Violencia de género y suicidio: sentir que no hay salida
La OMS estima que el maltrato es la causa del 25% de los intentos de suicidio de las mujeres. La relación entre suicidio y violencia de género es una realidad invisibilizada pero no por ello inexistente. María y su madre lo saben bien
María no es su nombre real. Quiere mantener el anonimato porque ella y su madre todavía están inmersas en procesos legales. Hace años que ninguna convive con su maltratador pero el calvario no ha terminado. La madre de María prefiere no participar en este reportaje pero ha dado permiso a su hija para que hable en su nombre. Ellas son la hija y la mujer de un maltratador.
Actualmente el maltratador busca desahuciar –por segunda vez– a su mujer de la casa en la que vive y que está a nombre de los dos. El proceso judicial está abierto.
La madre de María intentó suicidarse hace muchos años, cuando María era todavía una niña y la familia vivía junta. Hace un año su madre tuvo ideaciones suicidas –pensamientos persistentes–. En 2019 María también tuvo ideaciones suicidas que la llevaron a estar ingresada en una unidad de psiquiatría.
Desde enero de 2003 hasta hoy hay registradas 1.113 víctimas mortales en España por violencia de género, según cifras del Ministerio de Igualdad. Entre estas víctimas no están las mujeres que se suicidaron a causa de la violencia que sufrieron. La Confederación Salud Mental España, en su Informe sobre el estado de los derechos humanos en salud mental 2018, denuncia que se ignora la violencia de género como factor de riesgo de problemas de salud mental e intentos de suicidio. Hay pocas cifras y estudios a este respecto pero la confederación se hace eco de la afirmación de la Organización Mundial de la Salud de que la violencia de género es uno de los principales factores de riesgo de problemas de salud mental en las mujeres y en sus hijos e hijas. La OMS estima que el maltrato es la causa del 25% de los intentos de suicidio de las mujeres.
Atada, ¿de por vida?
Mientras estuvo casada la madre de María fue denigrada, insultada, aislada por su marido. María era todavía una niña cuando su madre tuvo una depresión que la llevó a un intento de suicidio. Dejó una nota de despedida que su marido y maltratador guardó para presentarla en todos los juicios a los que acude con la intención de demostrar que su mujer está loca.
«A los 17 años mi padre me dio una paliza. Mi madre estaba trabajando y no la presenció, pero en cuanto llegó me llevó al hospital. Fue el propio hospital quien denunció porque yo era menor de edad. Tengo vagos recuerdos de lo que sucedió, sé que describí lo que había pasado y que él lo negó todo pero le impusieron una orden de alejamiento que nunca cumplió, aunque desde entonces no vivimos juntos», cuenta María.
Tras la agresión y posterior separación comenzaron a llegar las cartas y correos electrónicos con insultos y amenazas. El maltratador le insistía a María en que él no la había maltratado y que era ella la que había provocado todo. «Él me echaba la culpa, así que sentía que era yo quien había hecho estallar el polvorín», dice María.
«Hasta que no acabe con tu madre, no voy a parar»
Según el testimonio de María, el maltratador nunca les pasó la pensión que le impuso el juez; las desahució hace años de la casa familiar y ahora están en juicios porque quiere desahuciar a la madre de María de la casa donde vive actualmente. Desde que se separaron la madre de María intenta que se repartan los bienes gananciales pero todavía no lo ha conseguido. «Ella vive en una situación de precariedad, la tiene atada para que sufra. Mi madre tiene pánico a abrir el buzón por lo que pueda llegar de citaciones judiciales, hacienda, etc. También tiene pánico a salir a la calle por si se lo encuentra o por lo que le diga la gente, porque él la ha difamado con mentiras. Ella solo va al trabajo y a la compra. Lo único que quiere es verla muerta. Esto se lo ha dicho a ella y a mí me ha dicho: hasta que no acabe con tu madre, no voy a parar».
Cuando María ingresó en la unidad psiquiátrica su médico avisó a su padre, que no dio señales de vida hasta un año después, cuando fue el cumpleaños de su hija. «Me felicitó y me dijo si necesitaba dinero porque él nunca pasó la pensión pero a veces me compra cosas. Ahora ya sé, por lo que me han contado los psicólogos, que es el perfil de maltratador: te dan una de cal y otra de arena, te minan y luego te dicen te quiero; no nos deja vivir, no nos deja separarnos de él. Yo ahora estoy trabajando para romper el lazo afectivo con él y es difícil porque en mi cabeza sigue sonando que es mi padre».
Quitarse de en medio
Eva Rubio es educadora social en un servicio de atención de emergencia 24 horas a víctimas de violencia de género del Ayuntamiento de Madrid. Ella y sus compañeras son la puerta de entrada para estas mujeres al resto de recursos del ayuntamiento. La llegada de mujeres es constante y Eva trabaja para ajustar las expectativas a la realidad. «Hay que aceptar que lo más posible es que este señor siga ahí», explica la educadora. Para Eva el cambio viene dado por como vive la mujer su realidad y por los recursos que puede manejar con sus hijos.
