Sufro todos los síntomas de la Covid sin tener Covid: ¿qué me pasa, doctor?
Desde que la pandemia comenzó, muchas personas cuentan que han sentido todos los síntomas que definen la enfermedad (tos, cansancio, fiebre…) sin haber llegado a contraerla. La constante recepción de noticias en torno a lo que está sucediendo dispara los cuadros de somatización, y es importante abordarlos a tiempo
A lo mejor les ha pasado a ustedes: un día se han levantado más cansados de lo habitual, con el cuerpo entumecido, y las primeras tareas de la jornada se les han hecho especialmente cuesta arriba. Con esfuerzo, han llegado hasta el trabajo (si no teletrabajan) pero, una vez allí, han sentido un punzante dolor de cabeza. Y se han preguntado, ¿tendré Covid? ¿Habré pescado el virus? ¿Voy a contagiar al resto de la oficina?
Sentirse enfermo, desde que comenzó la pandemia, adquiere una categoría diferente, puesto que la amenaza de la Covid pone en jaque nuestra salud y, además, nos hace vectores de un posible contagio a nuestro entorno directo. ¿Es normal que, de pronto, un dolor de cabeza nos preocupe mucho más que antes? «Probablemente muchos de nosotros en este tiempo hemos sentido algunos de los síntomas que están relacionados con el Covid-19 y hemos llegado a pensar que habíamos contraído la enfermedad. Sentirnos de esta manera es normal, es importante no patologizar aquello que estamos sintiendo en este periodo de pandemia, pues somos personas es una situación excepcional y novedosa, donde nuestro cuerpo y mente reaccionan ante dicha situación», explica la psicóloga Lidia G. Asensi, del gabinete Cepsim, quien aclara que el peligro radica en que no sepamos manejar ese temor: «Ahí es cuando poco a poco se puede ir desarrollando más un estado de hipocondría, por el cual la persona comienza a realizar comprobaciones sobre su cuerpo y las dolencias que sufre cotejando una y otra vez que esos síntomas encajan con una u otra enfermedad». De esta manera, explica Asensi, la persona hipocondríaca siente que tiene el control sobre lo que le está sucediendo, pero no se da cuenta de que ese control le genera un malestar mayor, «dado que a mayor intento de control se genera una mayor ansiedad».
Es un bucle que conoce bien Laura -nombre supuesto bajo el que prefiere sincerarse para este reportaje-. Durante el año que llevamos de pandemia ha sentido en varias ocasiones síntomas que ha atribuido a un contagio por Covid-19, a pesar de que, como reconoce, no tiene interacción alguna de riesgo, puesto que trabaja desde casa y solo ve a algunas personas para pasear al aire libre y sin quitarse en ningún momento la mascarilla. «Sobre todo he sentido tos y cansancio. Finalmente, descubrí que la tos era como consecuencia de episodios de alergia que me surgen en primavera y en otoño, pero lo primero fue pensar que tenía el Covid. No sabía cómo lo podría haber cogido, pero la propia aprensión hace que te pongas en lo peor como primera opción». En su caso, la preocupación por caer enferma le viene de largo: «Siempre tiendo a exagerar síntomas que a lo mejor me surgen en pequeña medida, pero la aprensión hace que los magnifique. Y toda la esquizofrenia que surgió, principalmente al principio de la pandemia, creo que fue el escenario perfecto para cualquier hipocondríaco», afirma.
La psicóloga corrobora la tendencia al aumento de la preocupación en las personas que ya padecían hipocondría, como Laura, y también la aparición de nuevos casos de esta patología. La responsable de su surgimiento es la amígdala, el principal núcleo de control de las emociones, con base en nuestro cerebro: «La amígdala es nuestra alarma interna que nos avisa de los peligros que hay a nuestro alrededor. Actualmente, muchas de las cosas que eran habituales para nosotros, como por ejemplo ir en metro, hacer la compra o quedar con amigos, se han convertido en una amenaza por la posibilidad de un mayor contagio. Esta sensación de peligro que determinada persona pueda sentir genera un nivel de ansiedad y estrés elevado, generándose así el miedo al contagio. Este miedo puede llevar a la persona a reducir y limitar determinadas áreas de su vida, a comprobar una y otra vez la posibilidad de sufrir un contagio y por tanto poder llegar a desarrollar un trastorno de ansiedad como la hipocondría».
