La viña en altura, un valor en alza y origen de grandes vinos
La creciente relevancia de la altitud del viñedo frente al cambio climático está despertando un enorme interés por zonas de la Ribera en las que la altura es seña de identidad
De unos años a esta parte la altitud de los viñedos viene ganando enorme relevancia a causa de los efectos, ya innegables, del cambio climático sobre la maduración de las uvas. Es la razón por la que toda bodega que tiene ocasión, aparte de posibilidades (económicas), está adquiriendo parcelas a mayor altura buscando temperaturas más frías que retrasen esa maduración.
Son ya numerosas las firmas que están buscando tanto ganar en altura como variedades de uva resistentes a climas más cálidos. El caso de la archiconocida Familia Torres es uno de los más referidos pues hace unos años adquirió en Sant Miquel de Tremp, en el prepirineo leridano, unos terrenos por encima de los mil metros con variedades prefiloxéricas que están recuperando como solución frente al calentamiento global. En general, se trata de variedades de maduración tardía (y por eso también más frescas), resistentes tanto a las altas temperaturas como a la sequía.
En este contexto se explica que sean varios los territorios vitícolas que por el momento viven tranquilos gracias a la altura media que tienen sus viñedos. Localización que favorece la aireación y propicia una maduración de la planta más lenta, conforme a los tiempos más o menos establecidos, sin adelantos significativos más allá de lo que pueda condicionar el carácter climático de cada cosecha.
Por tanto, la altura es un factor muy importante para el desarrollo de la vid. Se dice que cada cien metros de altitud la temperatura desciende casi un grado. Luego la ecuación es sencilla: un clima más fresco propicia vinos también más frescos, con mejor acidez y por ende más longevos. En cuanto a la explicación técnica es bastante comprensible: las temperaturas más bajas favorecen esa maduración más tardía y con ello un mayor equilibrio entre azúcar y acidez. Sin olvidar también que la altura beneficia la aireación y con ello se reduce el peligro de enfermedades propias de la vid. Al contrario, a más calor la planta pierde acidez al tiempo que aumenta el contenido de azúcar y el grado alcohólico de la uva, lo que obliga a escoger entre vendimiar antes para que no tenga tanto grado, o esperar para que maduren bien los taninos (evitando sensaciones vegetales) con el riesgo de que ese grado alcohólico se dispare.
¿Qué se considera un viñedo de altura?
Como ya se ha apuntado, son varias las zonas en las que las viñas están localizadas a una altitud considerable, pero es a partir de los 800 metros sobre el nivel del mar cuando se habla de viñedos de altura. Una situación que en algunos casos se asocia a viticultura heroica por la dificultad que conlleva la disposición de determinados viñedos a la hora de trabajarlos.
De este modo, lo que, hasta no hace tanto, era un hándicap para la cepa porque había zonas (y sigue sucediendo) en las que era muy complicado que madurase en algunos años, en este momento hay territorios que disfrutan de un grandísimo valor añadido de manera natural porque de siempre han contado con viñedos en las alturas. Es el caso de la ribera soriana y también el motivo por el que van llegando nuevos habitantes que además están recuperando viñas viejas, su gran patrimonio.
Soria es la provincia de más altitud dentro de la DO Ribera del Duero, y buena parte del viñedo se sitúa por encima de los 900 metros, por tanto, complicaciones todas para el cultivo (dadas las condiciones radicales de clima que la distinguen) pero a día de hoy concentra muchas miradas por las consecuencias derivadas del cambio climático. Sin ir más lejos, la famosísima firma vallisoletana Protos anunciaba el pasado año que plantará viñas entre los 970 y mil metros de altura en esta parte soriana de la Ribera, en concreto en el municipio de Zayas de Torre.
Aunque son unos cuantos los que vienen elaborando por aquí hace algunas añadas. Es el caso de Legaris, bodega asentada en Curiel de Duero (Valladolid) pero que desde hace ya cuatro añadas tiene en el mercado la gama ‘Vinos de Pueblo’ y uno de ellos procede de tierras sorianas, en concreto del municipio que da nombre al vino, Alcubilla de Avellaneda 2018 (35 €), de viñas de tempranillo que superan los 925 metros de altura. Un vino con 16 meses de crianza en el que destaca la frescura junto a las notas balsámicas, los aromas especiados y la fruta roja.
Otra firma con orígenes y sede en la milla de oro ribereña es Bodegas Viña Mayor (del grupo Entrecanales Domecq e Hijos), asentada en la vallisoletana Quintanilla de Onésimo. En su caso, la Colección de vinos Secreto pone en valor la identidad que confiere el territorio de procedencia y entre ellos se incluye Secreto 2 RS 2016 (38,50 €), de uvas de tempranillo a más de 950 metros de altura localizadas en tierras sorianas. Viñas viejas seleccionadas de más de ochenta años, fermentadas en hormigón y con una crianza de un año en roble francés. El resultado, un tinto elegante, con buena fruta, toques balsámicos, especiados y toques florales. Jugoso, carnoso, fresco, mineral, fluido en el paso y largo.
De entre las bodegas que nacen en la provincia soriana es reseñable Dominio de Atauta, asentada en el pueblo de Atauta del que recibe el nombre y cuyo Dominio de Atauta 2019 (29 €) procede de cepas entre 980 y 1050 metros. Ésta fue la primera bodega que, con sus elaboraciones, llamó la atención sobre el patrimonio vitícola de esta provincia. Este Atauta es un tempranillo de viñas prefiloxéricas con 120-140 años que ha tenido una crianza de 16 meses en roble francés: hierbas aromáticas, especias, frutas del bosque; equilibrado, con frescura y mineralidad en la boca.
Un rosado llegado de las alturas es el top de las también sorianas bodegas Antídoto, en San Esteban de Gormaz. Le Rosé 2020 (59 € aprox.) es una producción limitadísima de unos poquitos miles de botellas, compuesto de tempranillo y uvas blancas de albillo en iguales proporciones, plantados hace más de cien años sobre suelos calcáreos a 950 metros de altitud. Se fermenta y se cría en barricas nuevas francesas de 600 litros y resaltan las notas cítricas, de flores blancas, recuerdos tostados y una muy buena acidez. Se cuenta entre los grandes rosados el país.
Es indudable la notoriedad que ha adquirido la ribera soriana y por ende el interés por elaborar en ella. Pero la parte burgalesa de la Ribera del Duero disfruta de un éxito consolidado desde hace muchos años por sus viñedos y en este momento también por la altitud a la que están plantadas las cepas en algunos municipios. Y son diversas las firmas que en este contexto de cambio climático pueden ‘presumir’ de esta localización. A 960 metros están las uvas de tempranillo con las que trabajan en Dominio Basconcillos (Gumiel de Izán) para hacer los tres tintos que tienen en el mercado. En las emblemáticas bodegas Viña Sastre el viñedo se sitúa, en La Horra, a una altitud de 800 a 840 metros sobre el nivel del mar en pequeñas colinas. Y un tercer ejemplo puede ser Monteabellón (Nava de Roa) pues la zona más alta de sus viñas se encuentra entre 830 y 950 metros, en un suelo calcáreo arcilloso, y son las parcelas elegidas para sus vinos de larga crianza, Finca la Blanquera y Monteabellón 14 meses. Unos y otros con una frescura destacada.
LOS VINOS SELECCIONADOS RESPONDEN EXCLUSIVAMENTE A UN CRITERIO PROFESIONAL.