Virginia Eubanks: «Estados Unidos siente una profunda negación sobre la naturaleza de su pobreza»
La profesora en ciencias políticas de la Universidad de Albany desvela cómo los sistemas algorítmicos y de minería de datos producen más desigualdad económica
En octubre de 2015 la pareja de la profesora estadounidense, Virginia Eubanks, fue asaltada y golpeada hasta desfigurarle la cara. La contusión que le provocaron los golpes deformó su cara y su cabeza. Su cerebro debía desinflamarse entre operaciones. Mientras, el seguro cubría los costes en un hospital de los Estados Unidos hasta que las facturas comenzaron a llegar a casa de Eubanks. La racha de discriminación burocrática por la que pasó la pareja hizo que terminaran pidiendo créditos o ayuda a sus amigos.
La misma semana del asalto, Virginia Eubanks había comenzado a escribir su ensayo La automatización de la desigualdad. Herramientas de tecnología avanzada para supervisar castigar a los pobres (Capitán Swing, 2021) un estudio que no solo escarba en su experiencia personal sino en la investigación, por más de 20 años, donde la profesora revisita la historia de las tecnologías de los programas de acceso a la asistencia social en Estados Unidos.
«El ataque a Jason – su pareja- no impulsó este libro. En realidad una de las cosas locas de mi vida, es que la semana en que fue atacado, fue la semana en que comencé el manuscrito» afirma Eubanks. Todo calzaba con su hilo de vida, con lo que venía investigando desde que estaba viviendo en California al trabajar «con gente que estaba realmente comprometida con la idea de que la informática podía ser social».
Para la profesora de ciencias políticas el tema no es si somos analfabetos tecnológicos o que no tenemos acceso a la tecnología, va más allá. «La suposición de que el acceso a la tecnología es el impedimento es una cuestión central de la justicia social en la vida americana y ese pensamiento lo corregí cuando me mudé a Troy en 1997, allí empecé a trabajar con un centro de tecnología de la comunidad y la vivienda pública» explica Eubanks. «Había 90 mujeres pobres de clase trabajadora que vivían allí, muchas de ellas con sus hijos» que a su vez empezaron a crear otras actividades para ampliar las capacidades tecnológicas a partir de un diseño participativo en conversación con la comunidad. «Ellos nos decían lo que querían y necesitaban», sin embargo, «no funcionó» como esperaban.
Fue allí cuando la autora se cuestiona: «¿Qué pasa si nos estamos equivocando? ¿Cómo podemos hacer mejores preguntas para que nos lleven a donde queremos ir?». La respuesta de la comunidad fue lo que hizo corregir el pensamiento y la investigación de Eubanks: «Me dijeron, bueno ya sabes, estás asumiendo que no tenemos acceso a la tecnología y eso no es cierto. Básicamente lo que me dijeron es que la tecnología tiene acceso a nosotros, sobre todo en el sistema de justicia penal y la vivienda pública«. Fue ahí donde investigación de la autora se enriqueció, al adentrarse en las comunidades y sus problemas de vigilancia tecnológica, fue en el año 2014 que pasó de ser «principalmente una académica orientada a la justicia social que hacía investigación participativa» a formarse como periodista para aprender a escribir de una manera diferente «para que la historia estuviera disponible para un público mayor».
Explicar esto a Eubanks le pareció imposible porque se piensa, como ella lo hacía, que el problema es el acceso a la información. «Todo el mundo estaba como, ¡oh, pero el problema es que no tienen acceso a los ordenadores! y si tuvieran ordenadores, se acabaría la pobreza. Y yo decía: ¡no! eso no es lo que estoy diciendo. Así que sentí que tenía que haber una manera de llegar a las emociones de la gente, tenía que tratar de convencerlos de diferentes hechos. Quería que sintieran lo que se siente al pasar por estos sistemas de comprobación donde tienes que demostrar que eres lo suficientemente pobre para calificar para la atención médica, por ejemplo».
«Quería que sintieran lo que se siente al pasar por estos sistemas de comprobación donde tienes que demostrar que eres lo suficientemente pobre para calificar para la atención médica»
La forma de relatar los diferentes casos de opresión tecnológica por parte del estado norteamericano en La automatización de la desigualdad desvela una desigualdad es estructural. «Esto es realmente común. No es porque hayas tomado malas decisiones, es porque el sistema está establecido de esta manera. Así parte el mensaje del libro, hay una especie de dos mensajes diferentes. Un mensaje a las clases de tecnológicas y otro para el resto de nosotros, que han experimentado estos sistemas de primera mano, demostrando así como usted no está solo en este sistema».
La desigualdad a partir de las automatización tecnológica: la eugenesia del siglo XXI
Tanto en la introducción del libro como en el primer capítulo, Eubanks hace una revisión de la historia norteamericana y cómo cada nueva tecnología ha sido perfecta para poner una marca roja a los que necesitaba oprimir, desde los asilos para menesterosos hasta la eugenesia.
Para Eubanks la irrupción tecnológica siempre tiene un fin controlador, más que una atracción por una revolución innovadora. Aun así no es anti tecnológica, explica pero sí observa que «tenemos la tendencia a creer que cuando una nueva tecnología emerge, es como si saliera Venus de la concha. Ya ves, no es así. Sin embargo, si no tuviera apego a la historia. Simplemente ha surgido de la nada y va a revolucionar X o interrumpir Y, y eso no es cierto» afirma.
Fue así como empezó a entender cómo funcionaban las tecnologías de gestión de la pobreza en los Estados Unidos al visitar de los archivos de gestión en Nueva York. Ahí entendió que estas tecnologías se implementaron alrededor de 1976, como una pieza importante de la legislación de los Estados Unidos que cambió la forma de funcionar el sistema de bienestar. Sin embargo, dentro de los archivos entendió que esas tecnologías iban cambiando y perfeccionándose «cuando los pobres y los trabajadores expresaban su poder».
«Las herramientas cambian en los momentos donde hay espacios sociales de resistencia, donde los trabajadores pobres han luchado»
«Las herramientas cambian en los momentos donde hay espacios sociales de resistencia, donde los trabajadores pobres han luchado. En cierto modo el cambio del movimiento de los derechos de bienestar en los Estados Unidos empezó al mismo tiempo que se inició la optimización hacia lo digital, una respuesta al hecho de que la gente estaba presionando a un sistema injusto. Así que las reglas cambiaron porque el activismo de la gente cerró las vías para discriminar con la tecnología existente» afirma Eubanks.
La profesora en su investigación de archivo compara fechas y cree que el nacimiento de estas herramientas está en la Biblioteca de Registros de Eugenesia, donde se encontraron los primeros grandes conjuntos de datos en los Estados Unidos. «Fue un intento al 100% de racionalizar la desigualdad, para poder decir que la desigualdad es natural. Naturalizar que hay algo genéticamente mal con ellos que los hace personas defectuosas. El único lugar donde este tipo de argumentos pueden servir para poder decir ‘tenemos que esterilizar a estas personas’». Este argumento está perfectamente aferrado al sistema de razas, clases e ideas de la supremacía blanca, afirma, sin embargo, también contempla a la gente blanca pobre como parte de la eugenesia sin esclavitud, por lo tanto, a la constatación de un sistema de “limpieza de la raza blanca de sus elementos degenerados y, por lo tanto, de ser pobre».
De las treinta mil personas que fueron esterilizadas en esta primera ronda de eugenesia estatal a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Estados Unidos «eran en su mayoría personas con discapacidades y blancos pobres. El pensamiento de la supremacía blanca no sólo perjudica a la gente de color. También perjudica a los blancos menos poderosos y marginados» afirma. Su libro La automatización de la desigualdad pone en descubierto que aunque las herramientas de segregación existen, desde antes del proyecto eugenésico, son similares a este porque existe una política explícita que determina quién merece reproducirse y tener una familia y quien no.
Las grandes plataformas digitales te dirán que no es culpa de ellos
No debería sorprendernos que estas herramientas reproduzcan esas injusticias sociales profundamente arraigadas y las racionalizadas. Empresas como IBM fue denunciada por contribuir y ser cómplice del apartheid al implementar de manera efectiva la columna tecnológica que vertebró ese sistema en África y la segregación forzosa de los sudafricanos negros por parte de un gobierno blanco.
Por ejemplos como este es que la autora cree que «lo difícil acerca de estas herramientas es que los diseñadores de estas dirán que están tratando de hacer exactamente lo contrario. Están dando esa discreción a esta clase de administradores tecnológicos, programadores y otras personas que en realidad a menudo no tienen idea de lo que es estar en las comunidades para las que están programando estas herramientas y eso, es realmente peligroso» ratifica la autora.
La experiencia en el campo social de Eubanks explica la desconfianza que han ido generando estas tecnologías en el sector más pobre de la población, alimentando proporcionalmente esa desconfianza que se produce «de muchas maneras, debido a la forma en que los instrumentos entienden la experiencia, donde se hace ver a estas familias como incapaces de llevar las riendas de sus propias vidas».