¿Y qué es lo que podemos hacer para ayudar a aquellas personas que están desarrollando este trastorno? Lo primero y más importante es concederle a la persona que la sufre el espacio que necesita para poder expresar las emociones que siente, sin menospreciarlas con comentarios del estilo no le das más vueltas. «La persona tiene miedo y está asustada, invalidar su emoción puede hacerle sentir aún peor. Tampoco debemos hacer comprobaciones sobre su salud física como ponerle a la persona el termómetro para comprobar que no tiene fiebre o pedir cita con su médico. Esta conducta estará reforzando su miedo irracional de que está sufriendo la enfermedad», desarrolla la profesional, quien recomienda, en todo caso, animar a nuestro allegado a que acuda a terapia psicológica si su temor está interfiriendo el desarrollo normal de sus actividades.
El tratamiento de los pacientes con hipocondría en el sistema de salud
Al igual que a Laura, al padre de María, una joven de 24 años, la aprensión le llevó a desarrollar todos los síntomas de la Covid. María cuenta que durante un fin de semana tanto sus padres como ella, que viven juntos, tuvieron contacto estrecho con su hermano, que vive en otra casa. A los pocos días, su hermano empezó a encontrarse mal y dio positivo en Covid. Al saberlo, su padre enfermó súbitamente: «Se empezó a poner malísimo, muy cansado y con mucha fiebre, sin ganas de comer a pesar de lo comilón que es… Solo quería dormir y le dolía mucho la cabeza y el cuerpo. Mi madre y yo entrábamos a su cuarto para atenderlo con bolsas de basura a modo de EPI y mascarillas», recuerda María. Ante la situación, llamaron a su centro de salud, desde donde les informaron de que debía realizarse una prueba PCR para confirmar el diagnóstico. «Estaba tan mal que hasta el día siguiente no fue capaz de sacar fuerzas para acudir. Por fin ya lo llevé en mi coche, con todas las ventanillas bajadas, le hicieron la prueba y, de vuelta en casa, seguía malo. Sin embargo, al día siguiente llegó el resultado y era negativo y, en cuanto lo supo, se le quitó todo, ya no tenía rastro de fiebre y estaba perfectamente bien. Y se fue a trabajar tan pancho».
La situación no es infrecuente: hasta los centros de salud llegan desde que la pandemia comenzó muchas personas con episodios como este de somatización. Ante ello, desde la consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid informan de que el protocolo a seguir es el siguiente: en primer lugar, se realizan todas las pruebas oportunas para realizar un diagnóstico correcto. Si el paciente no es positivo en Covid y tampoco tiene un cuadro vírico compatible con la infección por otro virus, se puede pensar en la posibilidad de una somatización. Sin embargo, no se ha dado instrucciones específicas a los profesionales para proceder ante esta situación en la actual pandemia. Estos, según la consejería, ya cuentan con su formación universitaria de seis años y una formación específica como especialista, de cuatro años, que es la que les permite abordar problemas de la conducta y de la relación relacionados con problemas de salud mental.
Aun así, en muchos casos, los pacientes necesitan una atención más detenida para superar su miedo a la enfermedad, por lo que psicólogos como Lidia G. Asensi trabajan con ellos en consulta, adecuando el enfoque a cada caso particular: «No siempre tiene por qué trabajarse de la misma forma. Es importante primero entender la historia del paciente y así saber por qué y cuándo empezaron a aparecer dichos síntomas relacionados con la hipocondría. Después, se trabaja sobre la ansiedad que sufren y sobre la gestión de las emociones». Algo fundamental para mejorar nuestra salud y obtener herramientas que nos permitan encarar la dureza que conlleva la pandemia que nos ha cambiado la vida.