Alice Evans, la defensora de la pasteurización de la leche a la que nadie tomó en serio
Sus investigaciones no fueron tomadas en serio por varios motivos, pero principalmente por ser una mujer y no tener un doctorado
David Bruce (1855-1931) fue un microbiólogo que descubrió las causas y las vías de transmisión de varias enfermedades tropicales. Una de las más conocidas es la llamada fiebre de Malta –o brucelosis–, enfermedad infecciosa causada por bacterias del género Brucella y que afecta a mamíferos, en particular a seres humanos.
En 1887, Bruce trabajaba en el Servicio Médico del Ejército Británico con destino en la isla de Malta. Esta formaba parte del Imperio británico tras la firma del Tratado de París de 1814. El investigador observó que muchos soldados presentaban cuadros de fiebre ondulante, una hipertermia que fluctuaba, podía prolongarse durante meses y, en algunas ocasiones, incluso provocar la muerte.
Al realizar las autopsias a los soldados fallecidos por estas fiebres, Bruce encontró en su bazo, hígado y riñones un microoganismo que denominó Micrococcus melitensis –Melite es el nombre que los griegos dieron a la isla de Malta–. El microbiólogo verificó que el Micrococcus melitensis era el responsable de la enfermedad y, más tarde, pasó a llamarse Brucella melitensis en honor a su descubridor.
Estudiando las bacterias de la leche
Unos años antes de la llegada de Bruce a Malta nacía Alice Catherine Evans (1881-1975) en una granja de Pensilvania (Estados Unidos). Seguramente su preocupación por las enfermedades de los animales tuvo mucho que ver con el lugar en el que vino al mundo.
Alice comenzó a trabajar como maestra rural en 1901 y, tras conseguir una beca en la Universidad de Cornell, se graduó en la especialidad de bacteriología en 1909: fue la primera mujer en conseguirlo. Tras obtener un Máster en Ciencias por la Universidad de Wisconsin, en 1910 solicitó trabajo en el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) en la División de productos lácteos. Aunque sus capacidades le habrían permitido realizar una tesis doctoral sin problemas, su situación económica la obligó a comenzar a trabajar para sobrevivir.
Su trabajo en la USDA consistía en realizar análisis bacteriológicos de la leche y derivados para conseguir mantener sus propiedades nutritivas y mejorar el sabor de algunos productos.
La pasteurización es un proceso térmico que intenta reducir la presencia de agentes patógenos en algunos líquidos. Debido a las altas temperaturas a las que se somete el producto tratado, la gran mayoría de los agentes bacterianos –aunque no todos, a diferencia de la esterilización– mueren. Alice presentó sus descubrimientos en un artículo que publicó en The Journal of Infectious Diseases. Alice seguía seriamente preocupada por las enfermedades del ganado, sobre todo por aquellas que podían transmitirse a seres humanos. En 1918, gracias a su investigación pionera, consiguió demostrar que la ingesta de leche cruda procedente de vacas infectadas podía transmitir la bacteria Bacillus abortus, que causaba brucelosis. Propuso apostar por la pasteurización de la leche para eliminar esta bacteria que causa la enfermedad.
La bacterióloga sabía que era necesario convencer a médicos, funcionarios de salud pública, veterinarios y agricultores de que la pasteurización era necesaria para detener la propagación de esta enfermedad y evitar de este modo la muerte de muchas personas. Lamentablemente, sus investigaciones no fueron tomadas en serio. Varios motivos jugaban en su contra: era la primera vez que se señalaba que una misma bacteria podía causar enfermedades distintas en seres humanos y animales. Además, era una mujer y no tenía un doctorado.
Afortunadamente, a finales de la década de los años 1920 otros investigadores llegaron a la misma conclusión que Alice y el gobierno de los Estados Unidos aprobó leyes que obligaban a la pasteurización de la leche para prevenir la enfermedad.
Paradójicamente, y debido a la manipulación de la bacteria durante sus investigaciones, Alice contrajo brucelosis crónica en 1922. Pasó por períodos de enfermedad cada cierto tiempo.
Tras abandonar la USDA, Evans trabajó para el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos y realizó importantes aportaciones al conocimiento de enfermedades infecciosas, como la gripe española, la meningitis y las infecciones estreptocócicas.
En 1928, Alice Catherine Evans se convirtió en la primera mujer presidenta de la Sociedad de Bacteriólogos Estadounidenses (hoy en día Sociedad Estadounidense de Microbiología). Se jubiló en 1945 y dedicó parte de su tiempo a alentar a otras mujeres a dedicarse a la ciencia. Falleció en 1975, con 94 años.
Mary Elizabeth Bruce, otra cazadora de microbios
Para terminar, volvamos a David Bruce. Tras graduarse en medicina en 1881, comenzó a trabajar en una consulta en Surrey (Inglaterra). Allí conoció a la hija de uno de sus compañeros, Mary Elizabeth Steele (1849-1931), y se casaron. Su esposa le acompañó a Malta y se convirtió en incansable colaboradora de su marido en cada destino. De hecho, fue coautora de treinta de las casi doscientas publicaciones científicas de David Bruce.
Mary aprendió todo aquello que necesitaba para ayudar a su marido en sus investigaciones: se instruyó en microscopía, en las técnicas de preparación de cultivos e ilustró las presentaciones de Bruce gracias a sus habilidades como dibujante.
En el capítulo IX de su libro Cazadores de microbios, el microbiólogo Paul de Kruif (1890–1971) explicaba la extraordinaria aventura del matrimonio Bruce en su esfuerzo por entender la nagana –el equivalente a la enfermedad del sueño en animales–. Kruif insistía en la participación activa de Mary en todas las investigaciones de su marido.
Mary falleció el 21 de noviembre de 1931; David murió seis días más tarde. Tras la pérdida de Mary, Bruce manifestó, ya moribundo: “Si alguna noticia de mi trabajo científico se da cuando yo me vaya, me gustaría saber que Mary ha recibido tanto crédito como yo”. Por desgracia, no ha sido así.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.