¿Puede el streaming salvar a la industria del cine mientras dure la pandemia?
Hablamos con Enrique Costa (Avalon), Eduardo Escudero (A Contracorriente) y Jaume Ripoll (Filmin) de estrenos y festivales online y del cine sin las salas
Las primeras medidas parecían suficientes: distancia de seguridad, dos de cada tres butacas vacías, limpieza a fondo entre sesión y sesión. El coronavirus había entrado en nuestras vidas, solo que todavía creíamos que la situación era manejable. Esa ilusión no tardó en evaporarse: ocurrió el viernes 13 de marzo, a horas de que el Gobierno decretara el lockdown nacional, cuando las grandes cadenas de cine tomaron la iniciativa de bajar la persiana. El estado de alarma, expresado en el confinamiento doméstico de cada uno de nosotros, puso a temblar a la industria; los productores, los distribuidores, los directores, los exhibidores, los actores, los intermediarios, todos se hicieron la misma pregunta: y ahora ¿qué?
Eduardo Escudero, director de desarrollo de negocio de A contracorriente Films, recuerda cómo fueron los días previos a la oficialización de la pandemia: “Trabajamos con varias distribuidoras italianas y nos iban advirtiendo con más o menos una semana de antelación. Ya en Berlín, a finales de febrero, empezamos a estar más atentos. Pero nada quita que esto no te pille preparado”. Ellos, como distribuidores y exhibidores —son los principales accionistas de los cines Verdi y Conde Duque—, saben bien que el negocio del cine está en las taquillas; la primera cuestión verdaderamente importante y que debían resolver como distribuidora era clara: ¿qué hacemos con los estrenos?
No fueron los únicos. “Nosotros estábamos muy condicionados porque teníamos un estreno el 13 de marzo, que era Y llovieron pájaros, y en todo momento, hasta el viernes por la mañana, mantuvimos la fecha de estreno porque no veíamos correcto dejar solos a los exhibidores que en un principio mantenían las salas abiertas”, comienza Enrique Costa, director de distribución de Avalon. “Claro, en el momento en que el viernes por la mañana algunas grandes cadenas comenzaron a avisar de que ellos cerraban, no nos quedó otra que posponer el estreno”. Sin fechas ni plazos, lo más fácil era mirar por la ventana y no ver más que niebla; pero Avalon evaluó sus opciones, que —para ser francos— eran pocas, y tomó una decisión. “Como considero que somos una empresa bastante ágil, o intentamos serlo frente a lo que puede ser un estudio más grande, buscamos soluciones, modelos diferentes: no sólo para no oxidarnos y seguir teniendo trabajo, sino para buscar fuentes de ingresos”.
Las dos distribuidoras que protagonizan este reportaje dibujaron dos estrategias distintas para capear la tormenta; ambas comparten el streaming como línea en el horizonte. A Contracorriente presentó su Sala Virtual —tal vez sea su y no su al mismo tiempo; es su proyecto, pero no han querido dejar su marca en la página—, que da acceso a varios títulos de cartelera con el apoyo de más de 70 salas. Cada sesión cuesta 6,95 euros. Ahí encontramos algunos de sus estrenos más esperados, como Vivarium —el segundo largometraje de Lorcan Finnegan, esta vez protagonizado por Imogen Poots y Jesse Eisenberg— o Especiales —escrita y dirigida por los autores de la francesa Intocable: Olivier Nakache y Eric Toledano—, accesibles desde cualquier SmartTV y desde cualquier teléfono. El paso fue arriesgado: primero, porque le dieron categoría de estreno a las películas que tenían programadas para las salas en abril, con su inversión en publicidad y promoción correspondiente; segundo, porque depositaron su confianza en que el público pague a precio de taquilla una película en casa; tercero, porque estrenaron en plataformas antes que en físico, un mensaje que puede ser duro para las salas. “Es un proyecto con ambición y la ambición requiere de no hacer las pruebas con gaseosa, sino con recursos e inversión”, defiende Escudero. “Ya te diré en mayo si hemos acertado o no”.
Avalon buscó soluciones y en esa búsqueda contó con una carta ganadora: la última película de Xavier Dolan. La distribuidora independiente programó el prestreno de Matthias & Maxime para el 27 de marzo, cambió el espacio habitual de una sala de Madrid o Barcelona por el espacio virtual de Filmin. Le fijaron una disponibilidad efímera y un precio de taquilla, ese fin de semana a 5,95 euros, pero se comprometieron con el público a algo más: la película llegará a las salas. “El resultado ha sido muy positivo, muy por encima de esos casos anteriores de otros estrenos”, celebra Costa. “Es el segundo mejor fin de semana en TVOD —pago por visión, fuera de la suscripción— desde Parásitos, y la película que más público ha mantenido en su primer fin de semana”.
