Reindustrializar la España vaciada con impresión 3D
La situación de desindustrialización que padece España, por la tercera revolución industrial y la globalización, tiene efectos colaterales
Una de las lecciones que podemos aprender de la crisis de la COVID-19 es la debilidad que presenta la estructura industrial de muchos países desarrollados, entre ellos España. La respuesta a las necesidades creadas por la pandemia ha puesto en cuestión nuestro actual modelo productivo.
La situación de desindustrialización que padece España, como consecuencia de la tercera revolución industrial y la globalización, tiene varios efectos colaterales. Entre ellos, la pérdida de población de ciertas regiones (como las rurales), que se ve obligada a trasladarse a las zonas donde todavía hay actividad industrial. El despoblamiento lleva al encarecimiento de los servicios asistenciales, su paulatina desaparición y la consecuente bajada del nivel de calidad de vida.
Cadenas de valor globalizadas
Jordi Palafox, catedrático de Historia Económica y experto en globalización, explica que «las cadenas de valor globales, que son el centro de la globalización, constituyen un aumento espectacular de la eficiencia hasta el punto de que no es descartable que sean uno de los factores relevantes no ya de la ingente oferta de productos hoy disponibles, sino del mundo sin inflación que estamos viviendo».
Para ser competitiva económicamente, la industria ha evolucionado hacia la concentración de la producción en megafábricas. Unos pocos complejos industriales son capaces de cubrir la necesidad de un producto para todo el planeta.
Las pequeñas fábricas surgidas de la primera y segunda revoluciones industriales han ido desapareciendo al no poder competir con estas fábricas altamente eficientes y especializadas.
Dejando aparte las implicaciones medioambientales, este modelo concentra la manufactura de productos básicos en unos pocos sitios. Esto se convierte en un modelo productivo perverso en situaciones de pandemia.
Tecnologías caras que vienen de lejos
De igual manera, los métodos de fabricación actuales dependen de unas tecnologías que requieren de mucha inversión inicial. Solo cuando se fabrican miles, o millones, de piezas sencillas e iguales se consigue rentabilidad.
Además, la fabricación de estructuras complejas requiere el ensamblado de piezas que llegan a viajar miles de kilómetros desde distintos puntos del planeta. Esto hace que las cadenas de producción sean terriblemente frágiles y dificulta enormemente aumentar o modificar la producción.
Este problema lo hemos comprobado en esta pandemia con elementos como los ventiladores mecánicos. Solo dos pequeñas empresas los fabricaban en España, pero su capacidad de producción era de solo 100 unidades al año y dependía de piezas que debían importarse.
Una nueva revolución industrial
Mejorar este modelo productivo para asegurar la reindustrialización local pasa por la fabricación de productos con alto valor añadido para que sea económicamente sostenible. Y es aquí donde entra en escena la nueva revolución industrial conocida como la industria digital o industria 4.0.
En enero del 2020, la consultora McKinsey&Company presentó un informe en el que se plasma la ventaja competitiva de las industrias que están introduciendo las tecnologías digitales en sus procesos. Esta ventaja aporta más valor para sus propias empresas, pero también para la sociedad en su conjunto.
Estas tecnologías tienen un profundo efecto en la salud y bienestar de la población y en el impacto ambiental de las empresas, y suponen una posibilidad de revolucionar la logística a través de la reconfiguración de la cadena de suministro.
Oportunidades de la impresión 3D
La fabricación aditiva es uno de los pilares básicos de esta nueva revolución industrial. Consiste en la construcción de las piezas directamente desde el modelo digital (diseño asistido por ordenador o CAD, por sus siglas en ingles) mediante diferentes tecnologías de impresión.
La impresión 3D permite utilizar una gran diversidad de materiales, incluidos los biológicos, aunque tiene en los polímeros y los metales su máximo exponente. La impresora deposita capa a capa el material con un mínimo desperdicio; una misma máquina puede construir cualquier pieza y sin necesidad de inversión en moldes o máquinas adicionales.
La industria prevé un crecimiento de la fabricación aditiva hasta situarla en un volumen de negocio de más de 6 300 millones de euros. Europa podría convertirse el motor mundial de la fabricación aditiva, seguida de EE. UU.
En España, el CSIC ha creado la Plataforma Temática Interdisciplinar para el Desarrollo de la Fabricación Aditiva FAB3D. Esta plataforma aspira a fomentar la colaboración público-privada necesaria para la implantación efectiva de estas tecnologías de fabricación.
Impresoras 3D para la España rural
La fabricación aditiva ya ha contribuido durante la pandemia al abastecimiento local de equipos de protección individual y al desarrollo de respiradores mecánicos.
Esta experiencia nos hace pensar que una industria basada en granjas de impresoras 3D puede ser suficientemente flexible y rentable en la España vaciada. Presenta varias ventajas en este sentido:
- Permite abastecer todas las necesidades de piezas de la zona, al no especializarse en ninguna pieza o equipo en particular.
- Se adapta de manera inmediata y sin necesidad de inversiones ni modificaciones para producir lo que se necesite en cada momento.
- Es fácilmente integrable con un esquema de trabajo deslocalizado, puesto que la impresión puede realizarse donde se necesita la pieza y el diseño en otro lugar.
Una fábrica con impresoras 3D podría abastecer de piezas a las industrias de la zona, a los talleres de reparación, a explotaciones en lugares remotos, a emprendedores locales, etc. Se convertiría así en un generador de oportunidades económicas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.