Reciclar no es suficiente, ¿cómo reduce residuos una familia sostenible?
Reciclar es el primer paso, reducir residuos es el segundo y gran reto. Esta familia madrileña se propuso reducir sus residuos hace dos años. Compran productos de calidad que vayan a durar, reutilizan, arreglan y hacen: hacen su propio detergente, jabones, mermeladas, yogures
Es probable que en tu casa haya más papeleras que habitantes. Eso está bien, reciclar es importante. ¿Pero es suficiente? No.
Santiago Maestre dice que el reciclaje es un parche y Clara Calvo que lo utilizamos para acallar nuestras conciencias. No se trata de no reciclar, sino de generar menos residuos. Como explica Clara, no es solo sustituir el plástico por papel, sino reducir los residuos que generas. Julio es el mes sin plástico, un reto que implica no usar plástico y generar menos residuos. El mantra de que el mejor residuo es el que no se genera está claro, cómo conseguirlo no tanto. Como tantas otras cosas en la vida reducir residuos es una cuestión de ganas, tiempo y esfuerzo.
Santi es educador en un centro terapéutico de menores y Clara es responsable de desarrollo de comunidad en Impact Hub. Son los padres de Rodrigo de 7 años y Aroa de 3. La familia hoy está incompleta, es verano y Rodri está en el pueblo con sus abuelos, pero como es viernes a última hora se irán al pueblo para estar juntos el fin de semana.
Santi lleva en el hombro una bolsa de tela de la que saca una bolsa de papel usada. Estamos en la panadería del barrio. Aroa le acerca la bolsa de papel a la dependienta, que mete allí el pan que acaban de comprar para llevarse al pueblo. Después Aroa mete la bolsa de papel con el pan en la bolsa de tela que lleva su padre.
En casa me siento con Clara en la terraza. Santi entra y sale porque está a cargo de Aroa. Son de Madrid y son una familia sostenible, al menos lo intentan. Pero, ¿por qué es tan importante generar menos residuos? Según cifras de 2018 del Instituto Nacional de Estadística, la economía española generó 137,8 millones de toneladas de residuos de los que el 16,5% se corresponden a residuos producidos en hogares. Si se hace una media, cada habitante generó durante ese año 485,9 kilos de residuos urbanos. Justo el mes pasado se puso en marcha en el Congreso la tramitación de la ley de residuos que no se espera que se apruebe hasta el año que viene.
¿Por qué y cómo empiezo a reducir residuos?
Era mayo de 2019. Para entonces la familia ya llevaba tiempo dándole vueltas al tema de tóxicos en envases. Dejaron de comprar productos como latas de conserva y reflexionaron sobre el asunto: ¿qué le estamos dejando a los niños? «Creo que hay una falta de concienciación, de cuestionamiento y también olvidamos que el poder de los consumidores es enorme. Mira lo que pasó con el aceite de palma, la gente dejó de comprar productos con este aceite y ahora lo que vende es poner en tu producto una pegatina que diga: sin aceite de palma. Lo que tú hagas, más lo que hace el otro, y el otro, y el otro sí va a tener un impacto», defiende Clara.
De la pregunta qué le estamos dejando a los niños llegaron a la conclusión de que no bastaba con reciclar o con comprar un tipo de envase u otro, tenían también que reducir los residuos que generaban en casa. Para Clara una familia sostenible es la que tiene unos hábitos de vida que tienen en cuenta criterios de responsabilidad medioambiental y social. Llega a todos los terrenos: cómo viajar, cómo consumes –comercio justo, por ejemplo–, cómo comes, a quién impacta –positiva o negativamente– lo que compras, etc. «Creo que es casi imposible ser sostenible al cien por cien, y más en las ciudades, por los hábitos de vida que tenemos, por eso siempre estamos en proceso».
¿Pero por dónde empiezo a reducir residuos? «Lo que te voy a decir es una marranada, pero hay que hacerlo», dice Clara sonriendo. «Lo primero es mirar los residuos que generas: coge la basura, espárcela por la cocina y mira. ¿Qué tengo más? Imagina que son sobrecitos de té, pues estos sobrecitos son un buen punto para empezar. Quieres reducir los residuos que generas con estos sobrecitos y buscas alternativas, que puede ser empezar a comprar el té a granel. Es importante que vayas cambiando las cosas en base a tus hábitos de vida para que el proceso no sea tan difícil, así que después de auditarte a ti misma, establece unas prioridades y apunta tus motivaciones para mirarlas cuando flaquees, porque habrá momentos en que flaquearás», dice Clara con una sonrisa cómplice de no voy a mentirte, te va a pasar seguro. La motivación de esta pareja son sus hijos. Una vez iniciado el proceso conviene hacer una auditoría de vez en cuando para ver cómo lo estás haciendo, si estás cumpliendo objetivos o no.