La autora comenta que los tópicos de los que se debate en la palestra pública y los medios como «la transparencia, la privacidad, la protección de datos y el consentimiento» no son lo realmente relevantes en su libro porque «las personas que están en el sistema de servicio público, ya saben que el sistema tiene sus datos, lo importante es saber realmente por qué cambiaron su privacidad por beneficios sociales».
Negar la pobreza vs. la renta básica universal
«Estados Unidos siente una profunda negación sobre la naturaleza de su pobreza» afirma la autora. Cree que la sociedad estadounidense piensa que la particularidad de ser pobre es consecuencia de «un defecto individual». Según Eubanks la población posee un relato construido que se basa en la responsabilidad individual y las decisiones tomadas por ellos mismos: no haberse comprometido con su educación, no trabajar lo suficiente o tomar malas decisiones. «Estas son causas vistas como individuales en vez de ser pensadas como resultado de una estructura del capitalista».
A pesar de las creencias como sociedad, la pandemia ha proporcionado la oportunidad de hacer algunos cambios políticos que están ahora ocurriendo y que, según la autora, empezó «extrañamente» con Nixon. «Soy optimista pero cautelosa al respecto. En Estados Unidos se ha hablado de una renta básica universal o de una renta mínima garantizada y creo firmemente que una de las soluciones a la pobreza es dar dinero a la gente». El plan comenzó con la administración Nixon, «que se llamaba FAP, un plan de asistencia familiar realmente tacaño. Una pequeña cantidad de dinero tenía todo tipo de requisitos de trabajo y la aceptación de la vigilancia y el control», sin embargo, apunta, fue el movimiento de los derechos sociales y de bienestar quien mató esa propuesta de ingreso mínimo garantizado en los años 70. «Creo que una renta mínima básica generosa, no estigmatizada y no vigilada debería existir sin desmantelar las otras cosas que la gente necesita, como la vivienda pública, la comida, el acceso, el cuidado de los niños, todo lo que proporcionamos a través de nuestro sistema de servicios públicos».
«Tratan de dar migajas a la gente con el fin de evitar que exijan más por tener la cuota completa de sus derechos»
Los derechos sociales por el bienestar son un movimiento que se inició a finales de los años 60, por lo que la autora cree, que la actual propuesta de renta básica universal sucede para acabar con la pobreza y que esta no sea un dilema para la evolución, «que los pobres dejen de molestar».
Sospecha que Elon Musk y otros poderosos de la industria tecnológica sienten que los pobres son básicamente personas obsoletas, «como si no tuvieran ningún papel en el futuro mágico en el que todos los ricos están disparando a la luna. Así que vamos a darles algo de dinero para que no traten de robar nuestros Teslas». Eubanks asegura que es un doble rasero pero que esa es la intención, «tratan de dar migajas a la gente con el fin de evitar que exijan más por tener la cuota completa de sus derechos».
Cómo crear el cambios sociales
La automatización de la desigualdad expone cómo más de la mitad de la sociedad estadounidense en el transcurso de su vida adulta, entre las edades de los 20 y 64 años, están expuestos a estar por debajo del umbral de la pobreza. «Dos tercios del 64% de la población recibirá medios para acceder a la asistencia pública, directamente prestaciones sociales y quienes deciden quien accede son unas herramientas utilizadas para hacer esa especie de diagnóstico moral sobre quién merece y quién no es merecedor. Eso es una basura» afirma la profesora.
«El problema no es la gente disfuncional. El problema es un sistema disfuncional»
La solución para abordar el problema es otro según las conclusiones de su ensayo. «El problema no es la gente disfuncional. El problema es un sistema disfuncional, el problema es el relato y tenemos que cambiar esa historia. La forma de crear el cambio es la forma en que siempre lo hemos creado, que es la organización en grupos en torno a temas comunes» afirma Eubanks.
Desmontar la creencia de que la disfuncionalidad personal es uno de los grandes pecados del sistema capitalista, es el primer elemento para emprender el cambio. «Tenemos que barrer ese pensamiento. Obligar a la gente que piensa que estas prisiones invisibles son la solución a nuestros problemas, debemos cambiar su forma de pensar y la única manera de hacerlo es poniéndonos en contacto con el sentimiento, expresando y usando nuestro poder colectivo. Esa es mi teoría del cambio. Podría estar equivocada en eso, pero esa es mi creencia».