Dismorfia de Snapchat: la patología que te lleva del 'selfie' al quirófano
No hay día en la vida de todo usuario de las redes sociales en que no se tope con una story en Instagram o con un snap en Snapchat con la cara de alguna de las personas a las que sigue rodeada de elementos externos: los famosos filtros. Los vemos, nos hacemos fotos con corazones saliendo de nuestra cara, nos grabamos con cara de perrito… Modificamos nuestros rostros digitalmente y con una frecuencia que no para de aumentar.
No hay día en la vida de todo usuario de las redes sociales en que no se tope con una story en Instagram o con un snap en Snapchat con la cara de alguna de las personas a las que sigue rodeada de elementos externos: los famosos filtros. Los vemos, nos hacemos fotos con corazones saliendo de nuestra cara, nos grabamos con cara de perrito… Modificamos nuestros rostros digitalmente y con una frecuencia que no para de aumentar.
Los filtros de Snapchat, pero también los de Instagram, pueden suavizar nuestra piel, hacer que nuestros labios se vean más carnosos e incluso que nuestros ojos parezcan más grandes. Pero también establecen unos cánones de belleza determinados que pueden, por desgracia, decepcionar a aquellos que se miran a través de un espejo y no sólo a través de las pantallas de sus móviles.
Una cosa es modificar un rostro a base de códigos de reconocimiento facial, y otra muy diferente hacerlo a golpe de bisturí. Pues bien, esta última es una tendencia cirúrgica al alza. Hasta hace un par de años, lo común era que alguien que quisiera hacerse un retoque estético acudiera a la consulta médica con la foto de una personalidad famosa para imitar alguno de sus rasgos faciales. No obstante, hoy en día está en boga el acudir al cirujano con una foto retocada de uno mismo, e incluso con una imagen provista de filtros. Y esta tendencia tiene un nombre: dismorfia de Snapchat. Mientras que en 2013, el 13% de los cirujanos plásticos faciales norteamericanos atendió a personas que querían verse mejor en los selfies, en 2017 esa cifra aumentó hasta el 55%, según la Academia Estadounidense de Cirugía Facial.
El año pasado se realizaron más de 23 millones de operaciones estéticas en el mundo, según datos de la Sociedad Internacional de Cirujanos Plásticos. La popularidad ha crecido tanto, que se espera que para el 2019 esta industria alcance un valor de unos 22.000 millones de euros. Y las redes sociales son una de las claves para este imparable ascenso de la cirugía estética. Los más jóvenes se ven a diario, y ya está derivando en una patología que, aunque no es una enfermedad formal, es un fenómeno que preocupa especialmente a los expertos en salud mental.
La BBC ha tratado este tema de cerca con algunos de los que se han operado para parecerse a su yo digital. «Me definía el mentón, delineaba mis pómulos y me hacía la nariz más recta, que era algo de lo que yo siempre me había sentido un poco insegura”, dice Crystal, una joven californiana que decidió hacerse una serie de retoques estéticos para parecerse más a su versión con filtros.
Este fenómeno, aunque no lo parezca, puede tener su lado positivo: las expectativas son más realistas si queremos parecernos a una versión “mejorada” de nosotros que si queremos parecernos a otra persona. Más allá de la cirugía, también otros tratamientos estéticos, como el Botox, o la cosmética tradicional, persiguen a estos seres deseosos de asemejarse a la persona que sale en sus historias de Instagram.