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El chavismo encarece el maíz y arroz cuando crece el hambre en Venezuela

En un país donde un tercio de la población está mal nutrida, hay hiperinflación, no existe el poder de compra real de los salarios formales y la agricultura está postrada, Nicolás Maduro ordena llevar al 20% los aranceles al maíz y el arroz, dos productos básicos para millones de familias desesperadas

El chavismo encarece el maíz y arroz cuando crece el hambre en Venezuela

Daniel Hernández | El Estímulo

La decisión del régimen de Nicolás Maduro de imponer aranceles de 20% a la importación de maíz y arroz encarecerá los pocos alimentos básicos que consumen hoy millones de empobrecidos venezolanos. La medida cae como un mazo en momentos de hambre crónica, una profunda depresión económica que deja más miseria y desempleo, y una crisis estructural de energía.

La escasez de gasolina y los apagones son una constante en la Venezuela profunda, especialmente en los estados agrícolas. Allí cada día se pierden cultivos y cosechas por falta de electricidad para mover bombas de riego y mantener sistemas refrigerados. La falta de diésel para los tractores que aran la tierra, y de gasolina para los camiones que sacan los productos a los centros de consumo, son otra amenaza directa a las inversiones agrícolas y pecuarias.

La producción interna se desplomó en picada en los últimos años y no ha rebotado; la economía encadena en los siete años de la era Maduro una depresión que ha pulverizado el 80% del Producto Interno Bruto (PIB), o suma total de bienes y servicios que genera un país.

Las devaluaciones constantes del bolívar encarecen las importaciones que según gremios cubren entre 70 y 80 por ciento de la demanda de algunos rubros. Esto hace a millones de personas más vulnerables cuando suben los precios mundiales de los productos básicos agrícolas.

El chavismo encarece el maíz y arroz cuando crece el hambre en Venezuela
Las familias hambrientas deambulando por ciudades y pueblos comenzaron a ser una constante en Venezuela desde 2006. | Foto: Daniel Hernández | El Estímulo

En los juegos del hambre

La ONU ubica a Venezuela como uno de los 10 países del mundo en riesgo de hambre y mayores tasas de desnutrición.

«La situación en Venezuela siguió siendo la misma, crítica, después de seis años de contracción económica, la inflación, hiperinflación, y la disminución de los ingresos familiares, ahorros, del poder adquisitivo y acceso a los servicios públicos», señala un reciente informe de la Red Mundial Contra las Crisis de Alimentos (GNAF, por sus siglas en inglés),  y la Red de Información Sobre Seguridad Alimentaria (FSIN).

El informe observa que según la encuesta Encovi de condiciones de vida, hecha por las universidades más importantes del país, la pobreza ha alcanzado al 96% del país, con 79% en extrema pobreza e incapaz de comprar una cesta completa de alimentos básicos para una familia de cinco miembros.

Pero hay patria

Este complejo deterioro de la oferta de alimentos es una historia de 20 años. En los tiempos de la bonanza petrolera Hugo Chávez privilegió las importaciones masivas de vegetales y carnes a precios de competencia desleal (dumping) desde aliados políticos como Brasil, Argentina, Nicaragua, Guyana, Uruguay y China en contra de la producción local.

Chávez veía a los empresarios tradicionales y los grandes productores agrícolas como a enemigos conspiradores a los que había que desactivar.

Años de violencia criminal permitida en el campo, confiscaciones de tierras, invasiones, ruina de institutos de investigación agrícola como Fusagri, confiscación  de Agroisleña, la principal empresa privada de apoyo técnico y financiero a los productores locales, harían el resto.

Datos de la FAO indicaban ya en 2016 que el porcentaje de habitantes con desnutrición era de 14% de la población total, uno de los más altos de América, después de Haití.

Desde el año 2014 Venezuela ha superado en este indicador a Honduras, Nicaragua, Cuba y Guatemala.

Casi un país completo

Son 9,1 millones de venezolanos pasando hambre, más que México, con 9 millones. Pero México tiene más de 126 millones de habitantes y solo 7,1% de desnutridos.

Este miércoles en un comunicado la Asociación Venezolana de Industriales de la Harina de Maíz –Venmaíz– y la Asociación Venezolana de Molinos de Arroz –Asovema- alertaron acerca de las consecuencias de imponer estos aranceles de hasta 20% a las importaciones de estos cereales.

