A Sebastián Aizpiri, como a tantos otros en el País Vasco, ETA le arrebató la vida. De la manera más vil y cobarde, por la espalda y con un disparo, como acostumbraban a hacer los terroristas de ETA. El 25 de mayo de 1988, pasadas las ocho y media de la noche, Sebastián Aizpiri Leyaristi se dirigía a pie a su restaurante, Chalcha, en Éibar, cuando dos etarras se le acercaron por la espalda y le dispararon dos tiros en la cabeza que le provocaron la muerte en el acto. Su cuerpo quedó tendido en medio de un gran charco de sangre durante al menos una hora, cuando el juez ordenó el levantamiento del cadáver.
Según la Guardia Civil, Sebastián Aizpiri aparecía en los papeles del etarra Santi Potros y era, como tantos otros empresarios vascos, víctima del impuesto revolucionario de ETA. Su negativa a pagarlo fue respondida, primero, con infundios que lo relacionaban con actividades ilícitas –tráfico de drogas– y después, con su asesinato. Los etarras Jesús María Ciganda Sarratea, autor material del asesinato, y Juan Carlos Balerdi Iturralde fueron condenados a 30 años; así como a indemnizar a los herederos del fallecido, pago que el Estado asumió al declararse ambos insolventes.
Hablamos con su hermana, Ana Aizpiri, periodista, víctima del terrorismo de ETA y miembro del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite).