Najat El Hachmi: “Los islamistas no son los amigos de la izquierda, son la derecha de los países árabes musulmanes”
La escritora de origen marroquí publica un duro manifiesto contra las imposiciones religiosas y las contradicciones del llamado feminismo islámico
Sentadas en un café barcelonés converso con la escritora Najat El Hachmi (Marruecos, 1979) que ha publicado Siempre han hablado por nosotras. Feminismo e identidad. Un manifiesto valiente y necesario (Destino, 2019), donde reivindica su lucha feminista y la de muchas mujeres que han nacido en países musulmanes.
Para El Hachmi sus maestras de la escuela primaria en Cataluña la influenciaron para entender el feminismo. “Algunas de mis profesoras estaban absolutamente concienciadas en temas de igualdad porque ellas mismas venían de una lucha previa durante la transición española cuando todo estaba por conquistar, así que estaban muy en alerta frente a las discriminaciones que vivíamos las hijas de las familias marroquíes”.
La autora nunca le agradecerá lo suficiente a esas maestras, así como a los libros. En la literatura encontró una compañía, en las novelas halló ese malestar que es propio de las mujeres, aunque lo encontró en contextos distintos al de ella, pero donde se sentía identificada. Descubrió personajes que contaban una incomodidad parecida a la que ella vivía, lo que le permitió tener una visión más global de la condición de las mujeres en el mundo y no quedarse con su experiencia individual como inmigrante de un país musulmán. Montserrat Roig y Fátima Mernissi fueron novelistas que la motivaron a plantearse la libertad de las mujeres o la libertad de la mujer marroquí.
Intentó buscar referentes que la hicieran romper con la imposición y la discriminación: “Yo me pasaba la vida buscando referentes, una mujer marroquí que no tenga pañuelo o que tenga el pelo corto para preguntarle cómo lo hace”, afirma la escritora.
No es extraño entonces que después de varias novelas –El último patriarca, La hija extranjera o Madre de leche y miel– que le dieran la independencia económica en España, publique un pequeño ensayo sobre feminismo[contexto id=»381722″] e identidad lo suficientemente valiente como para romper muros ideológicos y políticos para interpelar y conversar sobre ello.
¿Este ensayo podría considerarse un manifiesto contra el Islam?
Es un libro que lo que hace es encararse de una forma feminista al islam. De repente, en los últimos tiempos, se están difundiendo unas ideas completamente falsas sobre el islam; prácticamente se dice que es un paraíso para las mujeres. En muchas charlas vemos que se defiende que el islam es feminista por el hecho de que reconoció que las mujeres teníamos alma (risas irónicas), o que en vez de no heredar absolutamente nada, pasamos a heredar la mitad que nuestros hermanos, o, en vez de tener una libertad sexual absoluta, podemos restringir las posibilidades de que un hombre sea polígamo. Pero sigue habiendo poligamia, sigue habiendo repudio y sigue habiendo prohibición de relaciones fuera del matrimonio. Sigue estando prohibida la homosexualidad, sigue la presión sobre el cuerpo de las mujeres y sobre lo que hacen o dejan de hacer y eso está en la letra, en el contexto, en la cultura, en la historia y en la civilización. Está por todas partes y muchas lo hemos vivido en propia piel con gran dolor durante muchos años, como para que aparezca una señora experta en islam y me cuente a mí que no he entendido el islam y que todo lo malo del islam para las mujeres se debe a una mala interpretación. Cuarenta años de mala interpretación es equivocarse durante mucho tiempo, ¿no? Y muchas ganas de estar equivocándose. También hay otras mujeres, también musulmanas, que niegan esa carga patriarcal. Desde muchos sitios está la negación. En realidad, se trata de discursos antifeministas, porque si yo desde el feminismo te señalo y te critico lo machista de mi contexto y tú me dices que son tópicos, eso es un discurso claramente antifeminista. Es bastante desesperante tener que volver a recordar lo que es la realidad.
Recordar, eso que comentas en el libro como una revolución silenciosa…
La revolución tiene que partir de lo personal, de lo íntimo. Está siendo muy difícil hacer algo a nivel colectivo, ni siquiera podemos expresar nuestras opiniones en público. No solo en Marruecos, lo está siendo aquí. Cuando yo era adolescente había muchas cosas que no existían, ahora yo salgo en una entrevista hablando de estos temas y me sale alguien que es de una organización islamista disfrazada de ONG. El fundamentalismo islamista está muy organizado y los que están en esas organizaciones no son necesariamente los inmigrantes marroquíes sino que son organizaciones externas que vienen de otros lados o que vienen de Marruecos y lo que quieren es capitalizar esa presencia musulmana en España para sacarle un rédito político: para conseguir subvenciones, para ocupar ese lugar. Son esas organizaciones las que están atacándonos a las mujeres feministas laicas. Se nos acusa de islamofobia. Entonces la islamofobia sirve para silenciar la lucha feminista, pero nosotras también sufrimos de racismo. Si tu me dices que estás luchando contra el racismo por qué no me incluyes ahí, ¿por qué me excluyes? Porque no encajo en el estereotipo que estás defendiendo que es la mujer sumisa, dependiente, la que acata todas las normas de su religión y la defiende por encima de todas las cosas. Estamos en una encrucijada, más que en una intersección.