La noticia llega como un rayo de luz; mientras las salas permanecen cerradas, este éxito es un alivio para las distribuidoras. “Ha sido una experiencia muy buena”, reconoce Costa. “Sabemos que es Dolan y sabemos el público que tiene y hasta dónde puede llegar, pero estamos muy orgullosos del trabajo realizado con el apoyo de Filmin, de haber podido generar una sinergia entre una distribuidora independiente con un público muy claro y una plataforma que es la casa del cine de autor”. La noticia es estupenda, pero hay una duda que asalta: ¿bastará con el streaming para salvar la temporada?
Los límites del streaming
Su nombre ya ha aparecido durante lo que llevamos de reportaje. Su catálogo, si hablamos de cine clásico, cine de autor, cine de género, cine según Scorsese, no tiene competidor en España. Filmin, poco a poco, va atrapando más atención mediática. “Las plataformas estábamos creciendo antes del coronavirus”, detalla Jaume Ripoll, cofundador de Filmin y su director editorial. “Hemos crecido un poco más ahora, pero veníamos de un crecimiento continuado. En realidad, te diré que hemos vivido diferentes etapas. Entre 2008 y 2010, fue la de definir el producto. En 2010 ya sabíamos lo que queríamos ser y lanzamos la tarifa plana, además de ofrecer alquiler de novedad [el TVOD del que hablamos antes]. Entonces vino el cierre de Megaupload y el Goya a Pa negre, que nosotros teníamos disponible. Después, con Carmina o revienta, demostramos que se pueden hacer estrenos simultáneos potentes”.
Pero el salto decisivo, el evento que redefinió el tablero, fue la llegada de Netflix a España: “La gente se acostumbró a pagar por suscripciones, pasó a estar dispuesta a pagar por Netflix y, además, otras plataformas, como Filmin, porque le gusta el cine clásico o de género”. Las ventajas de suscribirte a una plataforma como esta saltan a la vista: con 8 euros tienes los clásicos de la Universal, maestros como Hitchcock, los mejores títulos europeos y del indie americano, series sensacionales —Ripoll recomienda Halt and Catch Fire y Exit— Ahora bien, ¿puede vivir una distribuidora de explotar su catálogo en una plataforma, ya sea Filmin o Netflix, con tarifa plana? Costa confiesa sus dudas. “España, a nivel europeo, es bastante puntera: aquí conviven plataformas internacionales con nacionales, como Filmin”, explica. “Pero, después, la idiosincrasia de nuestro público nos impide aceptar cosas que suceden en Estados Unidos o Reino Unido, donde se ofrecen películas a más de diez euros, un coste que aquí parece inasumible o de fantasía. Sustituir a la ventana de cine es muy difícil bajo una plataforma de suscripción; la suscripción es muy limitada. Y no ayuda que las plataformas internacionales sean opacas y nunca te digan las cifras que sí sabes cuando los espectadores van al cine”.
Escudero, cuando le pregunto si el mercado del streaming puede ser rentable, responde con contundencia: “No, como distribuidor no”. Y continúa: “Estábamos experimentando que cada vez había más gente que alquilaba por ver un contenido, pero la llegada de las plataformas por streaming detuvo esa progresión y, de hecho, hubo cierto retroceso”. El espectador prefiere pagar por un bufé libre que por un plato único.
El negocio del streaming, pues, aspira a ser tan lucrativo como el viejo negocio del Home Video, que durante años proporcionó una segunda vida comercial a las películas. Pero le queda un océano de distancia si lo que espera es igualar los ingresos por taquilla. Costa se afirma: “La ventana de cine, hasta que no se demuestre lo contrario, no tiene nada que se le compare. En el pasado había otras ventanas como esa, que generaba ingresos por debajo del cine, pero generaba ingresos. Y había varias televisiones de pago. Ahora no tenemos esa situación y, bajo suscripción, es prácticamente imposible”.
Costa, cuando le hago la pregunta imposible —¿qué crees que ocurrirá en las próximas semanas?—, proporciona la respuesta más sensata: “No lo sé”. Es difícil incluso saber si los ciudadanos saldrán del confinamiento sin miedo o con dinero, o si no se decretará de nuevo el aislamiento social —y vuelta a empezar—. “De momento la gente no es que esté a verlas venir, pero sí con la expectativa de que en dos meses atisbemos un principio de normalidad, que veremos si llega o no”, comenta Ripoll. “En China reabrieron 500 salas en todo el país y, al cabo de nada, tuvieron que cerrarlas de nuevo. Si nuestra expectativa es lo que sucede en China, hay motivos de preocupación para la industria”.