Hace una semana Nicolás Maduro, anunció la medida durante una «jornada productiva en Caracas», y dijo que los aranceles serán cobrados a la importación de arroz y el maíz en todas sus presentaciones, lo que incluye paddy, blanco a granel, empacado, harina, «subproductos y otros derivados del arroz», reportó el canal de propaganda oficial VTV.

«Igualmente se establece las mismas medidas al maíz en todas sus presentaciones, a granel, en saco y los productos derivados de este rubro, hasta la misma fecha, a fin de proteger y estimular lo que se viene haciendo con la producción de estos alimentos», agrega.

“Estamos trabajando por la soberanía alimentaria en todas las regiones del país”, afirmó el líder visible del chavismo.

Una historia más larga

«Impactar al sector industrial con un incremento de esta dimensión en los principales componentes de su estructura de costos, y en medio de un escenario de recientes aumentos de los precios internacionales de ambas materias primas, puede acarrear consecuencias que amenazan gravemente a productores, transportistas, comerciantes y consumidores, en momentos en los que todo este circuito se encuentra en una situación límite», alertan los empresarios agroindustriales.

En Venezuela se consigue en todos los comercios una abundante oferta de arroz y harina de maíz precocida, la usada para preparar la arepa, el pan básico de las familias de cualquier nivel de ingreso, especialmente los más pobres.

Pero ya dos kilos de esta harina cuestan más que el salario básico mensual oficial que rige en el país.

Aunque en un mercado laboral mayormente informal muy pocas empresas privadas pagan ese salario, ese mínimo sí es el que perciben millones de jubilados, pensionados y empleados del Estado que tienen que buscar otras formas de ingreso para medio comer, según continuas denuncias de gremios y sindicatos.

Ahora la teoría económica chavista indica que esa reducción de aranceles es la que ayudará a estimular y proteger la producción nacional. Pero en realidad son muchas otras las razones estructurales que mantienen hundida la agricultura venezolana, cuyo nivel de producción ha retrocedido décadas y costará años levantar para ponerla en condiciones de competir a través de aranceles.

Tierra arrasada

En primer lugar está la ausencia casi total de crédito al sector productivo primario, a la industria, el comercio y al público consumidor.

La demanda per cápita de alimentos básicos, como carne, pollo, leche y huevos ha caído a niveles alarmantes, por debajo de las recomendaciones internacionales, señalan expertos como el dirigente gremial Carlos Albornoz, del privado Instituto de la Leche y de la Carne.

“Hay un abastecimiento de gasolina cercano del 8% en toda Venezuela pero retirando a la Gran Caracas, cae a 3% de abastecimiento”, dijo Albornoz en una reciente entrevista en Fedecámaras Radio.

Además está la hiperinflación, la única del mundo, en medio de la depresión económica. Ambas circunstancias han atenazado la vida diaria de millones de familias que han perdido su patrimonio, sus ingresos y el valor real de sus salarios.

Sigue la escasez de materias primas básicas, desde insumos, fertilizantes, semillas y maquinarias. Cuando están disponibles, todos estos bienes se consiguen a precios internacionales en dólares, para un mercado precario donde muy poca gente tiene capacidad real de consumo en cualquier moneda.

La medida de Maduro contrasta por ejemplo con la aplicada por Brasil, uno de los graneros del mundo, que acaba de reducir los aranceles al maíz y a la soja, dos granos de los que este país es uno de los tres mayores productores, en un esfuerzo por atacar la inflación.

Antes del alba

Una política arancelaria sana «debería orientarse a imponer gravámenes contra aquellos productos terminados», gravar la importación de las materias primas de la industria venezolana, «produce el efecto contrario y amenaza a los sectores que luchan para mantenerse a flote», advierten las asociaciones de industriales en el comunicado.

De hecho, ya en el año 2017 antes de esta etapa más grave de la crisis  venezolana, las  importaciones de maíz de Venezuela cayeron en 700.000 toneladas anuales hasta un millón  de toneladas, como resultado del empeoramiento de la economía, según la data recopilada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos en sus reportes de comercio y mercados mundiales de granos de ese año. 

Las compras de maíz desde Estados Unidos, el principal socio comercial de Venezuela, remontaron hasta $92,5 millones en 2018, contra 57,7 millones en 2017.

