Pobreza menstrual (y medioambiental)
Para muchas sigue siendo un tabú hablar de la regla y más cuando estás en situación de pobreza y tienes dificultad para acceder a tampones y compresas. Son productos que no se consideran de primera necesidad y que además dañan el medio ambiente
Las llaman colas del hambre pero no todos los productos que se reparten son alimentos. Muchas de las mujeres que acuden a estas colas, presentes en toda España, llenan sus cestas con comida, pero también con tampones y compresas. Despensas solidarias, asociaciones de vecinos u organizaciones como Mensajeros de la Paz ofrecen productos de higiene femenina a las mujeres en situación de pobreza. Esta demanda ya existía antes de la pandemia pero la crisis provocada por el coronavirus la ha incrementado, según comentan trabajadores y voluntarios de estas colas.
«La pobreza es un fenómeno multidimensional que se manifiesta como la falta de capacidad de adquirir bienes y servicios que son imprescindibles en la sociedad en la que vive la persona. El concepto pobreza menstrual ayuda a visibilizar una de esas carencias», explica Graciela Malgesini, responsable de Incidencia Política y Asuntos Europeos de EAPN España (European Anti Poverty Network). «En un hogar que vive en pobreza se toman decisiones difíciles a la hora de gastar el dinero disponible. En un día determinado si se compra una bandeja de pollo comen cuatro personas, pero si se compran compresas, que cuestan aproximadamente lo mismo, ese día no se come. La opción es obvia», prosigue.
La EAPN publicó en diciembre de 2020 el informe Género y pobreza: determinantes sociales de la salud y el acceso a servicios sociosanitarios de las mujeres que avisa de que la pobreza menstrual también existe en España pero su invisibilidad forma parte del tabú que sigue girando en torno a la menstruación. Yo he podido comprobarlo: ninguna mujer en situación de pobreza menstrual ha querido aparecer en este reportaje. De eso no se habla, para muchas mujeres sigue siendo complicado hablar de la regla y la situación se complica todavía más si se trata de reconocer las carencias relacionadas con la menstruación. «Estas carencias generan frustración, vergüenza», confirma Malgesini.
El informe reconoce que no hay datos sobre pobreza menstrual, aunque según el 10º Informe sobre el estado de la pobreza, publicado por EAPN en julio de 2020, sí sabemos que el 20,7% de la población española, unos 9,7 millones de personas, están en riesgo de pobreza: de las cuales más de cinco millones son mujeres.
Los tampones y compresas no son productos de primera necesidad
Al menos así lo establece el IVA que tienen. Los productos de higiene femenina relacionados con la regla tienen en España un IVA del 10% y no del 4%, que es el superreducido que se aplica a los productos de primera necesidad, cuenta Malgesini. El Gobierno anunció su intención de bajar el IVA de estos productos al 4% pero finalmente en los Presupuestos Generales del Estado de 2021 no se ha introducido este cambio, por lo que tampones y compresas seguirán siendo considerados como productos que no son de primera necesidad.
Esta catalogación viene muy al pelo ahora que todos usamos mascarillas. «Mientras que todo el mundo entiende que la mascarilla para protegernos contra el virus debe tener un precio y un impuesto bajo porque es imprescindible, no parece tan claro que se comprenda lo mismo en el caso de los productos de higiene íntima», denuncia Malgesini, quien cita al Instituto Nacional de Estadística para recordar que alrededor de 11.830.546 mujeres están menstruando en España, pero, sin embargo, los productos que necesitamos para esta menstruación no son considerados de primera necesidad.
Cierto es que ya hay supermercados que venden 16 compresas por 0,73 euros o 20 tampones por 1,35. Pero también es cierto que estos mismos supermercados venden 28 compresas por 5,45 o 36 tampones por 6,45. La horquilla de precios según la marca es grande. En cuestión de higiene íntima femenina quizás el precio más alto respalda lo que buscan muchas mujeres: calidad y comodidad. En tampones y compresas poco se puede exhibir la marca, de lo que se trata es de que el producto sea eficaz y cómodo.
Países como Kenia, Canadá, India o Nicaragua no tienen impuesto asociado a tampones y compresas. En la Unión Europea es Irlanda el único país que no tiene ningún impuesto para estos productos. Por otro lado Escocia entrega gratuitamente tampones y compresas a todas las mujeres, mientras que Luxemburgo tiene un impuesto para estos productos del 3% y países como Reino Unido o Francia del 5%. En el otro lado está Hungría, con un 25% para tampones y compresas.
Según ONU Mujeres, alrededor del 13% de la población femenina mundial vive en situación de pobreza, por lo que se ven obligadas a prescindir de los productos sanitarios necesarios para la regla.
Tampones y compresas: enemigos del medio ambiente
El debate parece girar alrededor de precios e impuestos, pero no se habla tanto del impacto medioambiental que tienen estos productos. «Los tampones y compresas dañan mucho al medioambiente. Están hechos de algodón, rayón, poliéster, polietileno y viscosa, componentes llenos de productos químicos como ftalatos, bisfenoles y pesticidas nocivos para el medio ambiente y la salud», explica Jessica Checa, de la Comisión de Residuos de Ecologistas en Acción en Madrid. «La parte más visible del impacto ambiental de estos productos es la contaminación que generan a través de los residuos, pero su fabricación también tiene un gran impacto negativo sobre el medioambiente. El algodón con el que se fabrican requiere mucha agua, pesticidas y fertilizantes, y el poliéster proviene de derivados de petróleo y también requiere de mucha agua para su producción. A todo esto también habría que añadir la producción de envases, así como su residuo y el transporte», prosigue Checa.
No hay datos sobre la cantidad de residuos de este tipo que generamos en España, pero un informe de Zero Waste Europe de 2017, explica Checa, apunta a que en ese año se consumieron más de 49 mil millones de productos menstruales que produjeron unas 590.000 toneladas de residuos. «Los componentes de estos residuos pueden tardar cientos de años en degradarse. Se estima que, dependiendo del producto, varía entre 300 y 800 años lo que tarda en descomponerse en pequeños trozos de microplásticos que nunca desaparecerán del planeta».
«A nivel ecológico la solución está en usar productos reutilizables. Se ha estimado que el uso de la copa menstrual reduciría el 99% de los residuos. Por lo que si el 20% de mujeres que menstrúan en Europa optasen por la copa en vez de por productos de un solo uso se podrían reducir casi 100.000 toneladas de residuos al año», cuenta Checa, que también reconoce que el uso de la copa menstrual todavía no está generalizado.
Checa aboga por el fomento de métodos reutilizables como la citada copa, las compresas y tampones de tela reutilizables, las esponjas absorbentes o las bragas menstruales, pero también por una revisión de los impuestos asociados a estos productos. La copa menstrual también está sujeta al 10% de IVA, mientras que unas bragas menstruales o compresas de tela al 21%, «ya que se consideran prendas de ropa», denuncia Checa. «Luego hay productos como el Viagra que tienen un 4% de IVA… ¿es esto coherente? ¿Tiene sentido que los productos de higiene menstrual no sean de primera necesidad cuando es algo a lo que no puedes renunciar cada mes?».