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Travestis, bombas y un cortejo fúnebre: el urinario que homenajeará la historia de las Carolinas

El distrito de Ciutat Vella en Barcelona aprobó por unanimidad el pasado 16 de julio colocar un vespasiano en memoria de las Carolinas, protagonistas de la primera manifestación LGTBI de la historia: una marcha al ritmo de la ironía y el orgullo

Travestis, bombas y un cortejo fúnebre: el urinario que homenajeará la historia de las Carolinas

Carlos Pérez de Rozas | Foto cedida por Silvia Sicore

«Las Carolinas fueron en procesión al solar de un meadero destruido. Los rebeldes, cuando las revueltas de 1933, arrancaron uno de los urinarios más sucios, pero de los más queridos. Estaba junto al puerto y el cuartel y era la orina caliente de millares de soldados la que había corroído la chapa. Cuando se comprobó su muerte definitiva, con chales, con mantillas, con vestidos de seda, con chaquetas entalladas, las Carolinas vinieron al solar a depositar un ramo de rosas rojas, anudado con un velo de crespón. El cortejo partió del Paralelo, atravesó la calle de San Pablo y fue, Rambla de las Flores abajo, hasta la estatua de Colón. Habría unas treinta mariconas a las ocho de la mañana, a la salida del sol». 

Silvia Sicore, como cada mañana de domingo, se encontraba haciendo este recorrido cuando cayó en la cuenta de que es el mismo por donde Jean Genet escribe en Diario del ladrón (1949) que transcurrió el cortejo fúnebre de las Carolinas. En ese momento, nació la idea de conmemorar uno de los eventos más satíricos y surrealistas de la historia de la ciudad condal durante el pasado siglo: la marcha de las Carolinas en 1933, con mantilla al hombro y ramo de rosas en mano, para honrar a un urinario recién destruido por una bomba.

«Por casualidad» dice Silvia que tuvo la idea. Pero no solo una, sino todo un bucle de casualidades: por casualidad conocía la historia de las Carolinas, por casualidad había vivido al lado de la calle de las Carolinas, por casualidad había alquilado un piso cerca de donde estaba el campo de las Carolinas y, por si fuera poco, por casualidad es donde se ubica en la actualidad el Centro LGTBI[contexto id=»383891″] de Barcelona, del cual Silvia es su secretaria. 

Por casualidad también, un día tomando un café con un amigo en común, Sicore conoció a María José Chacón, consejera del Ayuntamiento de Barcelona, quien la animó a llevar su idea al pleno de Ciutat Vella, donde se aprobó por unanimidad el pasado 16 de julio. «A veces la política es muy dura y llevar algo más fresco y que, además, lucha por las libertades sexuales me pareció una buena propuesta», asegura la consejera. La recreación del vespasiano, por tanto, se incluirá en el plan municipal de remodelación de las Ramblas, que comenzará las obras a mediados de 2021.

Barcelona años 30: prostitución y anarquismo

El escritor francés Jean Genet recogió en la novela autobiográfica Diario del ladrón sus andanzas por la Barcelona de los años 30 y, no en pocas ocasiones, aparecen de pasada «las mariconas (en castellano original) del Barrio Chino», actual barrio del Raval, o también llamadas las Carolinas. 

Las Carolinas eran hombres travestidos que ejercían la prostitución en la Barcelona de aquella década. Estos muchachos se vestían de mujer para ser más femeninos y más atractivos a ojos de los clientes, en su mayoría militares y marineros. Su lugar de encuentro era un urinario público conocido como vespasiano (en honor al emperador romano de mismo nombre que implantó un impuesto sobre la orina) ubicado, precisamente, cerca del puerto y del cuartel militar.

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El célebre vespasiano donde se reunían las Carolinas. | Foto cedida por Silvia Sicore.

En aquellos tiempos, la capital catalana también era el seno de un movimiento anarquista muy extendido y activo; la Barcelona que describe George Orwell en Homenaje a Cataluña (1938), donde se respiraba camaradería y donde los camareros no aceptaban propinas, pero también la Barcelona de las desigualdades sociales, la represión y los atentados anarquistas.

Uno de estos atentados tuvo como objetivo en 1933 el vespasiano donde se reunían las Carolinas. El urinario quedó destrozado y la reacción de los muchachos fue organizar un cortejo fúnebre que recorrió la Rambla y llegó hasta el «difunto» meadero. Allí, las Carolinas, vestidas de luto y con actitud solemne, pusieron flores y honraron al urinario muerto. De esta manera y sin intención de ello, la marcha fúnebre de las Carolinas se convirtió en, posiblemente, la primera manifestación LGTBI de la historia, 36 años antes de los famosos disturbios de Stonewall.