Uno espera que la pandemia, tal como vino, se vaya; pero uno puede esperar muchas cosas y que se produzcan las contrarias. Actualmente el mercado está anestesiado, dominado por el desconcierto y la incertidumbre. Dice Escudero que el movimiento del mercado suele ser el justo por estas fechas, en condiciones habituales: “Casi nadie estaba enviando propuestas, Cannes estaba muy cercano, en mayo, y todo se lo guardaban”. Pero está por ver que Cannes tenga edición, o al menos Sección Oficial —han confirmado, eso sí, un mercado online del 22 al 26 de junio—, y si cae Cannes las heridas pueden ser más profundas.
De festivales físicos y festivales online
Los festivales no quieren precipitarse: es abril, hay semanas por delante, mejor aguardar. Cannes da por hecho que no será en junio ni julio, como se llegó a barajar, pero se resiste a dejar su casilla en blanco, el 16 de mayo anunciará las películas que van a competición: no concibe un festival sin proyecciones, ni tampoco dejar en la estacada a miles de productores, distribuidores, cineastas, etcétera. Thierry Frémaux, director de Cannes, medita la opción de otoño y una sinergia con Venecia, que está programado del 2 al 12 de septiembre. “Yo quiero escuchar en mi cabeza que hay un Festival de Cannes”, dice Costa. “Pero ahí ya jugamos a la rumorología. No sé cómo va a ser, pero yo entiendo que sí va a existir. Veremos cómo se adapta al mercado”.
Las voces que hablan de un cambio de paradigma son muchas, demasiadas. Son tiempos de pocas certezas: no sabemos cuál será la magnitud del cambio, tampoco las secuelas definitivas de la pandemia. Esto que dice Costa es muy importante: “No somos conscientes de lo que están sufriendo en la producción, siempre pensamos en lo inmediato. Yo me pondría a pensar en 2021. Se están paralizando rodajes desde marzo a nivel mundial y no se sabe cuándo van a volver a empezar. A lo mejor nos tiramos así hasta agosto. Eso va a provocar que las películas que se tendrían que mostrar a la industria en Cannes, Toronto, San Sebastián, etcétera, a lo mejor no estén listas. O que no lo estén tantas”.
Es cierto: esa posibilidad, por alejada, no la atendemos todavía. Pero es inevitable pensar en los problemas lindantes, pensar en la adaptación digital de los festivales —aunque se haga cuesta arriba imaginar algo adaptado a la envergadura de Cannes o Venecia—, preguntarnos si el escenario forzará su auge. Si buscamos festivales online, encontramos que el propio Jaume Ripoll creó hace ocho años el primero en Europa: el Atlàntida Film Fest. “Fue un reto muy bonito”, reconoce. “En ese viaje, que dejó de ser meramente online en 2015, hemos aprendido mucho: en contactos con agentes de venta y con el público, en hacer atractivo el contenido para la audiencia. Ya han surgido otros festivales online. Filmin ha colaborado con el DocsBarcelona, con InEdit, con DocumentaMadrid, con festivales como Sevilla o Sitges, celebraremos el Festival de Autor de Barcelona…”. Con todo, Ripoll asume sus limitaciones: “La experiencia de un festival físico es inigualable, pero, hasta que estos puedan volver, ahí estaremos las plataformas”.
Le pregunto a Escudero si ha barajado esta posibilidad en su caso, el del BCN Film Fest, que está previsto para la tercera semana de junio —del 19 al 26—. Es prudente, cree que sería aventurarse demasiado: “Yo espero que, a mediados de junio, de alguna forma, los espacios públicos y los cines puedan estar abiertos. Si no, esto sería peor de lo que esperábamos. Espero que se pueda mantener la fecha. El BCN Film Fest no está pensado para hacerlo virtual. Cualquier cosa es posible, pero vamos a intentar defenderlo. Haremos lo que sea necesario”.
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Todo lo que se puede decir es que, a la espera de que el Ministerio de Cultura proponga un plan específico para el sector que vaya algo más allá de las ayudas generales, la industria del cine no puede vivir sin las salas —hablamos de motivos económicos y espirituales—. Avalon ha recuperado la filmografía de Wong Kar-wai y una joya llamada Under the Skin, dirigida por Jonathan Glazer y protagonizada por Scarlett Johansson, y mantiene sus planes de llevarlas a las salas. Costa lo cuenta con entusiasmo: “El sentimiento, la emoción, el disfrute que tú tienes como espectador es inigualable. Sé que voy a vivir tiempos difíciles, cada vez más difíciles, pero defiendo las salas de cine. Y me encantaría ver con mis hijos Deseando amar en una sala o Under the Skin con un montón de gente que está empezando en esta industria y no conoce la obra de Glazer, o que se la ha visto descargada. Yo sigo creyendo en el cine, yo sigo creyendo en las salas…”.