Hay que descubrir Portugal y sus vinos, amigos  

Los españoles conocemos mal los vinos portugueses, y viceversa. Los dos países, hermanos que han pasado siglos dándose la espalda, son poco aficionados a los vinos extranjeros, y cuanto más cercanos son éstos, más desconocidos. Pero, pese a todo, la disponibilidad en España de los productos de nuestro vecino ibérico va mejorando bastante, y merece la pena aventurarse un poco en ese terreno ignoto, donde descubriremos cosas familiares, como es lógico cuando compartimos marcos vitícolas y ciertos tipos de uva, y cosas mucho más sorprendentes y diferentes.

Vaya una pequeña introducción a las principales regiones, sus características y los productores interesantes. En tiendas como Lavinia, Enoteca Barolo y Santa Cecilia en Madrid, Vila Viniteca en Barcelona o Coalla en Gijón la disponibilidad de vinos portugueses ha mejorado mucho.

País pequeño pero largo, de norte a sur, Portugal tiene una gran diversidad de terruños, y el más parecido a uno español es sin duda el más septentrional, el de los Vinhos Verdes, separado por el río Miño (perdón, Minho) de la DO Rías Baixas. Allí se elaboran blancos y tintos de clima fresco y húmedo, pero no son para nada una fotocopia de los vinos gallegos.

La zona, para empezar, llega bastante al sur, más allá del Duero y de Oporto, y sólo el marco de Monção, sobre el Miño, justo enfrente de Salvaterra do Miño, está dominado por la uva albariño (aquí, alvarinho). Más al sur encontraremos blancos de avesso, de loureiro, tintos de loureiro tinto…

Tres nombres de productores de gran calidad de albariños portugueses: Soalheiro, Anselmo Mendes y Quinta do Feital, del español Marcial Dorado (hijo).

Inmediatamente al sur, y sobre todo al este, está el Douro, el Duero luso, también zona productora de los vinos de Oporto, los mejores vinos tintos dulces y fortificados del mundo. Lo de ‘Oporto’ es engañoso: allí, y en su aledaño de Vila Nova de Gaia, en la desembocadura del río se encuentran las grandes bodegas históricas, pero las viñas están a 100 kilómetros al interior y hasta prácticamente la frontera española, en una zona mucho más seca y árida. Su gran baza son los cálidos suelos pizarrosos en pendiente, que procuran esa intensa maduración de la uva.

Aunque hace más de 60 años, en esta zona, se empezó a elaborar el Barca Velha, considerado coomo «el Vega Sicilia portugués», el despegue de los vinos secos del Douro es mucho más tardío, de los años 80 y 90, y como apunta su gran maestro, Dirk van der Niepoort, sus estilos están aún definiéndose.

Los portos dulces siguen con sus grandes nombres, muchos de ellos ingleses y holandeses: Graham’s, Taylor’s, Niepoort, Burmester, Dow… En los douros secos repiten algunos, como Niepoort, y van destacando otros nombres, incluidos los vinos de quinta, dulces y secos, que se hacen y se crían en la propia zona de viñedo, sin viajar a Oporto: Fojo, Quinta do Crasto, Quinta De la Rosa, Quinta do Infantado, Quinta do Côtto, Lemos & Van Zeller…

La uva más famosa de la zona, la touriga nacional (de la que sabemos ahora que también es propia de Galicia, donde se llama carabuñeira), resulta quizá demasiado explosiva y recargada en las condiciones de madurez del Douro. Su verdadera patria está en la siguiente región hacia el sur, el Dão, que curiosamente es mucho más fresca porque está más pegada a la costa atlántica, con bastante más lluvia, temperaturas moderadas y suelos fríos de granito. La touriga de Dão es pasmosamente floral y etérea. Aquí el maestro es Álvaro Castro (Quinta da Pellada, Quinta de Saes), y otro nombre destacado es el de Quinta dos Roques.

Al este y al sur de Dão se encuentra Bairrada, con sus tintos de la dura y tánica uva baga, una suerte de prima portuguesa de la nebbiolo italiana, pero que bien vinificada da vinos de enorme potencial de envejecimiento y gran finura. Luis Pato es el artista aquí.

Cerca de Lisboa los viñedos de Colares y Bucelas, disminuidos por el crecimiento inmobiliario, producen blancos y algunos tintos de gran originalidad. Justo al sur, la península de Setúbal da clásicos vinos dulces de moscatel (incluido el escaso moscatel roxo) de J.M. de Fonseca o Bacalhôa.

La última, pero nada desdeñable, zona vitícola metropolitana es la del Alentejo, el vecino luso de Extremadura, que puede dar algunas lecciones a los extremeños en cuanto a defensa de las uvas autóctonas, encabezadas por la espléndida trincadeira, una de las grandes castas tintas del sur de Europa. Pero también la ‘importada’ alicante bouschet o garnacha tintorera, que en España hemos empezado a respetar hace muy poco tiempo, triunfa en el Alentejo.

El nombre más popular en Alentejo es el de Esporão, muy apreciado en todo Portugal. Una bodega de grandes dimensiones (550 hectáreas de viñas, 5 millones de botellas anuales), pero con una excelente calidad media.

Quinta do Mouro, Quinta do Zambujeiro, João Portugal Ramos, Cortes de Cima, Herdade do Mouchão son otros grandes nombres del Alentejo. Y la histórica Quinta do Carmo se va sobreponiendo a los poco productivos años en que sus copropietarios fueron los Rothschild de Château Lafite, que se cargaron su tradición de excelentes viños de alicante bouschet para cambiar a aburridos tempranillos, que en zonas cálidas siempre dan vinos planos.

Finalmente queda el Portugal insular: desde hace muchos siglos son célebres los vinos dulces, éstos de uvas blancas (malvasía, sercial, boal…), producidos en condiciones subtropicales en Madeira, y prácticamente eternos. Y últimamente una joven empresa, la Azores Wine Company, nos ha hecho descubrir los vinos frescos, y atlánticos por los cuatro costados, de aquel archipiélago de cuya faceta vitícola, francamente, no hemos sabido nada hasta anteayer.

Pero es que Portugal no deja de sorprender…