El pañuelo como símbolo, cargar con el estigma a pesar de haberse emancipado. ¿Cómo se maneja ese símbolo a día de hoy?
Yo no creo que haya que faltarle el respeto a ninguna mujer por como vaya vestida. Yo lo que estoy analizando es qué significa eso porque lo que no hemos podido hacer en los últimos tiempos es hacer esa critica feminista a una prenda de vestir que se ha ido normalizando. Se ha normalizado porque los discursos para normalizarla existen y se están infiltrando por todas partes: instituciones, órganos públicos, etc. Yo no estoy diciendo que haya que descartar a una mujer simplemente por el hecho de llevar pañuelo, estoy intentando transmitir qué significa el pañuelo, qué es lo que significa la obligación de taparte como mujer y la idea que hay detrás. No se puede obviar desde un punto de vista feminista que las mujeres somos las responsables de lo que nos ocurra en el espacio público dependiendo de cómo nos vistamos. Esa es la idea que está en el fondo de tener que taparte, porque no es solo el pañuelo, es taparte los brazos, las piernas, es una presión sobre el cuerpo tremenda. Eso no lo puedes obviar, no puedes hablar de feminismo y no hablar de eso por no incomodar a las mujeres que llevan pañuelo. Creo que las mujeres que llevan pañuelo deben dejar de acallar las voces de quienes lo criticamos. Tu puedes defender que tú eres libre de escoger cómo te vistes, pero es algo que es bastante dudoso porque las presiones sociales para que te vistas así son innumerables. Pongamos que eres de las poquísimas privilegiadas que han tenido la posibilidad de elegir; que lo elijas no quita el significado patriarcal de la prenda. Que lo elijas no quita que millones de mujeres están viviendo con una imposición, en algunos países por ley y en otros países por una carga social muy grande.
Y en España…
Aquí hay muchos barrios con mayoría de población musulmana donde las chicas están sufriendo unas presiones sociales inmensas. Las mujeres también. Toda esa realidad no la podemos negar por el hecho de que a mí me fue bien y pude escoger y decidir. Tampoco podemos ser ingenuos, desde hace un tiempo se está haciendo un uso político de esa prenda. No es solamente que me lo pongo por una cuestión religiosa, espiritual, etc. Por ejemplo, si hay dos mujeres musulmanas que tienen posibilidades de entrar en un partido, en una lista política, vamos a incluir el pañuelito, porque los fotógrafos van a ir ahí, nadie se va a fijar en las que no lo tengan.
¿No existe un juego político en casos obvios como el de las congresistas norteamericanas que representan esa falta de islamofobia dentro de la política o las instituciones?
Bueno, que no hay islamofobia en los Estados Unidos… bueno… es simplificar mucho y eso es lo que se está jugando en la política, se está jugando a la idea de que por el hecho de incluir un pañuelo en la esfera política significa que estamos haciendo políticas en contra de la discriminación y eso no es necesariamente así. Lo estamos viendo aquí en Cataluña. Aquí hay dos diputadas de origen marroquí en el Parlament, una conocidísima porque lleva pañuelo y la otra absolutamente anónima porque no lo lleva. Mucha gente dice: “Como tenemos un pañuelo en el Parlament eso significa tal cosa”, y se olvida a la mujer; es esa instrumentación tan terrible y tan racista de buscar la nota de color, buscar el elemento diferenciador. En este caso no estamos analizando para nada el valor de la política en concreto. Que tengas un pañuelo en un cartel electoral no significa que estés haciendo política a favor de la integración. En Cataluña las políticas a favor de la integración bajaron radicalmente durante la crisis y más nunca se recuperaron. No estamos haciendo nada en contra de la segregación escolar, la segregación urbanística, contra la falta de oportunidades, la falta de posibilidades de ascenso social. Hay situaciones terribles en las que están viviendo las familias y a estas familias que tú le pongas un pañuelito en el cartel electoral no le va a solucionar absolutamente nada. Sin embargo, a nivel de imagen tiene ese efecto de que “algo estamos haciendo”.
