A través de sus populosos canales de youtube y sus cuentas de Instagram, muchos jóvenes hallaron formas de subsistencia vinculadas al marketing. El despegue arrancó tres años atrás con el deshielo de las relaciones entre la isla y Estados Unidos, cuando los cuentapropistas advirtieron la necesidad de hacer conocer sus marcas. Hoy el vínculo entre los países es otro pero el universo youtuber no tiene marcha atrás.
I. Un sindicato de youtubers
Es diciembre de 2017 y es sábado. En el salón de una cafetería del reparto Mónaco, en La Habana, treinta adolescentes se acomodan detrás de varias mesas unificadas en fila. Treinta youtubers.
—¿Cómo se monetiza el canal, alguien sabe? —pregunta uno de ellos.
—¡Sííííí, Adriano está en eso! Adriano, di ahí cómo se hace —responde otra.
Adriano tiene cara de saber un poco más que el resto y menciona vagamente algunos requisitos sin los cuales YouTube no permite monetizar el canal. Es decir, cobrar dinero por anuncios y visitas.
Es el segundo encuentro de youtubers cubanos, propiciado por proyectos colaborativos con El Toque, un medio de prensa independiente, también cubano.
Los youtubers hablan de monetización, de posibles ofertas de trabajo con particulares (cuentapropistas), de proteger sus videos de material publicitario sin su consentimiento, de las bondades del paquete, de la necesidad de crear un grupo que pueda gestionar estas ofertas y ampararlos legalmente: un sindicato.
Aunque la idea del sindicato es un chiste, ellos ya tenían claro tres años atrás que el siguiente paso -luego de alcanzar un estatus de pequeñas celebrities a escala nacional- era buscar trabajo. Uno que no existía en Cuba, que debían crear y definir ellos mismos.
II. Sus propios jefes
Justo el día que cumplió 20 años, el 8 de junio de 2018, Frank Camallerys recibió un correo de parte de la administración de YouTube. Era el código para vincular su canal de viajes, Camallerys Vlog, a la cuenta de Google AdSense. Fue el paso final para proceder, al fin, con la monetización por Ingresos Publicitarios, la primera de las cinco funciones por las cuales la plataforma paga.
Frank sumaba entonces 12 mil visualizaciones y 10 mil suscriptores.
Aunque hacía tiempo que cumplía con los requisitos básicos para implementar esta función de pago, Frank no pudo habilitarla hasta que una tía suya, residente en Estados Unidos, le ofreció su cuenta bancaria para recibir el dinero que YouTube le pagaría. La empresa de Google no tiene ningún método de transacción a través de los bancos cubanos, así que los youtubers que residen en la Isla dependen de una persona que, desde el extranjero, gestione sus cobros. Casi todos acuden a algún familiar o amigo.
Luego el dinero entra a Cuba como una remesa más.
YouTube paga por cada 100 dólares ganados. El tiempo que se demora en acumular esos 100 dólares depende del propio youtuber. Ahora, cuánto será la paga es algo que ni ellos mismos pueden calcular con exactitud. “Hay una tarifa por miles de visitas, pero depende de cuántos anuncios le pongas al video y de dónde son las visitas”, explica Frank. Técnicamente, los youtubers pueden ganar más si insertan ellos mismos los anuncios a sus videos que si los inserta el propio YouTube de manera predeterminada. Asimismo, las visitas que provienen de Estados Unidos y España cotizan más que las de México y Argentina. Los pagos dependen además del contenido del video, de las palabras claves más cotizadas en el buscador de la plataforma y de la época del año.
Visto así, el del youtuber es un trabajo prácticamente a ciegas. Pero, en realidad, ¿en qué consiste el trabajo de youtuber? La relación que establecen con la empresa de Google no es de trabajo sino de pago por publicidad. Por eso, para algunos, trabajar como youtubers significa que sus ingresos provienen exclusivamente de actividades asociadas o gestionadas gracias a su canal.
“Los youtubers que tienen entrada fija, mes tras mes, son los verdaderos profesionales. Los que solo se dedican a YouTube y viven de eso”, comenta Daguito Valdés, del canal Yo hablo Fútbol.
