Antes de ser maldito fue Jean Nicolás Rimbaud a secas, un francés de Charleville-Mézières, que soñaba con ser poeta y cuya facilidad para desahogarse en un ritmo acelerado de palabras y metáforas se sucede desde la adolescencia. El adjetivo de “poeta maldito” se lo colocó otro poeta fascinado por los infortunios de sus colegas. Paul Verlaine publica en 1884 el primer perfil dedicado a Rimbaud –y a otros cinco poetas- en Los poetas malditos de Saftsack ( Les Poètes maudits de Sáftsàck).
Verlaine fue también su más ferviente fanático y defensor. Sus palabras evidencian una adoración que ha continuado durante siglos. “En ninguna parte, en literatura alguna, hemos hallado algo tan tierno y tan bravío a la vez, tan amablemente caricaturesco y cordial, tan bueno como el raudal franco, sonoro, magistral (…)”, escribe en el ensayo de Saftsack.
Pero la fascinación con el joven de “despeinados cabellos color castaño claro y los ojos de un azul pálido inquietante” comenzó muchos antes, cuando con quince años ya publica líneas, rimas y pequeños poemas que lo llevan a codearse con los intelectuales de París. Todo esto es bibliografía repetida, Rimbaud fue joven y precoz, entre los 15 y 19 años escribió su obra completa, a los 19 abandonó la literatura para viajar por Europa y sentir el “aire marino quemar sus pulmones”. Dejó la pluma que lo hizo inmortal para vivir, sufrir y convertirse en un alquimista de las palabras. A los 20 años buscaba la perfección de la poesía en la lejanía con la misma. Transitó de poeta a traficante de armas, perdió su pierna derecha por un carcinoma y murió en Marsella seis meses después a los 37 años.
Cartas del vidente, Una temporada en el infierno e Iluminaciones son sus trabajos cumbres y aquellos que le merecieron la admiración y envidia de escritores, músicos, actores y sin fin de generaciones. Pero ese relámpago que cubrió su carrera como poeta adolescente y luego como nómada “alquimista” fue el principio de una adoración casi enfermiza hacia su figura. De una devoción por su técnica, arrogancia y agresividad; por sus versos inundados de precisión e insolencia sin censuras literarias y de humor franco. Desde el escritor William Burroughs hasta el músico Leonard Cohen o la cantante Patti Smith, las odas a Rimbaud rodean los continentes con versos inspirados en su juventud maldita y sus versos precozmente iluminados.
Estas son algunas de las figuras que se aferran al tiempo de Rimbaud para encontrarse en su irreverencia:
Stéphane Mallarmé: el poeta francés, que compartió espacios temporales con Rimbaud, escribe en una carta sus impresiones hacia el personaje, y atina en su crítica hacia el fanatismo por el “niño demasiado precoz e impetuosamente tocado por el ala literaria que, antes casi de existir, agotó tempestuosas y magistrales fatalidades, sin recurrir a un futuro. (…)
Mallarmé narra cómo el nombre de Rimbaud se mecía en las veladas en Francia entre curiosos y admiradores
“Quién es, el personaje, se pregunta, que por lo menos, con los libros Une Saison en Enfer, Illuminations y sus Poèmes otrora publicados en conjunto, ejerce sobre los acontecimientos poéticos recientes una influencia tan particular que, hecha esta alusión, por ejemplo, uno se calla, enigmáticamente, y reflexiona, como si mucho silencio, a la vez, y una ensoñación se impusiera o una admiración inconclusa.”
John Ashbery: el gran poeta americano del siglo XX, ganador del Premio Pulitzer y del National Book Award, realizó la traducción de una de las obras más emblemáticas de Rimbaud, “Iluminaciones”. A su ritmo cambia algunas palabras e inclusive moderniza sus líneas para crear a un Rimbaud más melódico.
Realeza
“Una hermosa mañana, en el país de gente muy amable, un hombre y una mujer magníficos gritaban en la plaza pública. “¡Amigos míos, quiero que ella sea una reina!” “¡Quiero ser una reina!”. Ella reía y temblaba. Él hablaba a sus amigos de revelación, de pruebas terminadas. Desfallecían el uno junto al otro.
De hecho fueron regentes durante toda una mañana en que los estandartes carmesíes se alzaron sobre las casas, y durante el resto de la tarde, mientras avanzaron hacia los palmares.”
Antonio Nazarro: el escritor y mediador cultural italiano le dedica a Rimbaud un poema de despedida recordando a su vez a poetas y artistas que también se resguardaron en las palabras del adolescente francés.
