Paco se queda: crónica de un desahucio parado a un anciano de 85 años con cáncer terminal
La presencia de al menos dos centenares de vecinos dispuestos a parar el desalojo ha provocado una tregua —sin fecha definida— para Paco y Jackie, su cuidadora
Paco Rodríguez es un vecino del barrio de Lavapiés de los «de toda la vida». Se instaló en un apartamento de la calle Olmo 35 en los ochenta y fue dueño del Bar FM, ubicado en el mismo edificio. Ahora, con 85 años y un cáncer terminal con metástasis —y sin dejar de pagar la renta— se ha visto abocado por tercera vez a un intento de desahucio. Los propietarios de la vivienda, la familia Franco, adquirieron la totalidad del bloque hace casi dos años. Este inmueble es solo uno de las tantos que compone su patrimonio, estipulado en unos 100 millones de euros en propiedades inmobiliarias.
Una supuesta extinción en el contrato ha desembocado en este desalojo. Quedaban solo tres vecinos y «al primero lo expulsaron a la primera de cambio sin ningún procedimiento», explica a The Objective Fernando, del Sindicato de inquilinas e inquilinos de Madrid. Al segundo, la falta de salud le abocó a abandonar su hogar. Aquel donde formó y recopiló sus recuerdos. Memorias para toda una vida que pueden ser arrebatadas en cuestión de segundos. Paco es el único que aguanta en la trinchera junto a su cuidadora, Jackie.
El juez que instruye el caso solicitó hace meses al Ayuntamiento de Madrid que contactase con Paco, para ofrecerle una alternativa habitacional y que el anciano no se quedase en la calle. Sin embargo, «nadie se ha comunicado con Paco y el juez ha decido que ya no procede eso. Por ello van a desahuciarle», ha explicado el portavoz del sindicato en el comienzo de una jornada en la que la presión se veía acrecentada, entre los dos centenares de vecinos y activistas que se han congregado rodeando el edificio.
Con una pensión contributiva de 392 euros, el anciano de la calle Olmo anhela terminar sus días en el piso de 50 metros cuadrados. «Si los juzgados no hacen justicia lo tendremos que hacer la ciudadanía y la sociedad civil», añadía Fernando mientras se apreciaba el amparo de aquellos que habían acudido para protestar por la «medida injusta».
Los corrillos de vecinos, entre mascarillas, han recordado a Paco como «aquel del bar al que iba cada finde». Gente sentada ha clamado justicia con cánticos como «si hay pandemia no hay desahucios» o «ni un paso atrás». Ya saben aquello que reza: «El pueblo unido jamás será vencido» y los ciudadanos se han congregado para reclamar el derecho a la vivienda digna de Paco.
Evitando, en la medida de lo posible, salir a la calle por la pandemia —y las cifras tan al alza en el propio barrio de Lavapiés— los asistentes han acudido a parar el desahucio de Paco. El anciano, emocionado, se ha asomado al balcón para agradecer toda consideración vecinal.
Casi a la una del mediodía, después de más de tres horas de expectación, Fernando ha acudido con el megáfono a declarar lo que todos anhelaban escuchar: «Paco se queda». El caso de esta vivienda de la calle Olmo es solo un ejemplo «de la expulsión de vecinos que sufre a día de hoy el barrio».
Una pequeña tregua—sin fecha definida— ha llegado para Paco y Jackie. Pero la tormenta puede reaparecer. Todos los desahucios parados debido a la COVID-19 están saliendo a cuentagotas. De forma súbita otro aviso de abandono del edificio podría amenazar el hogar de este vecino de Lavapiés, o de otros tantos.