¿Cómo lo hacen?
«Nos planteamos todo, todo, todo lo que compramos», explica Clara. Esto va más allá de la alimentación, ella calcula que hace dos años que no se compra ropa, por ejemplo. En este momento aparece Santi, que comenta que vivimos en un mundo donde se producen las cosas para que no duren. Pues bien, ellos tratan de hacer lo opuesto: que lo que compran tenga calidad para que dure el mayor tiempo posible. «También te digo que no se trata de demonizar el plástico porque también es positivo cuando está bien utilizado. Hay cosas de plástico como aparatos médicos o tu cámara de fotos –dice señalando mi cámara– que son buenas y van a durar muchísimos años. Hay cosas tecnológicas que son un avance brutal», sigue Santi.
«También te digo que no se trata de demonizar el plástico porque también es positivo cuando está bien utilizado»
En su día a día utilizan la app Gratix para regalar las cosas que ya no van a usar más; hacen yogures que guardan en tarros de cristal; fabrican sus propios jabones que guardan en una cajita de cualquier otra cosa; hacen sus propias conservas –envasan al vacío en tarros de cristal pisto, lentejas, cremas de verdura para que aguanten y no se pongan malos–; utilizan papel de cera de abeja –se puede lavar y volver a utilizar– para envolver alimentos como queso; hacen sus propias mermeladas; compran el cacao y los cereales a granel y los guardan en tarros de cristal; todos tienen sus propios botes para llevar la bebida al colegio o al trabajo; bolsas de tela para llevar la merienda; detergente hecho en casa –reciclan el aceite de freír y lo convierten en detergente con sosa cáustica–; bolsas para congelar de varios usos; pajitas reutilizables que se limpian con un cepillito; galletas compradas al peso guardadas en una caja antigua de metal; cepillos de dientes de bambú; algodón que se lava y reutiliza; zona de baño sin botes: los champús y geles de todos son sólidos y tienen forma de jabón de manos; copa menstrual; los niños tienen una cocinita de madera que hizo Santi partiendo de un antiguo mueble de Ikea, y un antiguo cuenco de cocina que ha empezado a romperse y es peligroso para comer se ha convertido en un pequeño macetero en la terraza…
Me presentan con mucha guasa el kit de hacer la compra: la bolsa de bolsas, anuncian a bombo y platillo. Es una bolsa de tela llena de bolsas de distinto tipo y procedencia. Todas cumplen su utilidad en función de lo que vayan a comprar. Es crucial no olvidar llevar bolsas siempre que se sale de casa, por si surge comprar algo. Las bolsas se conservan hasta que ya no se pueden usar más. Tan importante como las bolsas son los táperes, que también se lavan y se reutilizan el mayor tiempo posible y que cuando ya no tienen vida útil para transportar y almacenar alimentos pueden convertirse en el lugar donde guardar las tizas de los niños, por ejemplo. Los táperes van con ellos cada vez que van a la pescadería o al supermercado, así el vendedor les pone allí su pescado o lo que compren. En su barrio no tienen tiendas ecológicas ni a granel por lo que aprovechan los desplazamientos que hacen al trabajo para comprar en otras zonas y también compran online en un supermercado que les envía todo sin plástico.
Si van al cine, por ejemplo, llevan las palomitas de casa en una bolsa de tela y la bebida en los botes. Al trabajo cada uno lleva lo que va a tomar ese día. Santi ya no se acuerda de la última vez que usó las típicas máquinas de café y comida –guarrerías varias, más bien, dice– que hay. «La bolsa –de la merienda– de Rodri se ha descosido y hay que cosérsela», comenta Santi mientras sale de la terraza porque Aroa lo reclama. La ropa y todo se hereda y se reutiliza. Y cuando algo se rompe, se arregla. Santi vuelve y recuerda que antes de la pandemia había días en el trabajo donde uno de ellos invitaba al resto de los compañeros a desayunar. Él aprovechó y llevó un desayuno cero residuos para que vieran que se podía hacer. «Llevé naranjas para hacer zumo, tazas y cucharas para todos, queso, bizcocho hecho por mí, tomate picado, aceite y azúcar en un bote, y desayunamos todos».