Daguito no es un joven veinteañero como la mayoría de los youtubers cubanos. Se graduó de Ingeniería en la Universidad de Pinar del Río, la provincia más al oeste del país, donde vive con su esposa y su hija de 5 años. Antes de abrir su canal, en abril de 2017, ya escribía para medios extranjeros en español como Yo sí sé de fútbol y Vavel. En el primero lo hacía como colaborador no remunerado, en el segundo le pagaban costeándole Internet mediante recargas al Nauta, una cuenta personal para conectarse a Internet vía Wi-Fi. También escribía para Play Off, la única revista independiente de deportes en Cuba. Ahora tiene una columna en la revista audiovisual ADN.
Los medios de prensa que comprenden el valor de los youtubers los han incorporado porque son especialistas en un tema, excelentes comunicadores capaces de atraer a grandes públicos, siempre respetando sus propios códigos de realización audiovisual. De otra manera, no tendría sentido hacerlo. Así que en Cuba el lenguaje youtuber no solo se impone dentro del sector publicitario sino que ahora lo hace también dentro del periodístico.
“Lo que buscan los medios es vistas. Quizá contratan a un periodista y sus artículos no los van a leer ni 200 personas. Entonces yo no soy periodista graduado, pero tengo un nombre y una marca personal. Y donde yo ponga mi firma la gente va y lee. Eso es lo que buscan los medios, aprovecharse del alcance de los youtubers y también de cierta manera retribuirles ese alcance, porque eso no se hace gratis”, explica.
Un día Frank se acercó al dueño de un restaurante, sin conocerlo. Simplemente se acercó. Le dijo que podía filmar algunos videos en el lugar, a cambio de que le pagara algo. Frank todavía era tímido, pero ya no tanto como cuando permaneció las dos horas que duró el encuentro de youtubers sentado en un extremo de las mesas en fila. Estaba mucho más seguro del valor de su canal. Tenía 30 mil suscriptores cuando la mayoría de los youtubers cubanos no alcanzaban los 10 mil (salvo el canal de Robertico, un comediante famoso, que sobrepasaba los 75 mil).
El dueño aceptó la oferta y terminó pagándole 5 CUC (unos 5 dólares) y la comida gratis.
“Después me llamaron porque habían ido muchísimas personas al lugar”, cuenta Frank. “Entonces me di cuenta de que eso no es lo que vale mi trabajo. Me escribieron más personas para promocionarse en mi canal, me preguntaban los precios. Yo estaba súper perdido. Ya poco a poco empiezas a ver cómo funciona el mercado, cuál es el valor del trabajo y cómo puedes posicionar la marca con la gente que te sigue”.
Los youtubers asimilaron rápidamente el nuevo mercado laboral que se abría ante ellos. Fue en un momento en el que en Cuba proliferaban los negocios particulares, entre restaurantes, cafeterías, salones de belleza y servicios de telefonía para recargas de saldo desde el exterior. El momento que sobrevino al deshielo, el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Un momento que, al día de hoy, se recuerda como de grandes oportunidades no solo para los youtubers, sino para muchos otros grupos de jóvenes que trabajan de manera independiente: diseñadores, periodistas, emprendedores tecnológicos, etc.
Los youtubers sabían que los cuentapropistas necesitaban darse a conocer sí o sí entre la cada vez mayor competencia. Sabían que necesitaban de sus capacidades de gestión y alcance en redes sociales. Su capacidad de influir. Y eso, por supuesto, se paga.
Dina abrió su canal en 2017. Lo nombró como a sus Sims (los personajes del juego): DinaStars. Hace más de un año que logró hacer de su antiguo hobby un trabajo. “Pienso que como evolucionamos los youtubers cubanos también evolucionaron los negocios, y se dieron cuenta de que actualmente trabajar con INFLUENCERS -escribe resaltando en mayúsculas- es mucho más gratificante que comercializar una marca o producto de otra forma. Los públicos prefieren consumir algo donde el visto bueno lo da una persona a la que siguen y no un actor comercial”.
Al principio promocionaba cafeterías y salones de belleza en su Instagram o su canal de YouTube. A veces le pagaban, a veces solo le ofrecían servicios gratis. “Ya no, actualmente pido que me paguen”, dice la youtuber que cuenta con 23.500 seguidores en su canal.
Ahora recién terminó un trabajo como actriz en la serie audiovisual cubana 10 latidos por segundos, que se estrenará este verano en YouTube. Dice que, como youtuber, éste ha sido su trabajo más importante.
A los youtubers no les gusta mucho que se les pregunte por sus tarifas de promociones. Los precios fluctúan, en función del paquete que se arma a partir de posts, historias, fotos, videos, banners, teasers u otras menciones explícitas de la marca en el canal, a partir de lo que quiera y busque el cliente y de cuánto pueda pagar.
