Desacuerdo nuclear: los poderosos enemigos de las negociaciones sobre el programa atómico iraní
El posible compromiso que surja de las conversaciones entre las grandes potencias e Irán, que esta semana han entrado en su fase final, deberá vencer la resistencia de sus opositores en Washington y Teherán, tanto como la de sus enemigos en Riad y Tel Aviv
Hace poco más de tres semanas salió a la luz pública un vídeo, emanado desde el mismo Parlamento en Teherán, con las críticas del legislador conservador Mehdi Kouchakzadeh en contra del equipo negociador de ese país en las conversaciones con las grandes potencias sobre el programa nuclear iraní. Los ataques se centraban en el líder negociador y jefe de misión, el ministro de Relaciones Exteriores Mohammad Javad Zarif.
El vídeo de baja calidad se hizo durante una sesión a puerta cerrada del legislativo iraní. Allí se muestra a Zarif, visiblemente molesto, diciendo que no se le puede considerar traidor, que cuenta con la anuencia del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, y que Kouchakzadeh y otras personas no tienen la autoridad para hablar en nombre del ayatolá. La grabación causó gran revuelo en la República Islámica, que se ve golpeada económicamente por las sanciones de Occidente por sus incumplimientos en su incipiente programa nuclear.
La discordia y la desconfianza amenazan con echar abajo un proceso que se inició secretamente en noviembre de 2013 y que ha sido la mayor oportunidad en materia nuclear desde el intento infructuoso entre 2003 y 2005. Aunque aún hay posturas divergentes esta vez podría haber un cambio.
El pulso de las negociaciones entre Irán y el G5+1, conformado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido y Rusia) más Alemania, es de gran importancia para los gobiernos participantes, pues un resultado exitoso puede traer beneficios considerables tanto para Irán como para Occidente . Sin embargo, son los puntos más neurálgicos y difíciles, los que aún quedan por acordar.
Desde la llegada de la Revolución Islámica en 1979, Estados Unidos e Irán han acumulado un largo historial de desencuentros, por lo que son muchas las dudas y temores que marcan la relación entre ambos países.
Sin embargo, los mayores obstáculos para las negociaciones parecen estar en las resistencias políticas internas: los actores de línea dura de ambas naciones son los que ven con mayor preocupación el papel de la negociación moderada y piden claridad y mayor información sobre lo que podría resultar en un acuerdo final, que aún permanece secreto y cuya letra pequeña quieren conocer en detalle. Amenazan con truncar cualquier posible entendimiento.
Los conservadores no están solo del lado iraní, también en Washington los republicanos, e incluso algunos demócratas, ven de forma crítica la posible firma del arreglo atómico.
Dentro del Congreso estadounidense ya los parlamentarios han amenazado con impedir el acuerdo y 47 senadores conservadores -entre ellos los precandidatos republicanos a la presidencia Rand Paul y Ted Cruz- firmaron un texto que se opone a cualquier tipo de pacto y en el que se le informó a la dirigencia iraní que si llegan a un acuerdo será fácilmente rechazado por el legislativo norteamericano cuando sea revisado. Además, advirtieron que si llega a ser aprobado los miembros del Congreso pueden negarse a asignar los fondos necesarios para que el acuerdo entre en vigor lo que le podría ralentizarlo o simplemente descarrilarlo.
El 30 de junio de 2015 era la fecha límite acordada para decidir el destino de los diálogos. No obstante, al tratarse de los puntos más complejos y más difíciles, se ha decidido quitar presión y otorgar unos días de prórroga para sellar el pacto. El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, permanecerá en Viena junto a la alta representante de la Unión Europea, Federica Mogherini, quien actúa como coordinadora del grupo internacional; el ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, y el responsable ruso, Serguéi Lavrov, quienes se han integrado a las discusiones entre el domingo 28 y el lunes 29. Zarif, por su parte, viajó a Teherán para recibir más instrucciones.
Mientras algunos son optimistas, la duda también se hace presente en los días finales de la negociación.
El posible acuerdo con Irán también levanta importantes preocupaciones en Medio Oriente. Aunque algunos actores consideran que el posible compromiso puede ser muy positivo para evitar que la República Islámica desarrolle una bomba atómica, otros afirman que el acuerdo es débil, diplomáticamente ingenuo y sirve poco para reforzar la estabilidad de la zona e incluso del planeta. Los críticos argumentan que, por el contrario, el pacto ayudará a la expansión del arsenal nuclear a grupos irregulares o pequeñas pero peligrosas milicias que podrían hacer su uso contra una facción rival.