He dejado a Rimbaud
“He dejado a Rimbaud en el baño
y el viejo Walt mantiene la ventana abierta
doblada como una flor entre el borde y el marco
la barba de Allen se entrevé bajo la ceniza
de cigarros mahometanos y angélicos
Ezra escondido por las manchas
círculos de tazas en la mesa con pierpaolo
mientras Dylan se oculta entre macetas y la verde leche
me prendo un cigarro solo como siempre”
William Burroughs: el escritor estadounidense vuelve a Rimbaud para revivir agonías y líricas intermedias. Al poeta le grita su lugar en el mundo, uno en donde Rimbaud tiene su propia parcela personal.
“Shakespeare y Rimbaud viven en sus palabras. Recorta las líneas de palabras y escuchará sus voces. A menudo, los recortes emergen como mensajes codificados con significado especial para el recortador. ¿Golpes sobre la mesa? Tal vez. Por cierto, se trata de una mejora de las habituales y deplorables actuaciones de poetas contactados a través de un médium. Rimbaud se anuncia, y lo que surge después es una agónica y pésima poesía. Si recortas las palabras de Rimbaud te asegurarás al menos buena poesía, si no una aparición personal”
René Char: otro de los máximos poetas franceses, partícipe de la segunda generación surrealista en Europa, le canta a las decisiones extremistas de Rimbaud, a su juventud y a su ruptura con el mundo de la poesía para encontrar la perfección de las palabras en el mar.
¡Hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud!
“¡Hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud! Tus dieciocho años refractarios a la amistad, a la malevolencia, a la estupidez de los poetas de París, así como al ronroneo de abeja estéril de tu familia ardenesa un poco loca; hiciste bien en lanzarlos lejos de ti, meterlos bajo la cuchilla de tu guillotina precoz. Tuviste razón de cambiar el boulevard de los holgazanes, el cafetín de los mea-liras, por el infierno de las bestias, el comercio de los astutos y los buenos días de los simples.
¡Hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud! Nosotros somos algunos que creemos, sin pruebas, que la felicidad es posible contigo.”
Ezra Pound: el escritor estadounidense asegura que la lectura de Rimbaud es clave para “entender lo que fue inventado después de 1830”. El poeta llega el extremo de afirmar que nada hay después de Rimbaud y su promesa de alquimia:
“Lo que Rimbaud alcanzó por intuición (genio) en algunos poemas, creado a través de (¿tal vez?) una estética consciente — Por todo lo que sé, estoy armando una estética más o menos sistemática — Y podría tomar ciertos poemas de Rimbaud como ejemplo.
Y lo cierto es que, más allá de algunos métodos de expresión, el desarrollo de la técnica poética desde 1830—hasta mí, se realizó en Francia. Desde Rimbaud, ningún poeta en Francia ha inventado nada fundamental”
Mario Licón Cabrera: el poeta mexicano, Premio Literario Trilce en la categoría de poesía 2015, le dedica una postal a Rimbaud y a las luces y sombres de su poesía que se perciben todavía en la ciudad natal del francés.
Postal para Rimbaud
Ciertamente
Charleville no fue ni será ciudad
para un poeta
…del grandor tuyo.
Ahora que veo tu sombra entre los arcos
de la Place Ducale, tu sombra
reflejada desde la ventana de tu cuarto
sobre la tranquila corriente de La Meuse.
Ahora que veo tu sombra
…tu luminosa sombra
incitando al viaje a tu abrigo y tu valija
ahora entiendo mejor
aquella carta tuya
…del 2 de Noviembre de 1870.
Charleville, Noviembre 1991.
Patti Smith: la cantante reconoce su obsesión con Rimbaud desde la adolescencia; sus sueños con el escritor y el confort de un amor imposible que se aprendía de memoria a través de sus poemas. La cantautora, primero periodista y antes de eso poeta, le dedica a la memoria del francés versos que retumban en su usual irreverencia y franqueza.
“Como tú me salvaste
de las manos del tiempo.
Envolviendo mi corazón.
Los poemas encontrados
en el banco de la estación.
Fui obstinada soñando
con la fuga.
Palabras que no
comprendía.
Pero que descifré con sangre
iluminada…adolescencia.
Escribí con tu imagen
encima de mi escritorio.
Jurando que algún día
rastrearía tus pasos”
Rimbaud, el enfant terrible que conoció la adoración y el infierno de los escritores en la adolescencia, sigue merodeando en la memoria de los lectores como un dios superdotado, un ángel arrogante y diestro de versos. Genio o no, la lista de dedicatorias y odas hacia su “filosofía” es extensa. Paul Verlaine lo bautizó como un poeta maldito, y desde entonces los literatos que acuden a la obra de Rimbaud buscan con ansias esos infiernos a los que emigra en sus poemas y composiciones.