En 2019, mientras arreciaba la retórica del chavismo contra Estados Unidos y el régimen de Maduro buscaba diversificar sus proveedores de comida, las importaciones de maíz vendidas por empresas de ese país facturaron 6,2 millones de dólares entre enero y agosto.

Pero en este 2020 de pandemias crecieron exponencialmente para valer 74,3 millones de dólares hasta agosto, lo que supone un año notable en este comercio binacional. Todo esto según data recopilada por el Servicio Exterior de Agricultura de EE.UU.

Arroz con mango

En arroz, las importaciones venezolanas desde Estados Unidos remontaron hasta un valor de $67 millones en 2017 para caer hasta 17,6 millones en 2019.

En lo que va de 2020 y con todo y bajos aranceles ya la importación desde EE.UU había a solo 4,199 millones de dólares, contra 9,28 millones en los primeros ocho meses de 2019 (menos 55%).

Por cierto, en arroz Venezuela era autosuficiente y exportaba excedentes: 200.000 toneladas en 2014, que cayeron a 20.000 en 2018 y a cero en 2019 y lo que va de 2020, según data de EE.UU.

Las importaciones totales del país en arroz caen desde 630.000 toneladas en 2018 a 450.000 en las proyecciones de 2020. Es decir, menos producción local y menos importaciones, igual a más hambre.

Venezuela importa básicamente maíz blanco para las arepas y amarillo para la fórmula de los alimentos concentrados de animales. El consumo de estas proteínas como carne de res y de cerdo, pollo y huevos están ya entre los más bajos de América, según especialistas.

Un tercio de malnutridos

«En América del Sur, el aumento de la malnutrición observado en años recientes se debe principalmente a la situación en Venezuela, donde el porcentaje (respecto a la población total)  ha aumentado del 2,5% en 2010-2012 al 31,4% en 2017-2019», señala el informe de la FAO sobre el estado de la alimentación y nutrición en el mundo en 2020.

«En consecuencia, esas importaciones disminuyeron en un 67% en 2016-2017, mientras que la hiperinflación frenó el poder adquisitivo de los hogares y su capacidad de acceso a los alimentos y otros bienes básicos. La gravedad de la situación en el país ha hecho que aumente el número de refugiados que huyen a los países vecinos, en particular a Colombia y el Ecuador».

Es decir, las importaciones y la demanda interna ya habían caído estrepitosamente, pese a la reducción de aranceles establecida por Maduro desde hace un par de años. Tras meses de intensas protestas contra su mandato y presiones de grupos de poder dentro del chavismo, el heredero de Chávez decidió aflojar un poco el puño sobre la garganta de la economía y liberar los precios para atacar la escasez de alimentos básicos.

En Brasil, por ejemplo, la decisión de reducir los aranceles a la soja y el maíz busca reducir los precios de los alimentos, que han subido hasta 50% para algunos productos en los últimos años. En septiembre  los precios subieron 0,64%, el valor más alto  para  un mes desde 2003, destaca la FAO. 

En Venezuela, la inflación en septiembre pasado fue de 30%, contra 25% en agosto, para un acumulado  de 1.433 por ciento en nueve meses, según los estudios de la Asamblea Nacional.

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El ciclo de siembra de cereales y granos no se completó ni en el ciclo de invierno ni en el del comienzo del verano (temporada seca), y el número de hectáreas sembradas cayó estrepitosamente a niveles de hace 50 años, señalan productores especializados, como Celso Fantinel, vice presidente de Fedeagro, el gremio de productores agrícolas.

Fedeagro alerta que las áreas de siembra del ciclo invierno no pasaron de 400.000 hectáreas, en vez de las 905.715 hectáreas que anunció el ministro de Agricultura y Tierras de Maduro, Wilmar Castro Soteldo.

En maíz la siembra según el gobierno abarcó unas 493.000 hectáreas y la realidad es que el cultivo no llega a las 150.000 hectáreas en todo el país, dice el productor, citado por el portal Minuta Agropecuaria.

“La mitad de ese maíz no fue fertilizado y fue sembrado con semillas  guardadas por los agricultores de la cosecha pasada, por lo que se esperan rendimientos  de 2.000 a 2.500  kilogramos por hectáreas”, dijo.

Fantinel desmintió también que las áreas sembradas de arroz estén sobre 76.000 hectáreas, ya que de acuerdo a sus cifras van solo 38.000 hectáreas.

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