Máquinas de ozono o rayos ultravioleta: ¿cómo desinfectar el escenario de la nueva normalidad?
Distintas fórmulas desinfectantes, junto con una gran dosis de sentido común, serán los aliados mientras no haya vacuna
La vuelta a los bares, restaurantes, cines, a la oficina. Todo volverá y a todos volveremos. Esperamos expectantes la llegada de la vacuna, ahora un pasito más cerca. Hasta entonces, la vida en las ciudades regresará al ralentí, pero todo tendrá que pasar antes por una desinfección previa y constante.
Se oye hablar de distintos métodos: máquinas de ozono, rayos ultravioleta o, simplemente, lejía y jabón. ¿Cuál es más eficaz? ¿Cómo se utilizan? ¿Por qué pueden acabar con el virus? ¿Cuál debería usar para mi bar? Hablamos con Estanislao Nistal, virólogo y profesor de microbiología en la Universidad CEU San Pablo, para encontrar la respuesta.
Máquinas de ozono: el gas que llega a todos los rincones
El ozono es una molécula de tres átomos de oxígeno con una capacidad oxidante muy grande. Gracias a ello, puede oxidar las proteínas de la membrana del virus y alterar su estructura genética hasta destruirlo.
Nistal nos explica que el tratamiento con ozono que destruye los virus en una estancia requiere una cantidad de sustancia tóxica para el cuerpo humano, así que hay que hacerlo en un momento en el que no haya nadie, durante una hora como mínimo, preferiblemente durante la noche. Además, incide en que lo ideal sería hacerlo todos los días.
Don Insecto es una empresa de control de plagas y desinfección. Cada día reciben nuevas peticiones para desinfectar taxis, coches de la Guardia Civil, farmacias, bares, restaurantes, almacenes… Uno de sus encargados, Enrique García García, nos cuenta que el método que utilizan, la nebulización–un cañón emite micro partículas que forman una niebla desinfectante– , se apoya con las máquinas de ozono. “Lo óptimo es una desinfección a manos de profesionales una vez al mes, complementada con las máquinas, con las que pueden trabajar los dueños del local a diario”, explica García. El precio de un tratamiento ronda los 150 € y el de una máquina de ozono, los 1000 €. “La principal ventaja de la máquina de ozono es que, al ser un gas, llega hasta a los lugares más recónditos de la estancia que se quiera desinfectar”, apunta Nistal.
García, por su parte, advierte de que hay que tener cuidado, pues “ahora todo el mundo quiere subirse a este tren”. Explica que, de momento, no hay un certificado general que acredite que la máquina o el tratamiento desinfectante es efectivo. Está en manos del cliente el investigar un poco a la empresa para ver su credenciales.
Para objetos pequeños, radiación ultravioleta
La radiación ultravioleta es eficaz para desinfectar objetos como cubiertos, platos o paquetes, según Nistal. Superficies reducidas con las que se puede regular perfectamente tanto la distancia como el tiempo de exposición. “Los rayos van dirigidos al material génico del virus e inducen mutaciones en él que hacen que eventualmente se destruya al no poderse replicar”, aclara. Tarda más tiempo que el ozono y tiene que pasarse y dejarse un buen tiempo sobre la superficie, a poca distancia (10 cm) y con una incidencia homogénea.
También podría ser un buen método para desinfectar espacios cerrados y herméticos como las cabinas de aviones. Sin embargo, y a pesar de que no hay estudios que especifiquen el grado de eficacia de ambos métodos con el COVID-19, Nistal apuesta más, a grandes rasgos, por el ozono.
Lejía, jabón y mascarillas: el sentido común sale barato
Nistal también apuesta por el método lejía y jabón, que es útil, sobre todo, para esa desinfección continua de las supervise y utensilios a lo largo del día. “Coges un bote de lejía, la diluyes 50 veces, pasas un paño por la superficie y el virus se desactiva. Para eso también vale el alcohol al 79%”, aclara.
Cree, por otra parte, que las mascarillas se acabarán imponiendo para todo el mundo y en todos los lugares. “Hasta ahora no se ha hecho porque no había suficientes y tenían que garantizarse para los que estaban en primera línea de contacto”, afirma Nistal. “La persona que vaya con mascarilla va a reducir un montón la transmisión del virus a todo el mundo, y no ha quedado suficientemente claro. No es tanto que tu no te infectes si no que no se lo vas a transmitir a otra persona, que no vas a ir dejando por ahí partículas con virus en distintas superficies”, aclara.
Una mirada al futuro
Además de los métodos ya existentes, Nistal avista otra solución en el futuro: recubrir espacios de la vía pública, como barandillas o barras de metro, con materiales desinfectantes que repelen virus y bacterias. Para el COVID-19 no hay ningún material de este tipo descrito todavía, pero Nistal está trabajando con un centro de nanotecnología en Asturias (el CINN) en un proyecto cuyo objetivo es buscar un material con el que poder recubrir superficies, por ejemplo, mezclándolo con pintura, y que garantice que si ahí se cae un virus, lo va a desnaturalizar.
Los que tienen más papeletas son materiales que son muy porosos o muy deshidratantes, que pueden alterar la viabilidad del virus y hacer que permanezca menos tiempo sobre la superficie. Ya sabemos que el acero inoxidable es de los materiales donde más aguanta y que, al contrario, en el cartón o el papel su vida se reduce notablemente. «Ahí es un poco donde habría que ahondar», explica Nistal.
Es posible que esta sea incluso la tendencia hacia la que se moverán la arquitectura y el urbanismo “Es muy significativo el poder decir que ese espacio tiene unos materiales que garantizan que el virus se desintegra al tocarlos», afirma Nistal. En lugares públicos, residencias de ancianos, transporte público, manillas de puertas, aviones, botones de ascensor. “Si hubiera una manera de cubrir superficies con ese supuesto material, tendrías una manera de garantizar una cierta seguridad y de reducir los riesgos, que es de lo que va esto”, explica.
Con todo ello en mente, Nistal reivindica el valor de lo más simple, de hacer de esa prevención a la que nos estamos acostumbrando la norma, al menos por un tiempo. Él afirma que esas medidas serán la clave de cara a un posible rebrote en otoño. «Con una mascarilla y otras medidas personales de prevención se reducirá bastante el índice de transmisión del virus y eventualmente vamos a ser capaces de controlarlo. Esa es mi esperanza y lo que creo que va a pasar».