Una solo foto en Instagram puede costar 50 CUC (aproximadamente 50 dólares). Un paquete completo, 200 CUC, en un país donde el salario medio ronda los 33 CUC.
Daguito, que también se ha insertado en el sector publicitario, no cree en los paquetes promocionales. Aclara que su modelo es otro: “Solo acepto sponsors o partners. Solo busco una marca que quiera afianzarse con la mía, trabajar a largo plazo. Mis contratos son de 6 a 8 meses, lo que significa que mes tras mes ellos me pagan, independientemente del trabajo que haga”.
Funciona así: Daguito tiene, al día de hoy, casi 30 mil suscriptores en un canal que habla exclusivamente de fútbol, el deporte que desde hace unos años le hace sombra en popularidad al béisbol, el deporte nacional en Cuba. Puede que un mes Daguito publique 30 videos y coloque los banners y los teasers de una marca en 20 de ellos, o en 12, dependiendo de su trabajo y su disponibilidad.
Y hace más. Viste con camisetas de All in Jersey, una tienda virtual cubana que se dedica a la venta de ropa y calzado deportivo, asiste a los eventos sociales de Cubatel, una empresa de recargas telefónicas desde el exterior. “Yo hago vida social con esas marcas, no solo les doy promoción, ¿me entiendes?”, dice.
El pago, al contrario de los paquetes promocionales, es fijo. “Los tengo seguros cada mes, para poner planificarme y reinvertir. Es un salario”, explica.
—¿Qué gustos puedes darte con ese salario?
—Estos temas no me gustan mucho —responde Daguito—, pero puedo vivir de eso. No vivo como un rey pero puedo dedicar mi vida y mi trabajo a YouTube, que ya de por sí es un privilegio que muchas personas que hoy son youtubers o influencers en Cuba no se pueden dar.
III. Un trabajo del siglo XXI, sin precedentes en Cuba
Frank se levanta todos los días entre las siete y ocho y media de la mañana. Dice que hace tiempo comprendió la importancia de levantarse temprano. Revisa el correo, las analíticas de su canal, busca lo que es tendencia en YouTube. Entonces por las tardes sale a grabar, y en las noches edita.
“Creo que empiezas a sentir una responsabilidad con la audiencia. Antes salía y grababa mis videos muy a lo loco. Al día de hoy siempre trato de sentarme y analizar, dedicarle tiempo a qué historia voy a contar, qué voy a decir, cómo lo voy a decir, qué tan certera puede ser la información y qué tiene que ver con la gente que me sigue”, cuenta. Actualmente, sus seguidores suman casi 100 mil solo en YouTube.
La profesionalización de los youtubers no solo se mide en sus beneficios económicos sino también en cómo organizan nuevas rutinas, cómo establecen un horario para cada tarea y cómo han ganado en calidad sus videos y contenidos.
Las oportunidades que hicieron posible esa evolución, según Daguito, se las han creado ellos mismos. “Vinieron sobre todo con el crecimiento del movimiento youtuber en Cuba, de Instagram y de otras redes sociales. Y eso ha venido propiciado, en gran manera, por la rebaja de los precios en Internet, y por el acceso cada vez mayor de un grupo de personas en Cuba que interactúan y apoyan. Y las marcas se han fijado en que pueden, de manera más barata (en comparación con otros países de la región) pagar por un influencer cubano”.
El del youtuber, o influencer es un trabajo de jóvenes, básicamente. Por eso, a veces, podría parecer efímero. ¿Y qué hace un influencer cuando deja de serlo, es decir, cuando pierde esa capacidad de mover grandes públicos?
Como ninguna de las actividades que el gobierno cubano permite ejercer por cuenta propia se ajusta a lo que ellos hacen, es difícil obtener un reconocimiento legal a través del cual puedan pagar impuestos por su trabajo en promociones y contribuir a la seguridad social. Por eso Frank siente que, “por ahora, es como trabajar en el aire”.
“Por eso quiero más adelante tener mi propio negocio, que no esté ligado a nada que tenga que ver con YouTube, porque si llegara pasar algo con eso todo lo demás se derrumba”, dice.
Frank abandonó sus estudios en la universidad para dedicarse exclusivamente a ser youtuber. Un trabajo pautado por adolescentes, exitoso gracias a la autenticidad de ser, precisamente, adolescentes. Un trabajo del siglo XXI que, tres años atrás, no existía en Cuba.
Este artículo fue producido en el marco del Laboratorio de Periodismo Situado.