El virus de la fiebre hemorrágica de Crimea Congo reaparece en España
El virus de la fiebre hemorrágica de Crimea Congo, clasificado en el grupo 4 -de máximo riesgo biológico-, ocasiona una enfermedad zoonótica
El pasado 13 de agosto se conoció un nuevo caso mortal de fiebre hemorrágica de Crimea Congo (FHCC) en España. Un varón salmantino de 69 años había presentado una sintomatología inespecífica por la que se encontraba en tratamiento. Su estado se fue agravando hasta su ingreso en el hospital. Allí descubrieron una lesión negruzca en una pierna, justo donde en días previos había sufrido una picadura de garrapata. El paciente murió días antes de conocerse el diagnóstico.
El virus de la FHCC, clasificado en el grupo 4 -de máximo riesgo biológico-, ocasiona una enfermedad zoonótica que posee una tasa de letalidad muy variable entre cepas y en función del estado de salud del paciente. Es el virus transmitido por garrapatas con mayor distribución geográfica a nivel mundial, y afecta tanto a personas como a animales domésticos y silvestres. La duda es: ¿debemos preocuparnos?
Situación de la FHCC en España
Este virus se detectó inicialmente en Crimea en 1944 y hoy en día está ampliamente distribuido en los continentes africano, asiático y europeo. En España, el virus FHCC se detectó antes en animales que en personas.
En España se detectó por primera vez en garrapatas recogidas sobre ciervos, en Cáceres, en 2010. Los primeros casos conocidos en personas se remontan a verano de 2016, cuando murió un hombre de 62 años tras picarle una garrapata en Ávila. En este caso también se infectó una enfermera que le atendió.
En agosto de 2018 falleció otro hombre, un avileño de 74 años, tras haber sufrido una picadura de garrapata mientras cazaba en Badajoz. Otro nuevo caso de FHCC de ese mismo año fue constatado realizando un estudio retrospectivo de un caso de fiebre de origen desconocido en la provincia de Salamanca. Hasta la fecha se han confirmado en España 6 casos en personas, tres de ellos letales. Primera pista: la distribución de los casos se centra en las provincias del centro-oeste de la península.
Estudios en garrapatas de la misma zona encontraron un 3,5% de garrapatas positivas al virus en ungulados silvestres como ciervos o jabalíes. Recientemente se han descrito proporciones aún mayores de garrapatas infectadas, pero siempre recogidas sobre animales silvestres. Esto ofrece una segunda pista: el virus de la FHCC circula mucho, aunque principalmente de forma inadvertida.
Hallazgos recientes sobre el virus y sus vectores
Se conocen siete variantes del virus de la FHCC, llamadas genotipos (I a VII). En España siempre se había detectado el genotipo III, procedente de África, asumiendo que el virus había sido introducido desde este continente a través de aves migratorias. Sin embargo, hace poco se detectaron otros dos genotipos: el IV (también originario de África) y el V, propio del este de Europa.
Aunque existen varios géneros de garrapata implicados en el mantenimiento del virus, el más importante es Hyalomma. Se trata de unas garrapatas muy comunes en los ambientes mediterráneos, cuyos adultos prefieren parasitar a los ungulados, como los jabalíes, los cérvidos, o las ovejas y cabras domésticas. Pero pueden picar ocasionalmente a personas.
Como los animales domésticos se desparasitan periódicamente, los silvestres resultan clave para el mantenimiento de las garrapatas. Y de ahí la tercera pista: la sobreabundancia de ciervos y jabalíes podría estar contribuyendo al mantenimiento de las garrapatas que actúan como vectores para la transmisión del virus.
No hay motivos para la alarma, sí para tomar precauciones
Gracias a la investigación y la vigilancia epidemiológica sabemos varias cosas. Para empezar, que los casos de FHCC se centran en las provincias del centro-oeste. Además, parece que el virus de la FHCC circula mucho, aunque principalmente de forma inaparente. Y en tercer lugar, la sobreabundancia de ciervos y jabalíes podría estar contribuyendo al mantenimiento de las garrapatas que lo transmiten.
Por tanto, el primer mensaje es de tranquilidad: si el virus circula mucho, pero sólo se han producido tres casos fatales en cuatro años, el asunto es serio, sí, pero ni mucho menos alarmante. Sin embargo, convendrá estar atentos y tomar las debidas precauciones.
Salud humana y sanidad animal, de la mano
Interesa actuar a dos niveles, el general y el individual. Lo primero se logrará a través de una buena vigilancia sanitaria. El concepto One Health, defendido por organizaciones internacionales como la OMS y la OIE, defiende que la salud humana y la sanidad animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten. La FHCC es un perfecto ejemplo de esta realidad, que debería motivarnos a integrar el seguimiento de las poblaciones de fauna y de vectores con la vigilancia de la sanidad animal y la salud humana.
Por otro lado, conviene investigar formas de control de la sobreabundancia de ungulados silvestres.
En paralelo, es necesario actuar a nivel individual, es decir, protegernos de las picaduras de garrapata. Y, en caso de sufrirlas, saber cómo reaccionar.
Al salir al campo, sobre todo a finales de primavera y en verano, conviene reducir la probabilidad de una picadura utilizando pantalón largo y botas de caña alta, que pueden tratarse con insecticidas o repelentes. Después de cada salida al campo, especialmente en zonas ganaderas o con abundancia de cérvidos o jabalíes, conviene ducharse y revisarse bien la piel. Las garrapatas pueden retirarse con ayuda de unas pinzas, con suavidad, procurando buscar la cabeza para una extracción completa. Aunque lo mejor es acudir a un centro de salud y solicitar ayuda profesional.
Aunque suene extraño, conservar la garrapata en un bote puede ayudar mucho a la investigación sobre estos vectores y las enfermedades que transmiten. Si después de una picadura de garrapata alguien presenta fiebre o cambios de color en la piel, conviene buscar atención médica… y presentar la garrapata.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.