«Se rieron de su desgracia e hicieron una fiesta. Lo encuentro tan irónico, tan inteligente, tan divertido: es un carnaval», confiesa admirada Silvia Sicore, divulgadora trans y autora de la propuesta del monumento en conmemoración de las Carolinas.

El leitmotiv es que lo diferente sea visible

Sicore explica que la colocación del vespasiano es una excusa «irónica y divertida» y que lo verdaderamente importante es aprovechar el monumento para realizar una suerte de peregrinación hasta allí cada 17 de mayo, Día Internacional contra la homofobia, la bifobia y la transfobia. «Lo que hay que honrar no es tanto a las Carolinas, que ser travesti en 1933 ya era todo un hito, sino la manifestación en honor a las disidencias de género y su visibilidad», reivindica Silvia.

La autora de la idea del homenaje propone que, una vez al año, las entidades LGTBI de Barcelona se vistan con una mantilla negra y lleven flores al monumento. El leitmotiv de la propuesta es que ese día se hable de lo que no está normalizado porque «cuando a una persona se la ve extraña, cuando se la ve diferente, en seguida se la rechaza; es la disidencia lo que está penalizado», explica Silvia, pero la realidad es que «es tan natural ser trans como no serlo»

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Las Carolinas. | Foto cedida por Silvia Sicore.

Ese es precisamente el legado de las Carolinas que los colectivos LGTBI de Barcelona quieren tomar: ellas se visibilizaron y mostraron que son así y que no iban a cambiar. «La normalidad viene con la visibilidad», considera Sicore.

«Las Carolinas eran grandes. Eran las Hijas de la Vergüenza»

El cortejo fúnebre de las Carolinas se ha enfrentado a la opinión de los historiadores. En el caso de los disturbios de Stonewall las fotografías capturaron el momento, de manera que verifican que el acontecimiento sucedió realmente. Pero, ¿y qué sucede con la marcha de los travestis barceloneses, que no fue fotografiada ni relatada por ningún cronista? Ante esta cuestión, Silvia Sicore responde que los historiadores, «unos cabeza-cuadrada» en su opinión, lo rechazan porque está recogido en una novela, género de ficción.

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Una Carolina con un cliente en la calle del Cid. | Foto: Josep María de Sagarra. | Archivo.

Sin embargo, Diario del ladrón de Jean Genet no es solo una novela. El propio autor apunta: «Este diario que escribo no es solo una distracción literaria (…). Siento como me afirmo en la voluntad de utilizar, con fines virtuosos, mis miserias de antaño». Por si esto no fuera suficiente, Silvia despliega una serie de nuevas casualidades que la novela del francés tiene en común con la realidad: las Carolinas existieron, el vespasiano estaba situado donde Genet indica, fue el escenario de un atentado anarquista y, además, Diario del ladrón incluye otros muchos pasajes cuya verosimilitud está demostrada. 

En cualquier caso, si alguien aún duda de si el cortejo de las Carolinas ocurrió realmente, Sicore se saca el as de la manga y lo compara con la Sirenita de Copenhague: «Esa escultura tiene muchas visitas y las sirenitas no existen. No todos los monumentos están dedicados a hechos históricos». 

Para la autora de la propuesta, lo importante no es tanto si el acontecimiento es verídico o no, sino lo honorable que es la propia idea de que un grupo de travestis se visibilizara en el año 33 con la motivación de llevar flores a un urinario. «Lo que nos enseña la acción de las Carolinas es que hay de ser valiente y ser una misma ante todo; lo más importante es no perder la propia identidad. Nos pasamos la vida luchando. Por eso, considero que todas hoy en día tenemos que ser Carolinas», añade Silvia.

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Aspecto constructivo del monumento dentro del nuevo plan urbanístico de las Ramblas. | Foto cedida por Silvia Sicore.

Según lo previsto, las obras de las Ramblas comenzarán a partir de mediados de 2021 y será entonces cuando se pueda visitar el monumento que no solo conmemorará la historia de las Carolinas, sino que también servirá como lugar de peregrinaje para el colectivo LGTBI y, en palabras de Sicore, de gran ejemplo «para las personas que tienen miedo de ser diferentes». 

Así, la historia de este grupo de travestis que Jean Genet describió con tanta fascinación no caerá en el olvido: «Las vi pasar. Las acompañé de lejos. Sabía que mi lugar estaba entre ellas, no porque fuera una más, sino porque sus voces avinagradas, sus gritos, sus gestos indignados no tenían, a lo que me parecía, otra finalidad que la de querer traspasar la capa de desprecio del mundo. Las Carolinas eran grandes. Eran las Hijas de la Vergüenza».

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