Nevenka Fernández y el acoso sexual antes de #MeToo
No hubo hashtags que apoyaran a Nevenka Fernández. Nadie dijo “me, too” ni “time’s up”. No hubo gritos de “tranquila, hermana, aquí está tu manada”. Lo único que hubo fue un juicio, público y doloroso, en el que hasta el fiscal le dejó claro a la víctima que no se creía una palabra de lo que decía. La sentencia del caso Nevenka, conocida el 30 de mayo de 2002, hace 16 años, impuso a su exnovio, el exalcalde de Ponferrada Ismael Álvarez, la pena mínima, pero el caso hizo historia: por primera vez un político español era condenado por acoso sexual.
Nevenka Fernández no tuvo hashtags que la apoyaran. Nadie dijo “me, too” ni “time’s up”. No hubo gritos de “tranquila, hermana, aquí está tu manada”. Lo único que hubo fue un juicio, público y doloroso, en el que hasta el fiscal le dejó claro a la víctima que no se creía una palabra de lo que decía. La sentencia del caso Nevenka, conocida el 30 de mayo de 2002, hace 16 años, impuso a su expareja, el entonces alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, la pena mínima, pero el caso hizo historia: por primera vez un político español era condenado por acoso sexual.
Concejala de Hacienda en la localidad leonesa en aquel momento, Nevenka Fernández puso una denuncia en 2001 al alcalde después de sufrir un “infierno” por parte de su jefe, que no aceptó que la relación sentimental que hubo entre ambos hubiera terminado. El siguiente paso de Fernández, que entonces tenía 26 años, fue anunciar su dimisión en una rueda de prensa en la que dejaba claro, con voz quebrada, el motivo de su marcha: “Tras manifestar repetidamente a Ismael no tener claros mis sentimientos, la relación se acaba. Es a partir de ese momento cuando empieza para mí un infierno. Mi negativa provocó su acoso. Su actitud de presión se tradujo en notas manuscritas, mensajes en el teléfono móvil, cartas, comentarios verbales que prefiero no reproducir literalmente y un desprecio absoluto hacia mi trabajo y mi persona mediante descalificaciones, actos y vejaciones que atentaron contra mi integridad física y psíquica”.
El infierno al que se refería Nevenka Fernández se agravó más incluso con la llegada del juicio. Su partido, el PP, no la apoyó. Sus compañeros —y compañeras— de la corporación municipal ponferradina callaron o directamente se pusieron de parte del acosador, que ya hablaba de conspiración de la izquierda. Incluso el feminismo dejó de lado a la exconcejala (“seguramente porque era de derechas”, según Juan José Millás, que escribió un libro sobre el caso Nevenka): la Asociación para la Defensa de la Mujer Acosada, que inicialmente había ejercido la acusación particular, se retiró poco antes de empezar el juicio argumentando que había perdido la confianza en Fernández.
El fiscal
El fiscal del caso, José Luis García Ancos, sometió a la víctima a un interrogatorio que pasó a la historia.
—Querían que me marchara como si hubiera hecho algo malo. Querían que me marchara como si fuera una incompetente —expuso Fernández.
—¡Uno se marcha si tiene dignidad y luego denuncia, pero no cuando usted pasó todo ese calvario que nos ha dicho! —fue la respuesta del entonces fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León.
Pero la perla más recordada del jurista fue la siguiente: “¡Usted no es la empleada de Hipercor que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos!”.
El juez tuvo que recordarle al fiscal que Nevenka Fernández comparecía en calidad de testigo, no de acusada. Finalmente, García Ancos terminó apartado del caso, no sin antes haber dado una entrevista radiofónica en la que decía que, de uno de los testimonios del juicio, “se desprendía que se quería decir que Nevenka, siendo una colegiala, era una putilla”.
La sentencia
Una multa de 6.480 euros y una indemnización de 12.000 euros a la víctima por un delito de acoso sexual. La pena mínima fue lo que el Tribunal Superior de Castilla y León impuso a Ismael Álvarez, que dimitió como alcalde de Ponferrada. El motivo de su renuncia no fue más que su propia voluntad. Ni el Partido Popular se lo pidió ni la ley se lo exigió. Se fue porque quiso. Los políticos que decían que no pensaban hacer declaraciones hasta que no hubiera sentencia se mantuvieron en silencio. Incluso Ana Botella, mujer del entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, alabó la actuación del acosador: “Hay que tener un respeto total por el alcalde de Ponferrada, que ha tenido una postura impecable al dimitir antes de que haya una sentencia firme”.
Ambas partes recurrieron. Nevenka Fernández, porque no había condena por un delito de lesiones psíquicas —unos daños que corrobaba un equipo de cinco psiquiatras y psicólogos—. Ismael Álvarez, porque insistía en su inocencia. El Tribunal Supremo desestimó el recurso de ella y estimó parcialmente el de él al rebajar la multa a 2.160 euros. La sala dejó la sanción en un tercio de lo que era al quitar el agravante de abuso de superioridad porque, según los magistrados, no existe una “relación jerárquica propiamente dicha” entre un alcalde y una edil, ya que el regidor “es superior jerárquico de todos los empleados del Ayuntamiento (…), pero no concurre estrictamente esta jerarquía con los concejales”. Y así se quedó la cosa.
La victoria pírrica de Nevenka Fernández no evitó que la sociedad la condenara a ella y perdonara a su acosador. La exconcejala se marchó de España por el revuelo mediático que provocó su caso. No ha regresado. El exalcalde volvió a presentarse a las elecciones municipales de Ponferrada de 2011. Obtuvo 5.719 sufragios, cinco concejales y un 16,53% de los apoyos. Fue la tercera fuerza política más votada.