de un coito. Si no, echa un vistazo a esos pop-ups de las páginas porno: ‘Alargue su pene 5 centímetros’. Este modelo patriarcal no excluye a nadie, todo el mundo cree, por ejemplo, que en la comunidad LGTB son muy liberales, pero el sexo está reducido a los roles de activo y pasivo”.
Lo curioso es que un órgano sexual tan fetichizado y central en nuestro sistema como es el falo haya servido para dominar no solo a quienes, según Freud, tenemos envidia de él. “Muchos hombres sienten una gran frustración, porque el porno fue su educación sexual y les han enseñado que deben mantenerse mucho tiempo erectos sin eyacular y que debe satisfacer a la mujer. Pero en mis talleres algo está cambiando, no solo porque ellas reivindican otras formas de erotismo y prácticas sexuales, sino que ellos también quieren explorar una sexualidad alternativa. El paradigma no es el mismo, la sociedad avanza y este cambio les ha dejado muy descolocados”, afirma la terapeuta.
Y eso me trae de vuelta a aquel bar, a los penes en forma de abre-latas, a cierta conversación déspota que tuve con un ligue en la que le sugerí que fuera a que le subieran el dobladillo del condón; a mi amiga N. y su teoría de que las mujeres sentimos diferente y lloramos diferente porque ellos dan (penetran) y nosotras recibimos. Krishnamurti decía que no se puede cambiar el mundo a menos que cambien las mentes que lo crearon. Y puede que todo empiece, como en las mejores historias, en la barra de un bar.
Por cierto, la última charla de Conversexo Barcelona se celebró en febrero de 2018 y se titulaba ‘Querido ano’. No se puede decir que les falte sentido del humor…