¿Cómo reunirnos en casa con amigos y familiares de forma segura?
Evitar el ‘picoteo’, tener en cuenta si en la casa hay personas de riesgo o excluir a los niños son algunas de las precauciones que pueden tomarse para esta progresiva vuelta a la vida social
Durante dos meses y medio nos dedicábamos, en esos ratos libres entre el teletrabajo, el teledeporte, los aplausos de las 20:00 y el pan casero, a echar de menos a todas las personas que formaban parte de nuestro día a día hasta que dejaron de hacerlo. Ahora que vamos avanzando en el tablero de las fases, podemos abrir las puertas de nuestra casa a familiares y amigos –en grupos de 10 o 15 personas– e incorporar sus caras de nuevo a la rutina.
No era una costumbre muy común en España, donde somos más de lanzarnos a la calle con la menor excusa, de terraza al sol, de pipas y plaza. Aunque los expertos a los que hemos consultado afirman que siempre será preferible un espacio al aire libre, las colas en las terrazas y el hecho de que un gran porcentaje de los locales permanezca cerrado nos han llevado a aceptar las casas como escenario de vida social. La pregunta es: ¿cómo hacerlo de forma que sea natural y, a la vez, evite el contagio?
La precaución, de la mano del sentido común, es la base y comienza con las preguntas que nos hacemos al recibir la invitación, sobre quién estará en la casa y cómo estamos nosotros. Javier Pérez Castells, experto en bioquímica, lo resume así: «Si en la casa conviven personas de riesgo, si es una casa pequeña, si la reunión va a ser numerosa o si tenemos el mínimo síntoma no vale la pena correr riesgos».
De camino a dónde nos hayan invitado, como de camino a cualquier sitio, Pérez Castells recomienda tomar las medidas de higiene oportunas –mascarilla, esencialmente– y que, una vez que lleguemos, nos lavemos o desinfectemos las manos en el momento según crucemos la puerta. «Después, una vez que hayamos superado estos obstáculos, podemos seguir con normalidad dentro de la excepcionalidad«, afirma.
En cuanto a compartir comida, es mejor evitar esa arraigada tradición del ‘picoteo’ en la medida de lo posible durante las primeras fases. Pérez Castells advierte de que no se puede probar del plato de otro y que no se deberían elegir platos comunes que obligan a meter la cuchara, el tenedor o los dedos; así como cosas más obvias, como no compartir vasos ni cubiertos. Además, es imprescindible manipular todo con las manos recién lavadas cuando se esté cocinando o llevando platos a la mesa.
Estanislao Nistal, virólogo y profesor de microbiología, apunta a que el riesgo aquí, más que en la comida, está en la distancia a la que tenemos que estar para comerla. «Es preferible no estar comiendo todos pegados porque mientras se está comiendo y bebiendo, no se pueden llevar mascarillas», observa. «Lo que da miedo aquí es que una partícula que contiene el virus se pose en el alimento y entre en nuestro aparato respiratorio –la única vía demostrada de contagio del virus– al ingerirlo».
De momento, es mejor dejar a los niños fuera de estas reuniones, algo en lo que coinciden ambos expertos. «Los niños tienen la pega de que no van a seguir las normas, sobre todo por debajo de determinadas edades. Como indicador, igual deberíamos esperar a dar ese paso a que entremos todos en fase 2», explica Pérez Castells. «Esto es como una lotería y, si tú llevas niños que sabes que se van a tocar y no van a respetar las distancias, compras más papeletas». Nistal coincide en que, por norma general, «es más difícil contenerlos, tratar de hacerles comprender que tienen que llevar mascarillas mientras estén jugando aunque sea un fastidio».
Llevar mascarilla en todo momento sería lo ideal, según Nistal, y también charlar a una distancia. Cuando hablamos, soltamos gotas de saliva que se posan en las superficies. El virus se adhiere a ellas y se queda ahí un tiempo, dependiendo del material del que estén hechas. El acero inoxidable es de los materiales donde más aguanta y y en el cartón o el papel su vida se reduce notablemente. Hay más riesgo en esas partículas invisibles en las superficies que en un contacto humano puntual, como un abrazo o un apretón de manos, siempre que nos las hayamos lavado antes.
Tocar lo menos posible las zonas de contacto frecuente como las manillas de las puertas, los grifos, o los interruptores de luz; establecer turnos para ir al servicio y tener a mano algo con lo que desinfectar las superficies que hayamos tocado son otras de las recomendaciones que nos trasladan los expertos.
Cuando hablaba de «normalidad dentro de la excepcionalidad», Pérez Castells se refería a que, si bien sería bueno incorporar ciertas lecciones y hábitos aprendidos durante estos meses, como que el enfermo tenga presente que es él mismo el que tiene que cuidarse de contagiar a los demás y no al revés, nuestra forma de relacionarnos con los demás, tan impregnada en nuestra identidad, debería mantenerse intacta. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, tal y como sostiene, «las segundas oleadas siempre son más breves, tal y como se ha visto con otras pandemias. «No debería cambiar nuestra forma de relacionarnos, es excelente desde otros muchos puntos de vista. Tiene mucho que ver con nuestra calidad de vida», concluye.