Abrazadores profesionales, la nueva profesión truncada por la pandemia que deja en evidencia un déficit de cariño
El objetivo principal de un ‘snuggler’ o abrazador profesional es transmitir al cliente que no está solo, así como ayudar a superar determinadas barreras a personas
Un hombre del Bronx contrata una vez al año a un abrazador profesional para que le tome de las manos, en el mismo banco, en el mismo parque donde asesinaron a su hermano; después de una infancia de abusos sexuales, Doug (nombre ficticio) no aceptó un abrazo hasta los 53 años, cuando contrató los servicios de un abrazador profesional; un periodista indio que vive en Nueva York, llamó a su abrazador cuando estaba pensando en suicidarse. El abrazador lo recogió a las dos de la madrugada de un bar y lo llevó a casa.
Estas historias son testimonios recogidos de Cuddlist.com, una de la docena de agencias de abrazos profesionales que hay en EE.UU. La empresa capacita y certifica a los aspirantes a abrazadores profesionales, que cobran hasta 80 dólares por una hora de abrazos. Sin embargo, la pandemia ha dejado a estos peculiares trabajadores sin gente a la que abrazar. El distanciamiento social ha obligado a los profesionales y clientes a encontrar una opción virtual. Reinventarse o morir. Pero de esto hablaremos más adelante. Ahora te contamos en qué consiste esta pintoresca rama profesional que deja al descubierto que hay muchas personas con un auténtico déficit de cariño.
Hasta 80 dólares la hora
Keely cobra 83 dólares por una hora de abrazos y recibe a sus clientes en su casa de Chicago, de 10:00 a 20:00, de lunes a viernes. Llegando a trabajar hasta 20 horas a la semana, esta joven puede facturar hasta 1.600 dólares cada siete días por abrazar a otra persona, ver una película o programa de televisión junto a ella, echar la siesta acurrucados, practicar la meditación o abrazarse en la playa. Pero la cosa no acaba aquí, Keely también ofrece sesiones para parejas a 109 dólares. Visto lo visto, muchos nos hemos equivocado de profesión, sí. –Aunque no te preocupes, por 149 dólares puedes convertirte en un profesional de los abrazos y a facturar a base de dar arrumacos–.
El objetivo principal de un snuggler o abrazador profesional es transmitir al cliente que no está solo, así como ayudar a superar determinadas barreras a personas que sufren de algún trastorno de estrés postraumático, como víctimas de agresiones sexuales e incluso adultos diagnosticados con trastornos del espectro autista.
Con tal fin, todo tipo de actividades o acciones son permitidas y ofrecidas, excepto las relaciones sexuales. Es la gran línea roja: «Este es un servicio estrictamente platónico. El cliente y el practicante acuerdan no perseguir ni fomentar la excitación sexual», se puede leer en la página web de Cuddlist, que precisa: «Sin contacto de manos a genitales o mamas. Sin estimulación genital intencional de ningún tipo».
Sin embargo, en una entrevista para Quartz, el director ejecutivo de Cuddlist.com, Adam Lippin, señalaba que lo que falta en nuestra sociedad no es el acceso al sexo, sino el acceso a la intimidad real; y es que según un reciente estudio llevado a cabo por DYM Market Research, el 62,6% de los españoles reconoce haberse sentido solos en algún momento, con una mayor percepción de soledad en las franjas más jóvenes (entre los ciudadanos de entre 18 y 25 años el dato asciende a un 80%) que entre los españoles de avanzada edad (los de más de 65 años registran un 38,5%). Asimismo, las mujeres han sentido más soledad en alguna ocasión (69,1%) que los hombres (56%).
Los abrazos reducen el estrés y la ansiedad
«Nuestra sociedad sufre de una deficiencia crónica de contacto y, para empeorar la situación, hemos sexualizado el contacto», explica la web de Cuddist. De esta forma, con el objetivo de cubrir este déficit, surgió en 2015 esta plataforma de abrazadores profesionales. Desde entonces, ha nacido una docena de empresas similares en Estados Unidos, como Cuddle Sanctuary o The Snuggle Buddies. Esta última ofrece por 330 dólares pasar por la noche ocho horas con el cliente, eso sí, cinco serían durmiendo. Y si eres más dormilón, pues nada, puedes pagar 400 y pasar 10 horas con tu acompañante, seis roncando.
Las investigaciones han demostrado que sin el contacto físico, es probable que experimentemos soledad, depresión, trastornos de ansiedad y estrés; y estudios recientes, como el llevado a cabo por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), demuestran que en el momento exacto en el que abrazamos a alguien, nuestro cuerpo libera oxitocina: una hormona que juega un papel clave en el desarrollo de sentimientos como el amor o el afecto. Paralelamente, también se liberan otras hormonas de la felicidad como la serotinina y la dopamina.
Abrazos virtuales en pandemia
La pandemia del coronavirus nos ha obligado a cambiar nuestra forma de relacionarnos. Nada de apretones, besos, arrumacos y abrazos con los que tanto nos gusta saludar. Una encuesta realizada en The New York Times a 511 especialistas sobre cuándo esperan reanudar 20 actividades de la vida diaria, refleja que cuatro de cada diez epidemiólogos afirman que no volverán a dar un abrazo hasta que pase al menos un año, y un 6% manifiesta que nunca más van a saludar a alguien con besos o estrechando la mano.
En este sentido, el COVID-19 ha obligado a reinventarse a un sector que aún estaba despegando. La distancia social que debemos tener para evitar contagios ha impedido a los profesionales de abrazos seguir con su trabajo como hasta ahora lo venían haciendo. Los trabajadores de Cuddist o Cuddle, por ejemplo, ofrecen abrazos virtuales en Zoom, esto es, el abrazador y el cliente se sitúan en posiciones cómodas cada uno en su hogar, mirándose fijamente a los ojos a través de lea pantalla y visualizando la sensación de ser abrazados por la otra persona al mismo tiempo que se masajean. Eso sí, la sesión en esta ocasión es más barata, unos 3o dólares.
De esta forma, ya sea abrazo virtual o no, esta emergente profesión especializada en el abrazo afectivo activa la alarma social y el debate en la comunidad médica y científica del auténtico déficit de cariño que sufren muchas personas. Y tú, ¿pasarías una hora abrazado a un desconocido?