Además de atraer el voto musulmán…
Claro, eso es lo terrible: interpelar a la gente, a los ciudadanos que nacimos en familias musulmanas. Te señalan por tu religión y no por tus derechos. ¿Por qué tengo yo que votar a una musulmana? ¿Por el simple hecho de proceder de? ¿Qué musulmana es? ¿Cuál es el proyecto político? Es infantilizar mucho a la población e interpelarla por lo religioso cuando tú no estás interpelando a nadie más por lo religioso, con lo cual es una forma de racismo bastante clara. No nos paramos a analizar más allá de esos slogans y esas imágenes.
Mezclar religión con educación y con política…
En España no se tomó nunca en serio eso de separar a la Iglesia de la educación o de las instituciones. Todavía hay mucha presencia de la Iglesia. Es un poder y sigue recibiendo dinero público de forma directa o indirecta. Eso va a ser una debilidad importante porque en el momento que lleguen organizaciones islamistas cómo les vas a negar un subvención cuando estás subvencionando escuelas que segregan por sexos y que son ultra católicas.
¿No sucede ya?
Está sucediendo pero es un problema grave porque las organizaciones que están intentando beneficiarse del sistema español son las organizaciones más fundamentalistas porque no surge espontáneamente de las familias inmigrantes. Las familias de inmigrantes se organizan a nivel muy local para tener un oratorio donde reunirse o para que los niños reciban clases de árabe, etc., pero no se organizan a nivel político y son estas otras organizaciones las que se van a beneficiar de eso. Para mí es incongruente que la izquierda tenga muy claro que hay que ahondar en esa separación entre lo público y lo religioso en cuanto a la iglesia católica pero no hace lo mismo con el islam, porque ven al islam como víctima. El islam tiene mil doscientos millones de creyentes en todo el mundo, tiene unos países poderosísimos que lo defienden, lo difunden y tienen comportamientos colonizadores con todos los musulmanes que no son cómo estas organizaciones creen que tenemos que ser. Las organizaciones han sabido filtrarse muy bien por ese resquicio de la izquierda en nombre de la lucha contra la islamofobia, en nombre de la diversidad, la integración, etc.; y a mí me exaspera y me sorprende la falta de visión crítica de muchos medios e instituciones y muchos políticos que no ven el peligro que supone que se le vayan infiltrando discursos que no son simplemente de los musulmanes sino de los islamistas fundamentalistas. Y aunque fuera simplemente lo de los musulmanes, hemos quedado que la religión se debe quedar en casa y garantizar la libertad de culto de cada cual. A mí se me expulsa de esa lucha porque no soy creyente pero creo que es fundamental que en una sociedad realmente democrática la gente pueda tener su religión sin estar dando explicaciones o estar justificándose continuamente. Pero una cosa es luchar por esa libertad individual y otra permitir que el fundamentalismo se infiltre por todas partes y tomar como representativos a personajes terriblemente peligrosos que lo que están es islamizando la política. Yo estoy cansada de repetirlo pero los islamistas no son los amigos de la izquierda, son la derecha y la ultra derecha de los países árabes musulmanes.
¿Algunas veces estas formas de aceptación literal con respecto al feminismo o la diversidad dentro de la política no son muy naïf?
No sé si naïf o si es falta de conocimiento o, en algunos casos, yo llego a pensar que es cinismo.
¿Cinismo?
Porque te encuentras con personas que saben de todo esto pero aun así deciden no tocar el tema. Entonces es una dejadez de funciones y al final es otra forma sofisticada de hacer racismo porque esto nos está influyendo a nosotras y nos está afectado a las mujeres que venimos de fuera. Yo no estoy denunciando lo que pasa fuera, estoy denunciando lo que pasa aquí, de mujeres y niñas que ya nacieron aquí, que no son extranjeras.