El avance hacia la concreción del posible pacto ha llevado incluso a inéditas conversaciones entre otrora enemigos y hoy aliados por necesidad como las sostenidas entre Arabia Saudí, una de las potencias regionales de mayoría suní y que se opone a la posibilidad de que su rival chií se haga de armas atómicas, e Israel, un país que ha sido amenazado en innumerables ocasiones con ser eliminado de la faz de la tierra por Teherán.
¿Éxito?
Los analistas aseguran que para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lograr el acuerdo sería increíblemente beneficioso luego que su popularidad se ha visto mermada por las derrotas ante sus adversarios en el Congreso.
Lograr un triunfo político que permanezca en el tiempo, luego del retiro de tropas de Medio Oriente y Asia Central que ahora es aprovechado por sus detractores ante la inestabilidad en Irak, Siria y Afganistán, es esencial para su legado de política exterior.
Del otro lado, el presidente de Irán, Hassan Rohani, también necesita del pacto para sacar de carrera al sector más duro de Irán, el liderazgo conservador.
El triunfo electoral de Rohani fue visto con esperanza en Occidente y el mandatario persa, estando dentro del establishment político iraní, fue señalado como un interlocutor más moderado, que estudió en Europa y está más abierto a un acuerdo negociado que le permita a Irán lograr obtener energía nuclear pero no armas de destrucción masiva.
De lograr el acuerdo, los chiíes tendrían un gran aval ante sus rivales suníes en la región –Arabia Saudí, la desestabilizada Egipto y la cada vez menos secular Turquía– y podría implicar una reivindicación y acercamiento, paulatino claro está, con los persas tras más de 30 años de separación de las potencias occidentales que podría redundar en beneficios económicos y posiblemente hasta políticos.
Washington y Teherán buscan capitalizar la posible victoria diplomática a como de lugar. Irán insiste en que para firmar el acuerdo definitivo se tienen que eliminar las sanciones el mismo día de la imposición de la rúbrica. Rohani durante su discurso del Día Mundial de la Energía Nuclear se mostró confiado: “Nuestro triunfo es que el mayor poder militar y económico del mundo, es decir, Estados Unidos, y su presidente, han reconocido el hecho de que Irán nunca cederá a la presión, las sanciones y la intimidación (…) el camino de la moderación, la lógica, las negociaciones, la paz, la tranquilidad, la dignidad y la estabilidad de los seres humanos en la región ha vencido al extremismo, la intimidación, la violencia y las sanciones”, dijo.
Otros factores importantes que afectan las conversaciones son las reacciones internacionales. En su mayoría, las naciones occidentales mostraron su satisfacción por el acuerdo preliminar alcanzado por el G5+1, pero Francia aún siendo parte del grupo ha mostrado su preocupación por lo que podría hacer Irán. París exige sobre todo claridad.
“Lo que queremos es un acuerdo robusto que reconozca a Irán el derecho a un programa nuclear civil pero que garantice que Irán renuncia efectiva y definitivamente a las armas nucleares”, afirmó el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, ante la prensa en Viena el 27 de junio. En sus declaraciones consideró que al menos tres condiciones son indispensables para firmar el acuerdo.
“La primera es una limitación duradera de la capacidad nuclear iraní de investigación y producción, la segunda es una verificación rigurosa de los sitios nucleares iraníes, incluidos los militares si es necesario, y la tercera es una vuelta automática a las sanciones en caso de violación de los compromisos adquiridos (…) Esas tres condiciones respetan la soberanía de Irán. Aún no han sido aceptadas por todos y, sin embargo, son el triángulo de base indispensable para el acuerdo sólido que buscamos”, aseguró.
A principios de la semana pasada, el guía supremo Ali Jamenei, reiteró las “líneas rojas” de la negociación, especialmente su negativa a permitir la visita de inspectores internacionales a instalaciones militares de su país.
Por su parte, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha asegurado –como hizo durante su discurso ante el Congreso estadounidense– que el acuerdo con Irán es malo porque atenta contra la seguridad de su nación e, incluso, contra su supervivencia, por lo que ha exigido que el texto debe garantizar el derecho de Israel a existir.
Manuel Tovar