Gatos del sector público vs gatos del sector privado
El sector público y privado en gatos funciona a la inversa que en el de los humanos. Un gato del sector público es un ‘freelance’. Se busca la vida. Uno del sector privado es directamente un senador.
Todo lo que sé de economía conductual me lo han enseñado los gatos. Bueno, ellos no, lo he aprendido observándolos a ellos. Mirando su comportamiento en función de su hambre he visto que podemos distinguir entre gatos del sector público y gatos del sector privado.
Los gatos del sector público son los callejeros, los que se pasan el día merodeando alrededor de contenedores o salidas de las cocinas de los restaurantes y todo lo que sea susceptible de comerse les es bienvenido.
También gatos del sector público son los que en los pueblos costeros hacen la temporada de verano ronroneándoles a los niños de interior para que cada noche, durante esos meses, les caiga algo de comida a cambio de hacerles creer, pobres humanos necios, que su alma gatuna les pertenece. Estos gatos son los rent a cat. Su característica principal es que tienen un consumo muy bajo para las familias: por una pequeña cantidad de comida al día pueden disfrutar de un gato unas horas. Estas familias no están obligadas a costear las vacunas, ni esterilizaciones, ni comprarles piensos especiales. Les dan de comer lo que tienen a mano, no hay pautas nutricionales, ni cepillados de pelo. Al acabar las vacaciones, las familias vuelven a su casa sin ese gato y se olvidan de él hasta el año que viene. Fecha en la que, si por alguna cosilla que es mejor no pensar, no se reencuentran con ese gatín, otro de la misma gama les estará recibiendo en la puerta. Siempre hay un rent a cat de sustitución.
Los gatos del sector privado son los gatos caseros. Los bien alimentados, los que llevan al día las vacunas, ocupan tu sofá, tu cama, tu teclado, un lugar en tu mesa, no pegan ni chapa y todo se les perdona. Son gatos que son diésel cuando haces números para saber si puedes o no hacerte cargo de uno y una vez ponen un pie en casa, tienen el mantenimiento de un Lamborghini. Si no me creéis, echad cuentas de todo lo que os ha roto vuestro gato en estos años. Y estoy tirando a la baja dando por supuesto que no tiene ninguna de las taritas de salud que puede tener un gato. “Son muy independientes”, dicen. Mentira. “Tienen siete vidas”. Pues las usan regular, porque no hay cosa más típica de un gato del sector privado que agotar las 6 primeras vidas durante el primer año que esté en tu casa. El balconing; los efectos de la electricidad a 220v sobre un cuerpo vivo; o los límites del humor del perro del vecino, son sus pruebas favoritas para agotar vidas tontamente.
A los gatos del sector privado se les hace muchas fotos y se les perdona todo. Da igual que te rompan una lámpara, te vomiten la alfombra nueva o te despierten cada día a las 5 de la mañana porque, ay, a esta hora es cuando el lugar más cómodo de toda la casa para plantar su culo es tu cara. Tú les perdonas todo, pero ellos a lo mejor a ti no, porque en una bronca con un gato del sector privado, él siempre va a ser el más ofendido. Aunque no tenga razón, porque, ¿qué razón puede tener un gato?
El sector público y privado en gatos, como ya hemos visto, funciona a la inversa que en el de los humanos. Un gato del sector público es un freelance. Se busca la vida, vive al día y no para de dar vueltillas por el barrio haciendo networking. Hay algunos freelance por mi calle que tienen tres patios de vecinos para los que “colabora”. Los gatos freelance, o autónomos, son simpáticos porque saben muy bien que en esta vida más vale caer en gracia que ser gracioso. Ponle un día un poco de comida a un freelance, verás como le podrás acariciar el lomo, ponerle un nombre y darle una patada (figurada, por favor) el día que más llueva. No te lo va a tener en cuenta. Cero reproches. Mañana volverá y será simpático contigo porque más puñaladas da el hambre.
Pero no todo lo que reluce en el sector público de los gatos son freelance, ojo. Hay mucho falso autónomo. Aunque anden por la calle husmeando en la basura o mendigando en la casa del vecino, a un falso autónomo le brilla el pelo y a veces se le ven lujos como un collar. Un falso autónomo va de freelance, pero tiene una ración fija diaria y un colchón en el que dormir si algún día no tiene el cuerpo para fiestas. Un falso autónomo está acostumbrado a las caricias, así que no desconfía si le tiendes una mano.
Siguiendo con la metáfora, iba a decir que los gatos del sector privado son funcionarios. Pero no es verdad porque ellos ni siquiera han tenido que pasar por el suplicio de una oposición. Han sido elegidos a dedo. Son senadores. Como ocurre con los funcionarios y también con los senadores (aunque yo no nunca he tenido a un senador cerca), algunos son simpáticos, pero porque quieren, porque realmente no tienen necesidad. Otros son productivos, también porque quieren, porque podrían vivir sin hacer nada. Es más difícil meter en vereda a un gato del sector privado que apostatar.