A pesar de que en el libro abogas por un feminismo global, ¿ese cinismo no vendría también por una falta de inclusión de la población extranjera dentro del feminismo blanco europeo o español? Se habla mucho de sororidad pero, quizás, no se ven las unas con las otras…
Yo crecí en un feminismo que realmente tendía la mano a otras mujeres. Yo sentí durante mucho tiempo ese interés que nuestro contexto les era completamente ajeno pero que estudiaban lo que nos pasaba. De hecho, el libro está dedicado a Rosa Valcárcel que es una antropóloga, amiga, que durante muchos años estuvo abriéndome las puertas de su casa y de su biblioteca. Pero ahora hay unos discursos que han venido a romper esa solidaridad mutua, son esos discursos que dicen “no, tú no estás hablando de mí y no puedes tener ni idea”. No le están reclamando a la mujer blanca occidental que se interese en el feminismo, lo que le están pidiendo que no se entrometa y, dentro del feminismo islámico, eso se ha hecho muy bien y ha conseguido silenciar las voces de mujeres no son musulmanas para no permitirles siquiera hablar de las mujeres musulmanas. Muchas veces esas mujeres que dicen que no se entrometan saltan a la yugular de otras acusándolas de colonizadoras, etc. Ha habido una perversión de lo que es la lucha por incluir dentro del feminismo a todas las mujeres. Las mujeres que se han infiltrado y han venido a ocupar esa parcela que supuestamente nos tocaría a nosotras, son las feministas islámicas. Eso es lo peligroso, porque el feminismo islámico no es feminismo. Es lo que decía antes, es una corriente de pensamiento que propone que todos nuestros derechos se desprendan de la lectura de los textos sagrados, con ese límite máximo de los muros de la religión.
¿Una comparación quizás similar con los muros que impone la iglesia católica?
Claro, y luego el feminismo islámico está dejando de un lado algo fundamental en la lucha feminista: la libertad sexual. Para el feminismo islámico la libertad sexual es algo secundario, incluso frívolo, porque qué es lo que queremos: follar. Incluso con cierta acusación de ser una mala mujer por querer esa libertad sexual. Ahí está un núcleo importantísimo del conflicto a nivel feminista: si a ti no te parece importante la liberación sexual es que realmente no entendiste de qué va el feminismo; sobre todo porque estamos viviendo una realidad que tiene unas consecuencias directas sobre nosotras porque se nos violenta, se nos persigue, se nos expulsa de nuestras comunidades por el hecho de reclamar esa libertad. No podemos llamar feminismo al feminismo islámico porque no está reclamando esa libertad sexual absoluta.
Es un feminismo arcaico que aboga por la protección de las mujeres porque las oculta, las tapa. ¿Un oxímoron de protección?
Sí, es una idea peligrosísima, porque si resulta que tapándote te están cuidando, qué significa que cuando te destapan pueden hacerte lo que quieran porque vas destapada. Todo depende de cómo vayas vestida. Con todo esto lo que no estamos haciendo en ningún momento es transmitirle ningún ideal feminista a los hombres.
¿No hay dudas ni empatía por parte de los hombres musulmanes?
Aquí los hombres musulmanes están súper protegidos, nos sacan todas las excusas posibles, se impide que les trasmitamos un mensaje feminista; porque es racista o vuelven con la excusa de que es nuestra cultura, nuestra religión, ese chantaje de la pertenencia. Hay que cambiar la mentalidad del hombre musulmán, no de las mujeres musulmanas. Son los hombres los que tienen que entender que somos personas con nuestra dignidad, nos vistamos como nos vistamos o hagamos lo que hagamos y que tenemos derecho a hacer lo que nos dé la gana con nuestras vidas. En nuestro contexto es muy difícil de defender, esa infantilización de las mujeres está incluso en el Corán, pero aunque sea difícil hay que hacerlo y lo que hacemos con estos discursos centrados en qué es feminismo o qué no lo es, lo que hacemos es no decirle nada a ellos. Los hombres musulmanes siguen con la idea de que la mujer occidental es lo peor porque va destapada y eso es denigrar a la mujer, pero es su mirada la que denigra y que cosifica.
¿Pero no hay movimientos por parte de los hombres?
Yo creo que hay, pero es difícil porque incluso la izquierda tradicional laica tiene muy clara la lucha pero a nivel de izquierda, y no tienen tan clara la lucha feminista, pero sí los hay. Tenemos que tener en cuenta que no solo las mujeres sino también el colectivo LGTBI está sufriendo una opresión tanto en los países de origen como en las comunidades en España. Hay un movimiento por las libertades individuales que no sé cómo terminará porque hay un entramado muy sofisticado y mucha reacción, un movimiento muy reaccionario desde el fundamentalismo islamista contra cualquier tipo de cambio en la sociedad, especialmente con el tema de las mujeres, porque no quieren perder sus privilegios de estar por encima de la mujer.
***
Al igual que Mona Eltahawy, Najat El Hachmi relata en Siempre han hablado por nosotras. Feminismo e identidad. Un manifiesto valiente y necesario, la desprotección que sufren las mujeres en el mundo árabe musulmán, denunciando así, cómo se desarrollan y se alimentan las ideas patriarcales dentro y fuera del Islam. El ensayo además apela a las feministas a ver el feminismo como un movimiento global, sin racismo ni colonialismo, aunque los contextos para las mujeres sean distintos.