Las dificultades de ser una familia sostenible
«Supone mucho esfuerzo y cierta incomodidad. Es difícil salirse de lo normal. Al principio pasas una racha de agobio superintenso porque miras a tu alrededor y solo ves plástico. Venga, lo tiro todo, pero es que eso tampoco es sostenible», explica Clara. Por eso lo suyo es darle todo el uso posible a las cosas que ya tienes antes de ponerte a tirar. Si tienes cubiertos en casa no tiene sentido tirarlos para comprar cubiertos de bambú, por ejemplo. «Pero cuando te entran esos agobios te sientes mal y culpable y así no se puede hacer un cambio de vida, tienes que saber que es un proceso de aprendizaje continuo», sigue Clara. Por ejemplo, ellos siguen sin tener solucionado el tema de la leche. Ahora buscan crema de protección solar sostenible porque la que han encontrado no les convence, dice Clara que es como echarse cemento en la cara. A ella también le costó abandonar su champú de siempre y pasarse al sólido natural. «¡Estuve dos semanas con pelos de loca!». El desodorante y la pasta de dientes todavía le cuesta. Otro tema para el que no han encontrado solución son las mascarillas FPP2. Ambos las llevan mientras están conmigo. Santi tiene que llevar ese modelo en el trabajo y Clara lo hace porque considera que es la más segura. Aun así ella, según donde esté, se pasa a mascarilla de tela: «De farmacia, de esas que son de cien lavados. Lo que sí hacemos con el residuo que suponen las mascarillas FPP2 es quitarles las gomas por el tema de las aves».
«Creo que no hay que salir tanto de tu zona de confort, tienes que ser coherente con tus hábitos»
«Por todo esto es importante que vayas haciendo cambios acordes a tu estilo de vida para que sea algo que puedas mantener en el tiempo porque si no, no aguantas. Creo que no hay que salir tanto de tu zona de confort, tienes que ser coherente con tus hábitos», insiste Clara. Lo más difícil para Clara son los niños. «Las chucherías, globos de agua, las colecciones de cromos, porque tienes el sobre donde viene y lo que se despega de la parte de atrás de cada cromo. Para diez cromos se genera toda una montaña de residuos… Les tienes que explicar muchas cosas que ellos no entienden. Jo, mami, por qué no tenemos globos, me dicen. Entones yo trato de decirles que no es que no me gusten, pero que no se reciclan, pero claro ellos ven a otros niños con globos. Rodri me dice a veces mamá, soy el único que lleva el batido hecho de casa…». Justo Aroa aparece con un Pocoyó de plástico y Clara me lo señala. Intentan que los juguetes sean de madera pero a veces no se puede, a ella le resulta muy difícil negarles cosas a los niños. Su contribución en esos casos está en la utilización de pilas recargables en los juguetes y otros aparatos que hay en casa.
Los agobios no cesan, vuelven de vez en cuando. Ellos sacan la basura amarilla, la de los envases, una vez al mes. Entonces ven por internet a una familia que la saca una vez cada tres meses y ya está el agobio servido. «Con el ecoagobio se pasa mal y la clave es superarlo y avanzar poco a poco. Es mejor hacer muchos pocos que intentarlo todo a la vez y abandonar», recomienda Clara.
Muchos de los productos que usan son más caros que los habituales, aun así Santi cree que al final ahorras porque son productos que duran tiempo y, por otro lado, estás dejando de comprar otras muchas cosas. «Piensa en los yogures, por ejemplo, nosotros como poco podríamos tomar trescientos al año. Como los hacemos en casa, eso que nos ahorramos y que no generamos de residuos». Con la comida, aunque tratan de calcular muy bien las cantidades, con los niños es difícil, así que Santi es el que va rebañando los platos para que no se tire nada.
«Cuando empezamos con todo esto estábamos muy solos y ese fue el origen de Ola Sostenible», recuerda Clara. Santi y Clara son los creadores de esta comunidad digital sostenible. «La idea de Ola Sostenible es que la gente no se sienta sola cuando empieza el cambio de vida, que nos apoyemos unos a otros y también que compartamos lo que descubrimos», explica Clara. El día a día de esta familia sostenible –en proceso, como insiste Clara– se desarrolla entre personas que no están viviendo este proceso de cambio. «Mis padres nos miran un poco raro», dice Clara con una carcajada. «Tú intentas llevarlos a tu terreno pero tampoco hay que poner a las personas de tu alrededor en un lugar que no están porque si tú no llegas por tu propio pie, tampoco lo vas a poder sostener en el tiempo».