«Lo que te hace creer el maltratador es que no hay salida. Por eso nos encontramos a muchas mujeres que cuando recurren a nosotras lo que desean es quitarse de en medio. Y no es una forma de hablar, quieren quitarse de en medio: no pueden más. Esto es un fenómeno psicológico que se llama indefensión aprendida», cuenta la educadora. La indefensión aprendida produce la sensación en quien la padece de que no tiene capacidad para hacer nada, para cambiar nada. La persona se siente bloqueada, no sabe qué hacer.
Pilar Blanco es psicóloga en un punto municipal del Observatorio Regional de la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid y no se ha encontrado con ningún caso de suicidio, ideación o intento entre las mujeres con las que ha trabajado, aunque le consta que es una realidad que existe. Lo que se encuentra habitualmente son síntomas de depresión, ansiedad, falta de autoestima, indefensión, miedo, desregulación emocional, sentimiento de pérdida de sentido de la vida. «También sé que hay casos donde no se concreta la idea del suicidio porque les asusta, es una idea muy dolorosa», explica la psicóloga. Eva Rubio añade que algunas de las mujeres que llegan a su servicio con ese deseo de quitarse de en medio les dicen que el motivo por el que acaban abandonando esa idea es por sus hijos e hijas.
Vínculo madre-hijos
«Llevo diez años en tratamiento psicofarmacológico y la única causa es este señor. Yo no tengo nada más aparte de este señor, mi trastorno es él», zanja María. La última vez que María tuvo ideaciones suicidas se vio tan mal que se fue directa al hospital e ingresó voluntariamente en la unidad de psiquiatría. «Las ideaciones siempre han sido por él porque después de tantos ataques, de sufrimiento, de que esto no se acaba, esto no tiene solución y no tengo fuerzas para seguir porque él no para, no para, no para… Es como nuestro satélite –mío y de mi madre– porque sigue influyendo en nuestras vidas».
Tuvieron que pasar años para que madre e hija hablaran entre ellas del suicidio. María califica la conversación como devastadora, que tu madre haya intentado quitarse la vida y que te lo cuente años después fue muy duro. María y su madre tienen muy buena relación aunque hubo un tiempo, hace mucho, en que María no creyó a su madre. «He sufrido violencia vicaria. Mi padre me mentía sobre mi madre utilizándome como instrumento para hacerle mal a ella. Una vez me sentó en el sofá delante de ella y me dijo que sepas que tu madre es una hija de puta que se folla a otro. Y eso era mentira pero me hizo creer que era verdad. Lo repetía y lo repetía y yo al final me lo creía, hasta que luego vi que no era verdad».
Eva Rubio y sus compañeras trabajan con las mujeres para reforzar su papel de madre y el vínculo con sus hijos e hijas, que se ha dañado por la violencia que sufren. Lo habitual es que el maltratador trate de poner a los hijos de su parte y en contra de la madre. Rubio insiste en la importancia de visibilizar el daño que sufren los hijos e hijas cuando viven en un hogar donde hay violencia de género.
Tabú
«No han trabajado conmigo a nivel profesional la relación entre violencia de género y suicidio», explica María. «No se ha ligado nunca y creo que debería. Yo como víctima no había caído hasta que me lo dijiste tú y creo que las víctimas y profesionales tienen que darse cuenta de esto. La atención a las víctimas de violencia de género ha mejorado pero todavía es deficitaria», denuncia. Eva Rubio está de acuerdo, en violencia de género falta mucho por hacer. Considera que hay profesionales formados y sensibilizados pero otros no. Profesionales que detectan la violencia pero no afinan más: cómo funciona, qué implicaciones puede tener, etc. Rubio cree que no se suele establecer un vínculo entre violencia de género y suicidio porque el suicidio ya de por sí es un tema tabú del que se habla muy poco.
Cuando una mujer llega a ese punto de querer quitarse de en medio, defiende Rubio, el reto está en devolverla a una situación donde ella sienta que tiene el control. El maltratador quiere que sientas que estás atrapada, por eso es importante sentir que hay algo, por pequeño que sea, que tú puedes controlar. Esa parte de control te coloca en un escenario diferente: no todo está perdido. Lo ideal para la educadora social es que una mujer tenga apoyo profesional y una red de apoyo social para poder salir de esa situación.
«Tengo un nudo en la garganta y en el estómago. No me supone una liberación contarlo pero me siento bien porque puede que gracias a esto haya mujeres que se vean identificadas y no dudo que las habrá», dice María. «No tenemos normalizada la salud mental ni la violencia de género. No hablamos con normalidad sobre estos temas, no ponemos las cartas sobre la mesa. Y ya si son las dos cosas, salud mental y violencia de género, pues ni te cuento», sentencia.
Recuerda que si estás sufriendo violencia de género puedes llamar al 016, es gratuito y no deja rastro en la factura.