La editorial Capitán Swing publica ‘Parentesco’ (Kindred, 1979), de Octavia Butler, la aclamada novela sobre la esclavitud en los Estados Unidos del siglo XIX de una de las mejores escritoras de ciencia ficción de todos los tiempos.
Cargamos el peso de la historia sobre nuestros hombros, pero cuando miramos hacia el pasado lo hacemos como si fuera algo ajeno a nosotros. Juzgamos deliberadamente a nuestros antepasados con comentarios del tipo: “¿Cómo pudo mi abuela permitir que su marido hiciera esto o lo otro con ella?” o “¿Por qué no salió a luchar por sus derechos? Yo no lo habría consentido”. Y muchas veces sentimos incluso vergüenza de ellas, de sus creencias o sus consejos, olvidando que la historia es un ejercicio de empatía y reconocimiento, y que solo es posible entender de verdad lo que es vivido o padecido.
Cuando Octavia Butler se planteó la escritura de ‘Parentesco’ (Kindred, 1979) lo hizo inspirada en la rabia que le producía que otros jóvenes afroamericanos de los 60’ y 70’ minimizasen los horrores de la esclavitud que sufrieron sus ancestros en el viejo sur de Estados Unidos entre los siglos XVIII y XIX, alegando que ellos sí se hubieran rebelado contra los amos que cosificaban a los esclavos y los obligaban a trabajar en las plantaciones algodoneras bajo la amenaza del látigo e incluso castigos mucho peores. Ella misma declaró en entrevistas que de niña se avergonzaba de que su madre fuera criada y permitiera que los señores de la casa en la que trabajaba la humillasen y hablasen de ella como si no estuviese delante, hasta que comprendió que todo lo hacía por su familia –el padre de Butler era limpiabotas y murió siendo ella muy niña-. Así que Octavia Butler pensó: “Ah, me gustaría veros a vosotros padeciendo lo mismo que ellos. ¿Tendríais el mismo valor de seguir viviendo?”. Y utilizó la magia de la ciencia ficción para crear una novela de viajes en el tiempo en que Dana, una escritora afroamericana de 1976 alter ego de la autora (y de los lectores), desaparece y reaparece en el Maryland de 1815, en plena época de esclavitud, invocada inconscientemente por Rufus Weilyn, un niño torpe y travieso que pone constantemente en riesgo su vida. Y a la sazón la de la familia de Dana, incluida la propia protagonista, porque Rufus es nada menos que su ancestro esclavista. Y ahora Dana es una mujer negra del siglo XX escupida en un estado donde a los negros se los vende como ganado y su vida vale lo que producen. O mejor dicho, no vale en absoluto.
‘Parentesco’ es una novela difícil de encasillar, una terrorífica incursión en el pasado ‘marciano’ de nuestra sociedad cuya impronta sigue en el presente, a caballo entre la ciencia ficción –los viajes en el tiempo son una excusa, un artificio con el que Butler conecta dos épocas, al igual que juega con la paradoja del abuelo- y la novela histórica y neo-esclavista, que desde su publicación se convirtió en un éxito de venta de lectura casi obligada en las escuelas. Si bien encontramos en ella los temas que habitualmente orbitan en las historia de Octavia Butler: raza-género-clase; un mantra del feminismo intereseccional inseparable, ya que ninguna de estas cuestiones puede explicarse sin las otras. Pero sobre todo pone el foco en la vida y el arrojo de esas mujeres invisibles, esclavas o libres (nunca del todo), sometidas a todo tipo de vejaciones y explotación. Como la antepasada de Dana, Alice, afroamericana nacida libre a la que un cada vez más obsesivo y violento Rufus (‘somos’ en el ambiente en que se nos educa) convertirá su vida en infierno, y también Sarah y su hija Carrie, cuya visión del mundo se contrapondrá a la de la propia Dana, una mujer negra del futuro que viste pantalones y a menudo es confundida por ello con un hombre, al igual que se la califica de “negra blanca” por su educación y modales. Y, de hecho, esta confusión, esta ambigüedad de género que tantas veces es jugada por Octavia Butler en sus novelas fue una constante en la vida de la autora de la trilogía Xenogénesis.
Tímida e introvertida, a Octavia Butler jamás le gustó que le tomasen fotografías. Su voz grave y profunda y su estatura –cuando era adolescente ya medía 1,80 metro- le granjearon las burlas de sus compañeros, que la llamaban ‘chico’ o lesbiana y, aunque jamás se identificó como gay, según un artículo publicado en Lithub estos insultos y su apariencia andrógina le hicieron reflexionar sobre el género y la sexualidad. “Soy una eremita, estoy muy bien sola”, decía. Por eso se refugió en sí misma y se construyó un mundo a su medida a través de la literatura.
‘Parentesco’ es una historia aterradora sobre heroínas invisibles donde ni siquiera la propia protagonista, viajera del futuro, se libra de la brutalidad y los latigazos.
Entiendo a la perfección cómo plegarse sobre un mismo para protegerse de la hostilidad de los otros puede llegar a cimentar un universo propio. Quienes hemos sido “extraños” para el resto, e incluso peligrosos por nuestra incapacidad de encajar, hundimos la cabeza en los libros, aprendimos a alimentarnos de nuestras propias historias. Paradójicamente, yo le debo mucho al bullying que padecí en el colegio; no sería la persona que soy ahora y probablemente tampoco escribiría ni me dedicaría a hablar con gente que combate molinos (las personas más interesantes del mundo) si no hubiese sido el sparring de las iras y los miedos de otros, y así lo he visto también en otros escritores y artistas. Hay verdad en las vidas difíciles, por horrible que parezca; como Dana, la protagonista de ‘Parentesco’, nos llenan de cicatrices y de conocimiento sobre el ser humano. Porque esta es una novela cruel, ninguna de sus heroínas, ni siquiera la escritora que va dando saltos del futuro (apenas unos minutos) a escenas del pasado de su clan familiar, se libra de latigazos y palizas, experimentando en su propia carne la dureza de lo que significó ser negra y mujer en el siglo XIX. Y se lleva los estigmas a su propia época, e incluso quienes la rodean –en una ocasión su novio Kevin, un hombre blanco, viaja con ella – acaban siendo víctimas también.
Hace algún tiempo, un amigo físico que impartía una charla sobre viajes en el tiempo nos preguntó adónde iríamos si tuviéramos una máquina como la de Wells. ¿Viajaríamos al pasado o al futuro? No supe qué responder, ambas opciones me producen curiosidad y me aterrorizan por igual. De todas formas, el presente está lleno de ambos: de vestigios a veces injustísimos que nos recuerdan de dónde venimos y de incertidumbre y posibilidades que en algunos casos no parecen más halagüeñas. En ‘Parentesco’, Octavia Butler no nos sitúa en un futuro especulativo como el de ‘Amanecer’, ‘Imago’ y ‘Ritos de Madurez’, donde la Tierra está destruida y una raza extraterrestre se une sexualmente a los humanos en busca de una mejor biología que propicie la supervivencia, dando lugar a una tercera raza. Pero es más que nunca una novela de nuestro tiempo, aun siendo una ficción histórica nos enfrenta con el efecto que el pasado tiene en nuestras vidas como sociedad y como individuos.
“Soy negra, soy solitaria, siempre he sido una marginal”
Octavia Butler
Los Angeles Times, 1998