Daño cerebral adquirido, cuando un segundo lo cambia todo
En España unas 420.000 personas sufre daño cerebral adquirido, según FECADE,dándose cada año 104.700 nuevos casos en nuestro país.
Imagina que te despiertas y no entiendes lo que ves, lo que oyes, lo que tocas, no sabes quién eres… Sientes que quieres hablar y no puedes, que has perdido tu autonomía y necesitas ayuda para comer, beber, asearte. Sientes que las cosas más simples de tu día a día se convierten en retos imposibles. Que no puedes hacer lo que más te gustaba, relacionarte con tu familia y amigos, pasear, bailar… Todo esto puede ser consecuencia del daño cerebral adquirido (DCA), una lesión en el sistema nervioso central que imposibilita la realización de las funciones normales del cerebro y que en España sufren unas 420.000 personas, según datos facilitados por la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE); cada año se producen 104.700 nuevos casos, el 78% como consecuencia de un ictus y el 22% restante debido a traumatismos craneoencefálicos.
Todos los que han sufrido la paralización de sus vidas o la de sus seres queridos por el daño cerebral provocado por un ictus, un tumor o algún tipo de traumatismo saben que esta segunda vida es mucho más compleja que la primera. Pero con esfuerzo y ayuda la mejora o recuperación es posible, ya que como dijo Hipócrates: “No existe daño cerebral demasiado leve para ser ignorado ni demasiado severo para perder la esperanza”.
Y de esto bien sabe Guillermo. Un pequeño que hace dos años se vio obligado a conjugar a la perfección el verbo ‘vivir’.
Guille tuvo un accidente muy grave que estuvo a punto de costarle la vida mientras se encontraba disfrutando de las vacaciones de verano en un campamento. Sufrió una parada cardíaca letal por una cardiopatía no diagnosticada previamente. Se desmayó en la piscina y estuvo varios minutos inconsciente.
Como consecuencia, el pequeño tuvo muchas complicaciones no sólo pulmonares, sino también complejos daños cerebrales debido al ahogamiento. Tuvo que aprender a vivir de nuevo.
«Estuvo en coma más de un mes en estado de mínima conciencia. En ese tiempo no nos reconocía, no hablaba ni se cruzaban nuestras miradas. Estaba perdido», relata su madre.
Sin embargo, tras seis meses de trabajo de neurorrehabilitación que comenzó con el pequeño aún en la UCI de manos de la fundación DACER, Guille sigue mejorando y avanzando cada día. Ya realiza casi todas las actividades de la vida diaria de forma independiente, vuelve a hacer deporte y está comenzando a leer y escribir.
Desde la creación de DACER, unas 400 personas han formado parte de esta gran familia y, en la actualidad, más de 100 se benefician de los tratamientos del centro que trabaja cuatro áreas terapéuticas: fisioterapia, terapia ocupacional, logopedia y neuropsicología. «En DACER somos un equipo multidisciplinar donde nuestro objetivo principal es mejorar la calidad y esperanza de vida de aquellas personas que han sufrido un daño cerebral, centrándonos en las necesidades concretas de cada uno de ellos», apunta a The Objective Lorena Rodríguez, directora y socia fundadora de DACER. «El daño cerebral es algo que acompañará en el día a día a las personas que lo sufren, pero no debe ser un impedimento para seguir luchando y conseguir mejorar sean cuales sean sus problemas«, apunta optimista Rodríguez, quien aprovecha para decir que el daño cerebral adquirido es «el mayor reto sociosanitario de nuestro país y, en general, del mundo Occidental». Y es que este tipo de lesión es la primera causa de discapacidad grave y de dependencia permanente en personas adultas y mayores.
De esta gran familia también forma parte Juan Pablo, de 49 años, cuya vida dio un vuelco el 5 de julio de 2013 cuando un aneurisma en una de las venas del cerebro, algo de tabaquismo y colesterol, la elevada tensión y el estrés de los últimos tiempos en el trabajo, le provocaron una hemorragia cerebral masiva. Tras varios días en coma y dos operaciones, 45 días después salía del hospital con el lado izquierdo del cuerpo casi sin movilidad y sin apenas equilibrio. «En ese momento afloraron aspectos de mi carácter que hicieron que tirase adelante. La historia de mi vida ha sido siempre la de la superación y no podía ser menos en ese momento. Mis padres me inculcaron la idea de que debíamos luchar hasta el final sin desfallecer, y a fe que lo he hecho», cuenta Juan Pablo, hoy ya prácticamente recuperado. «Sé que quedan sutilezas por pulir, pero también sé que voy a conseguirlo», dice orgulloso.
Hoy Juan Pablo está mucho más cerca de conseguir volver a ser el que era antes de aquel 5 de julio. Han ido pasando los meses, y de la falta de equilibrio inicial no queda rastro alguno, sólo un vago recuerdo en la memoria. «La mano izquierda la muevo perfectamente y de alguna forma, se me puede considerar como completamente autónomo en el aspecto físico, lo que ha motivado que la rehabilitación física haya terminado ya». Aún sigue con la rehabilitación cognitiva, ayudado por su neuropsicóloga Sara, de DACER. «Cada día aprecio mis progresos, lo que me emotiva para seguir adelante y superarme», cuenta orgulloso quien sus compañeros de la fundación consideran un «ídolo»: «Les oigo decir que soy su ídolo, lo bien que me ven moverme, hablar o razonar».
De esta forma, y ante la capacidad que tiene el cerebro de reorganizarse y corregir parte de las lesiones sufridas, nunca se debe perder la esperanza ya que, a veces, los resultados obtenidos superan la visión más optimista de los neurólogos.