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La vieja normalidad I: ¿estamos listos para quitarnos la mascarilla? 

Mientras buena parte de la sociedad clama por desprenderse de la mascarilla, hay quienes se aferran a ella y aseguran que seguirán poniéndosela a pesar de que ya no sea obligatoria. ¿Las razones? Unos se sienten en peligro si no la usan; otros no quieren destapar los complejos que, hasta ahora, han escondido bajo esta prenda

La vieja normalidad I: ¿estamos listos para quitarnos la mascarilla? 

Brian Asare | Unsplash

Han sido (y aún son) el emblema de esta pandemia. De forma indudable, las mascarillas nos protegen del virus pero su uso ha venido acompañado siempre de una fuerte discordia. Ahora que la vacunación avanza, algunos países como Estados Unidos, Israel, Reino Unido o Polonia han levantado la obligación de llevarla puesta al aire libre, y aquí en España se empieza a debatir sobre cuándo podremos descubrir narices y bocas en los espacios abiertos. ¿Existe tal fecha?

La presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), Elena Vanessa Martínez, nos recuerda que, una vez más, debemos tirar de paciencia: «Después de todo un año deberíamos ser conscientes de que no existe un cuándo, existe un momento que estará determinado por la situación: cuando tengamos la suficiente cobertura vacunal y la incidencia sea lo suficientemente baja, nos podremos empezar a plantear cosas». ¿Y cuáles serían esas cifras? «Siempre se ha hablado de un 70% de población vacunada, pero los números que se están poniendo son un poco orientativos. Al final tienes que aplicarlos a la enfermedad ante la que te encuentras, y la Covid es especialista en hacernos quiebros», dice la presidenta de la SEE haciendo referencia a los múltiples variantes que están apareciendo del virus, y ante las cuales las vacunas tienen aún que demostrar su efectividad.

Por todo ello, la evolución de la pandemia en nuestro país será la que marque la fecha de retirada de las mascarillas; esto es, una vez más, el virus manda y las medidas de control sanitario son nuestras únicas aliadas para vencerlo. Pero, independientemente de cuándo llegue este hito, una parte de la población asegura que no se quitará la mascarilla aunque la obligación de ponérsela termine. Son los llamados «forever maskers» (enmascarados eternos), que esgrimen diferentes argumentos para seguir llevándola consigo. «Aunque termine la pandemia yo sí seguiré usándola, porque el tiempo que la he llevado no he tenido alergia ni he cogido bronquitis, como me suele pasar todos los años. Eso, aparte de que me da miedo todavía, así que por ahora no me la voy a quitar en un tiempo», dice Juliana Rivas, jubilada de 66 años. A Gorka Vallejo, periodista, le preocupan los contagios: «Yo no tengo problema en quitármela cuando llegue el día pero, eso sí, cuando vaya en metro me la pondré aunque no sea obligatorio, porque me parece una situación incontrolable por la cantidad de factores y posibles contagios que existen. De siempre había sido un poco asquerosito con el transporte público, ya usaba gel hidroalcohólico al salir del metro antes de todo esto», dice con humor.

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Foto: Gabriella Clare Marino | Unsplash.

La mascarilla, una careta bajo la que esconder miedos y complejos

Un paso más allá van quienes han desarrollado un miedo exacerbado a no llevarla, tal y como explica la psicóloga clínica María José Alfonso: «Todos hemos sentido temor; era la primera vez que como sociedad afrontábamos algo tan importante como una pandemia, y esta enfermedad entraña un riesgo elevado. Pero a las personas con fobia o a los hipocondríacos les va a costar muchísimo más desprenderse de la mascarilla, a pesar de que se les den datos objetivos y racionales, porque la parte emocional siempre pesa más. Algunos han desarrollado el concepto de indefensión aprendida por el que entendemos que, a pesar de que nos cuidemos, nos pueden ocurrir cosas malas».

«A las personas con fobia o a los hipocondríacos les va a costar muchísimo más desprenderse de la mascarilla»

Y hay otra circunstancia que impulsa a que muchas personas se aferren a las mascarillas tras este año prolongado de uso: los complejos. «Es gente a la que no les acababa de gustar, por ejemplo, su nariz (que es una de las partes del cuerpo más operadas), o sus labios o boca, y para los que quitársela ahora va a ser como si les soltaran desnudos en mitad de la Gran Vía», afirma la experta psicóloga.

«A lo mejor, antes de la pandemia salían a la calle sintiéndose más o menos a gusto, intentaban otras estrategias como el maquillaje o dejarse la barba, pero afrontaban esa situación de «no me acaba de gustar mi cara». Con la mascarilla han perdido estos hábitos y cuando tengan que quitársela será como si volvieran al principio del proceso, en esa fase de aceptación de su físico», desarrolla Alfonso. En estos casos, lo más importante es «trabajar la aceptación y reforzar la autoestima fomentando otros valores que se tengan». 

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Foto: Waldemar Brandt | Unsplash.

Superada la pandemia, la mascarilla seguirá siendo nuestra aliada

Más allá del miedo cerval a enfrentarse de nuevo a la vieja normalidad y mostrar nuestro rostro tal como es, hay algunas circunstancias en las que sí sería recomendable que siguiéramos usando mascarilla una vez que pase la pandemia, o mejoren significativamente los niveles de contagio. Son todas aquellas situaciones en las que esta prenda puede sernos útil para prevenir, lo cual es, ni más ni menos, su razón de ser: «Uno de los problemas que ha habido con las mascarillas es que, al final, el concepto que ha quedado es el de ‘voy a evitar que me contagien’, pero ese no es su objetivo principal, sino que no contagiemos a los demás», explica la presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología.

Siguiendo esta premisa, Dani Laguarta, recepcionista de hotel, cree que habrá momentos en los que, aunque la pandemia haya pasado, vuelva a usar una mascarilla: «No descarto ponérmela cuando esté resfriado», dice desde Londres, una de las ciudades donde a día de hoy ya se puede pasear sin mascarilla por las calles. La presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología refrenda su idea: «No sería descabellado usarla si nos encontramos con algún tipo de resfriado, aunque la recomendación por supuesto sería, no solo ya la mascarilla, sino quedarte en tu casa cuando estás malo. En otros países europeos es impensable ir al trabajo con una simple febrícula». Y concluye diciendo que también sería sensato ponérsela para acudir al médico cuando no nos encontremos bien, «teniendo en cuenta que la gente que te vas a encontrar en un centro de salud o en unas urgencias hospitalarias puede ser gente más susceptible de tener una enfermedad más grave a raíz de un virus respiratorio». 

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